
O eso dice la Unión Europea. Es curiosa la definición de guerras y conflictos de nuestros líderes. El asunto ruso-ucraniano lleva coleando varios años: mucho se habla, de un tiempo a esta parte, de la invasión rusa de Ucrania, pero desde 2014, la guerra del Donbás ya tenía en jaque a las fuerzas ucranianas y milicias prorrusas en el extremo oriental del país. Este conflicto era denominado de "baja intensidad" o, dicho de otra manera, no interesaba o importaba lo suficiente. Atribuyen a Stalin esa famosa frase que reza "un muerto es una tragedia; un millón, una estadística". Parece que el cinismo de algunos gobernantes de la Unión Europea no tiene nada que envidiar al dominio de la guerra y la propaganda del zorro georgiano.
El conflicto de baja intensidad ha mutado, ahora sí, en guerra de proporciones apocalípticas y debemos –según Von der Leyen y acólitos– prepararnos para ella. Mili obligatoria, gasto en defensa y, en fin, todo esto que se conoce como "economía de guerra" y que vimos no hace tanto. Mientras tanto, en las calles, nos rascamos la coronilla pensando qué pintaríamos nosotros en una tundra perdida de la antigua Unión Soviética rifle en mano, peleando codo con codo junto a mozos del este que se preguntarían lo mismo. No es uno putinófilo –disculpen el palabro–, pero al pensar en Von der Leyen, las fobias acuden a la misma velocidad que con el primero.
Lo peor del baile de conceptos bélicos del binomio EE.UU.-UE es la indefensión que uno siente ante asuntos no menos importantes. Hace unos meses, el ejercitó de Azerbaiyán limpió de armenios la región de Nagorno Karabaj a bombazos, y ninguno de los dos tuvo mucha prisa por actuar. Y tampoco la tienen ante el anuncio de maniobras militares por parte de Marruecos cerca de aguas canarias. En este caso, el acólito local (el ministro de Exteriores José Manuel Albares) ha dicho que nada de moros a la mar, sino que pelillos, porque las maniobras se desarrollan "muy alejadas de aguas españolas".
Con Marruecos, por lo visto, la situación es pacífica. Recuerda a la paz del matón del cole: mientras no se defienda y haya plena sumisión, todos contentos. Así, tenemos que soportar que el reino alauita mire para otro lado con el narcotráfico y, de cuando en cuando, ejércitos de jóvenes adultos desembarquen en las playas canarias o salten las vallas de Ceuta y Melilla. Todo ello con la connivencia de los delegados del eje EE.UU.-UE en España: unos exministros socialistas y un presidente del gobierno que abogan abiertamente por que Marruecos tome el control del Sáhara Occidental. No extraña la soledad de España ante el enemigo. EE.UU. siempre prefirió que ambos lados del estrecho no estuvieran controlados por el mismo país, y Francia, ¡qué decir de Monsieur Macron! Si Alemania y España cierran sus centrales nucleares, sancionamos la compra del gas ruso y seguimos aislando a España en lo energético –ya se opusieron al corredor gasístico que atravesaba España y Francia, pero no han podido hacer lo propio con el pactado entre Argelia, Italia y Alemania– mientras garantizamos el suministro de uranio, nos hacemos de oro vendiendo energía a nuestros vecinos. Ahora que peligra el suministro en Mali, fiel proveedor hasta la fecha, conviene asegurar el que se obtiene a partir de los fosfatos que explota Marruecos en esas famosas minas del Sáhara Occidental que comenzó explotando España. Alguien tendrá que explicarnos por qué tendríamos que ir a combatir al este de Europa y no a Canarias, Ceuta, Melilla o al Sáhara Occidental.
