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EDITORIAL

Intolerable blanqueamiento de Zapatero

Si algún papel han jugado Zapatero y el actual Gobierno de España en esta crisis es el de colaboradores necesarios del régimen chavista.

Las amenazas constantes y el clima de terror instaurado por el chavismo tras su derrota electoral en las pasadas presidenciales ha llevado al presidente electo, Edmundo González, a buscar asilo político en España para garantizar su seguridad y la de su familia, seriamente amenazada por los esbirros de Maduro. La salida del país de González, un diplomático de 75 años que ocupó el puesto de María Corina Machado, a la que el régimen chavista impidió presentarse a las elecciones, es la demostración palmaria del fracaso de las democracias occidentales para impedir el golpe electoral grosero de un autócrata de tan baja estofa como Nicolás Maduro en Venezuela.

Sin duda, el papel más siniestro en toda esta operación lo ha desempeñado el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, uno de los principales defensores de la dictadura caraqueña y colaborador necesario en el blanqueamiento exterior de un pucherazo electoral contra el que no se le ha escuchado decir ni una sola palabra.

Las gestiones de Zapatero en el seno del Grupo de Puebla, conciliábulo de dirigentes ultraizquierdistas hispanoamericanos para defender a las dictaduras marxistas de la región, han consistido en defender al régimen chavista de las acusaciones bien fundadas de las principales cancillerías internacionales. Su connivencia con el régimen chavista es todavía más dolorosa tratándose de un expresidente español, cuya lealtad debería estar al servicio de la democracia y la libertad del pueblo venezolano por los vínculos históricos, políticos y sociales que nos unen al continente hermano. En su lugar, Zapatero ha preferido convertirse en el principal alabardero del tirano que asesina y encarcela a su pueblo para cercenar de raíz cualquier conato de protesta democrática.

Por todo ello, resulta especialmente obsceno que se aproveche la salida de Venezuela de Edmundo González para blanquear el papel de Zapatero en todo este asunto, atribuyéndole el protagonismo en las gestiones realizadas para que el presidente electo venezolano se instale provisionalmente en nuestro país.

En realidad ocurre lo contrario porque, si algún papel han jugado Zapatero y el actual Gobierno de España en esta crisis es el de colaboradores necesarios del régimen chavista con el fin de sacar a González de Venezuela y aliviar de alguna manera la presión popular contra el dictador Maduro.

Lo que correspondería en estos momentos es reconocer a Edmundo González como presidente legítimo de Venezuela y, a continuación, liderar las presiones de la Unión Europea para poner fin al chavismo, un régimen totalitario basado en el terror que desde las pasadas elecciones presidenciales es, también, un poder ilegítimo. Pero Zapatero tiene demasiados intereses vinculados a la dictadura madurista y Sánchez una abrumadora falta de escrúpulos para no molestar a sus socios exigiendo en Venezuela, Cuba o Nicaragua democracia y libertad.

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