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Segunda epístola a los zurdenses

La intención es clara: hacer que los problemas judiciales de su mujer provoquen un efecto rebote y los electores progresistas acuden en masa a salvar su honor mancillado.

La intención es clara: hacer que los problemas judiciales de su mujer provoquen un efecto rebote y los electores progresistas acuden en masa a salvar su honor mancillado.
Pedro Sánchez, durante una entrevista en TVE | EFE

El gobierno de Pedro Sánchez estaba considerado hasta ahora como el más dañino de la historia reciente de España por su entreguismo genuflexo a las fuerzas separatistas. Desde hoy podemos incluirlo también entre los más corruptos debido a la imputación de su mujer por presunto tráfico de influencias, un delito que no se puede cometer sin la anuencia de un político cercano con capacidad de gestión del presupuesto público.

Begoña se sentará en el banquillo de los acusados, como corresponde a una persona imputada por graves delitos, pero es dudoso que este hecho suscite algún movimiento de rechazo entre las masas izquierdistas. Al contrario, habrá manifestaciones a las puertas del juzgado, pero no para pedir la dimisión de Sánchez, como sin duda ocurriría si la procesada por corrupción fuera la mujer de Aznar o Rajoy estando cualquiera de ellos en La Moncloa. Las concentraciones, en todo caso, estarán protagonizadas por militantes y altos cargos del PSOE como un acto de desagravio hacia una persona progresista perseguida por la ultraderecha, que es el conceto que agrupa a todo lo que molesta al zurderío.

Sánchez ya ha comenzado a mover el tema enviando una segunda carta a la ciudadanía en la que dice dos cosas de gran interés. La primera es que atacan a Begoña Gómez porque es su pareja, pero es justo al contrario: gracias a que es su mujer ha podido orquestar todo el entramado de influencias por el que ha sido imputada. La otra cosa con cierta sustancia es su denuncia de que el juez está actuando por intereses políticos, una acusación que, viniendo del presidente del Gobierno, dice mucho de su respeto a la separación de poderes y a la independencia de la Justicia. Solo le ha faltado preguntarse, como hizo una vez Felipe González, aquello de "¿Es que no hay nadie que le diga a los jueces lo que tienen que hacer?".

Sánchez quiere que el pueblo amnistíe a Begoña este domingo, echando a la urna la papeleta del PSOE. Con su Primera Carta a los Zurdenses hizo el ridículo y nadie lo echó de menos durante los cinco días que se encerró a reflexionar sobre las interacciones políticas del amor conyugal. No sabemos el efecto que esta nueva epístola, pero la intención es clara: hacer que los problemas judiciales de su mujer provoquen un efecto rebote y los electores progresistas acuden en masa a salvar su honor mancillado.

En todo caso, el resultado electoral de este próximo domingo va a ser decisivo. Si Sánchez acaba imponiéndose en las europeas de este 9 de junio (ZP, oiga, ¡ZP! Ganó dos veces consecutivas; ya está dicho todo) tratará de agotar la legislatura, con todo lo que eso lleva consigo. Pero, sea como fuere, nadie nos podrá ya negar el placer de depositar la papeleta este domingo con la imagen mental de la presidenta sentadica en el banquillo.

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