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EDITORIAL

El marido de Begoña envilece a España para no perder las elecciones

La víctima del fango sanchista ha vuelto a ser Israel: el Gobierno ha decidido unirse a la disparatada denuncia por genocidio que ha presentado Sudáfrica.

Cuando ya pensamos que lo hemos visto todo de Pedro Sánchez, cuando ya parece imposible que se saque otra pieza de política-basura de la chistera, cuando ya se diría que no nos queda capacidad para sorprendernos de su falta de escrúpulos democráticos y su ausencia total de respeto por las instituciones, el presidente del Gobierno lo logra una vez más y vuelve a provocar el estupor y el pasmo de la sociedad española y la política internacional.

En esta ocasión la víctima del fango sanchista ha vuelto a ser Israel: el Gobierno ha decidido unirse a la disparatada denuncia por genocidio que ha presentado Sudáfrica –obedeciendo las órdenes directas de Irán– en la Corte Internacional de Justicia de La Haya.

Lo primero que cabe destacar de esta decisión es dónde coloca a España en el concierto internacional: exactamente a la altura de la teocracia de los ayatolás, que oprime a su pueblo a sangre y fuego y sufraga el terrorismo en todo el mundo; y del gobierno sudafricano, uno de los más corruptos del mundo y que mantiene a su país en unos niveles récord de pobreza y violencia.

Y, por supuesto, a la altura de Hamás: los asesinos y violadores del 7 de octubre que han vuelto a felicitar a España –¡qué vergüenza!– y se están convirtiendo, pese a que Sánchez y los suyos los critiquen con la boca pequeña, en uno de los referentes incuestionables de nuestra política exterior.

En resumen, el Gobierno nos ha colocado con la hez de la hez del mundo y ya frontalmente en contra de la única democracia de Oriente Medio, el único país de la zona en el que se respetan los derechos de la mujer y de la minoría LGTBI, el aliado más fiable y eficaz que teníamos en la batalla contra el terrorismo islámico que no sólo es el de Hamás, sino también el que se perpetra en Europa.

Y todo ese deshonor y todo ese descrédito sólo tienen dos razones: la desesperada necesitad de Pedro Sánchez de tapar el inmenso escándalo de los turbios negocios de su mujer; e intentar arañar unos votos de la extrema izquierda que no conviertan este 9J en una derrota electoral excesivamente escandalosa.

Para mantenerse en el poder, el marido de Begoña Gómez está dispuesto a sacrificarlo todo: la democracia, las instituciones y el escaso crédito que le quedase a España en el exterior. Por eso fuerza la máquina de la demagogia hasta un punto insoportable y sin atender a las consecuencias, porque sabe que, frente a lo que dicen algunos que circunscriben estas elecciones al ámbito europeo, una derrota contundente haría aún más difícil la continuidad de la legislatura.

Ahora sólo queda que todo el mundo entienda que eso es, precisamente, lo que está en juego este 9 de junio y, en consecuencia, el resultado le muestre la puerta de salida al amigo de Irán, Hamás y Sudáfrica.

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