Uno de los rasgos que nos caracterizan a los españoles del momento es que nos resulta indiferente ser mentidos, engañados, estafados, desigualados, defraudados, traicionados, burlados, envilecidos o lo que haga falta. Oscar Wilde se quejaba de la decadencia de la mentira en el arte y negaba que los políticos mintieran de verdad, que su tarea era sencillamente desfigurar los hechos de manera profesional. Pero aportó la esencia del auténtico mentiroso "con sus palabras sinceras y valientes, su magnífica irresponsabilidad, su desprecio natural y sano hacia toda prueba".
Tampoco advirtió que el auténtico mentiroso necesita dos caras como el antiguo dios Jano mirando hacia direcciones diferentes, la que verdaderamente busca y anhela y la que le sirve para engatusar al personal crédulo, ingenuo y sencillo. Decible de muchas maneras, Jano puede representar perfectamente al hipócrita, al que esconde las intenciones reales que mueven sus palabras y sus actos. Los españoles de ahora ya no nos escandalizamos de Jano alguno, sea persona, sea partido, secta, iglesia o lo que sea. Lo consideramos un elemento más de la vida contra lo que no puede lucharse, como la naturaleza de la realidad humana.
Lo que me extraña no es que estemos gobernados por una jauría de psicóticos hipócritas y mentirosos que dicen una cosa y la contraria al mismo tiempo. Lo que me sorprende es que una nación tan amante del valor, la aventura y la belleza no exija a estos sátrapas un poco más de artesanía, ya que no arte, algo más de esfuerzo en su afán de engañar todo el tiempo, algo menos de desfachatez a la hora de hacer de todo una mala comedia de enredo, una farsa.
Algunos ejemplos ilustran qué es lo que quiero decirles. Tomen nota de una ministra de Hacienda, elevada al Olimpo sanchista por la desaparición de sus competidoras, que se atreve a negar que lo firmado por el gobierno español con los separatistas catalanes de Esquerra sea un concierto económico en toda regla. Un cupo, un fuero tardío que llevará a un grupo de españoles que no quieren serlo a pagar menos que los demás españoles que sí quieren.
"Ni es un concierto económico ni es una reforma del modelo de financiación" dijo la muy desbocada señalando al resto de España, los andaluces entre ellos, que la humillación y el robo no son tales sabiendo perfectamente que lo son. ¿Cómo es que en el resto de España nadie exige su consideración de persona non grata para los demás españoles? Es que, al parecer, nos da igual porque ya hemos aceptado que lo real es inmoral y que nada podemos hacer contra esta pérfida naturaleza.
O ahí tienen al socialpiteco de Valladolid, Óscar Puente, explicando a sus creyentes que las averías, retrasos, daños y perjuicios de una mala gestión de los trenes patrios se deben, por ejemplo entre otras causas, al cambio climático, al turismo, esa infame invención fran-fraquista y no sé a qué más. Este sujeto ni siquiera se atiene a las reglas elementales de la mentira, que es que parezcan verdad. Le da exactamente lo mismo porque su respeto por los españoles es cero y le da igual.
Tomen nota del Kamalají Kamalajá que estamos viviendo en estos días, mucho más en la Europa políticamente correcta que en los verdaderos Estados Unidos. ¿Se sabe algo de lo que dice la hechicera demócrata Kamala Harris sobre algo tras cuatro años callada conspirando contra Biden? Por ejemplo, eso de los talibanes de no dejar hablar ni recitar ni cantar a las mujeres. Algo sabrá ella que ha sido vicepresidenta de unos Estados Unidos que dejaron a las mujeres afganas en manos de sus maltratadores.
Pero ni ella ni el coro de sus grillos dicen una palabra, ni sobre este genocidio social de "género" ni sobre los atentados islamistas de Alemania ni sobre nada. ¿Dónde están en España los corifeos del femimarxismo ante el mayor atentado político y moral colectivo contra las mujeres que yo recuerdo y ya cumplo tela de años? ¿Y cuál es el espesor de su silencio ante el caradura que se sintió mujer poco antes de ser juzgado por violencia de género? ¿Y la narcosis moral de Sánchez ante el sufrimiento de los canarios invadidos por los cayucos y las pateras? De su hermano, su cuñada, su esposa, de Ábalos, de Koldo…ya ni hablamos.
Una cosa debería pensar, si tal ejercicio, pensar, es aún posible en España: ¿cómo se atreve un gobierno a apoyar a uno de los candidatos de las elecciones americanas? ¿Y si sale el otro? Por un lado, si Sánchez apoya a Kamala es que lo de "mala" es más que un sufijo circunstancial. Por el otro, ¿qué pasará si ganan Trump y J.D. Vance y su América latiendo en canal con los intereses del Estado español, que aún no son sólo los de Sánchez?
Y finalmente, está la derecha con la retina por los suelos, a la que nadie nunca jamás ha dado un curso de estrategia y que en tantas cosas copia al único y original partido-nación-organización, que es el PSOE-PCE-IU-Podemos, tó junto y revuelto. Eso sí, hoy confederados con los separatistas. Y luego estamos nosotros, españoles encallados a los que ya no nos duele ná de ná y vamos como las ovejitas hacia el precipicio histórico. Hemos quedado para el cachondeo inmisericorde de estos chularcas de dos o más caras que nos gobiernan sin oposición de la oposición y de la nuestra propia.