
Tras examinar el legado presidencial de Roosevelt y Taft en los albores del siglo XX en Estados Unidos, corresponde ahora buscar en las presidencias de Woodrow Wilson, Warren G. Harding, y Calvin Coolidge, lecciones importantes para abordar los dilemas a los que se enfrenta este país de cara a sus próximas elecciones, fijadas para el próximo 5 de noviembre.
Woodrow Wilson: el idealismo que extendió el poder estatal
Woodrow Wilson, presidente demócrata de 1913 a 1921, es una figura controvertida, y su administración presenta importantes paralelismos con las tensiones políticas actuales. Bajo el mandato de Wilson, el gobierno federal se expandió de manera significativa con la creación de la Reserva Federal y la introducción del impuesto sobre la renta mediante la Decimosexta Enmienda. Este giro hacia una mayor intervención gubernamental en la economía se asemeja a las tendencias contemporáneas, donde los recientes paquetes de estímulo y las intervenciones federales han llevado a un debate sobre el tamaño y el papel del Estado.
En materia de política exterior, Wilson fue pionero en llevar a Estados Unidos a la Primera Guerra Mundial, lo que aumentó el poder del gobierno federal y acometió un gasto público extraordinario fruto del "esfuerzo de la guerra"; que hoy encuentra su paralelismo en Ucrania, donde la Administración Biden ha gastado ya más de 55.700 millones de dólares.
Además, durante la Gran Guerra, Wilson limitó las libertades civiles a través de la Ley de Espionaje y la Ley de Sedición de 1918. Estos actos, que restringieron la libertad de expresión y otras libertades individuales, encuentran eco en los debates actuales sobre hasta qué punto el Estado debe regular el discurso y las actividades de los ciudadanos en nombre de la seguridad nacional, a través de la regulación de los gigantes tecnológicos y las plataformas digitales.
En términos geopolíticos, Wilson creía en un liderazgo global basado en ideales, lo que recuerda la actual política exterior estadounidense en la que el país debe equilibrar su rol como potencia mundial con sus propios intereses internos. Sin embargo, la expansión del gobierno y las restricciones a las libertades individuales bajo su mandato representan una advertencia clara sobre los peligros de un poder estatal sin restricciones, una lección crítica en un contexto actual en el que la intervención del gobierno está en el centro del debate político.
Warren G. Harding: el regreso a la normalidad y el libre mercado en tiempos inciertos
El presidente Warren G. Harding, del Partido Republicano, asumió el poder en 1921 en un momento de agitación política y social, un paralelo directo con la situación de Estados Unidos tras la pandemia de COVID-19 y la polarización política actual. Harding llegó al poder con la promesa de un retorno a la normalidad, lo que significaba regresar a un gobierno limitado y alejarse del intervencionismo que había caracterizado la era Wilson. Su enfoque conservador de desregulación y recortes de impuestos fue crucial para revivir una economía que salía de una guerra mundial y de una pandemia, similar a lo que vivimos hoy en día.
Al igual que en la actualidad, el país estaba en medio de una transformación económica, y Harding optó por un enfoque que priorizaba la libertad empresarial y la reducción de la carga regulatoria e impositiva, fruto de los cuales Estados Unidos experimentó un crecimiento económico significativo durante su mandato.
Calvin Coolidge: el defensor de la austeridad y el gobierno pequeño
Calvin Coolidge, también republicano, fue sucesor de Harding y presidente de 1923 a 1929, y es el ejemplo más claro de cómo el conservadurismo puede generar estabilidad y prosperidad económica, una lección vital para los tiempos actuales de inflación y crisis energética. Coolidge heredó una nación que experimentaba un crecimiento económico, y su filosofía de gobierno pequeño y desregulación amplió esa prosperidad. Su enfoque de reducción de impuestos y reducción de la deuda nacional contrasta con las actuales políticas expansivas del gasto público.
La frase más famosa de Coolidge, "el negocio de Estados Unidos es el negocio", refleja una visión conservadora de que el éxito económico debe ser impulsado por el sector privado, no por la intervención estatal. Coolidge también fue un firme defensor de la libertad de expresión y los derechos individuales, oponiéndose a cualquier expansión del poder gubernamental que pudiera limitar estas libertades.
Reflexión final: un conservadurismo adaptado a los cambios
Hoy en día, Estados Unidos se enfrenta a retos similares a los de los años 20 siglo pasado: una economía en recuperación —entonces de una guerra mundial y hoy de una pandemia—. Mientras que Wilson nos enseña los riesgos de un gobierno sobredimensionado y restrictivo, Harding y Coolidge muestran el valor del libre mercado y la responsabilidad fiscal como motores de prosperidad. Aprendizajes que en EE. UU. harían bien en recordar de cara al próximo 5 de noviembre.
