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José García Domínguez

¿No aprendimos nada del 15-M?

En aquel instante de estupidez mancomunada de las élites, todo el mundo en el establishment se descubrió gran enemigo de los perversos políticos y del siniestro Estado.

En aquel instante de estupidez mancomunada de las élites, todo el mundo en el establishment se descubrió gran enemigo de los perversos políticos y del siniestro Estado.
MANIFESTACIÓN VALENCIA | EL MUNDO

Cuando la muchedumbre enloquece, exige chivos expiatorios. Y hay que dárselos. No cabe otra forma de apaciguar su febril irracionalidad ciega. Ocurría en la Edad Media, momento en el que todavía no existían esos inmensos vertederos de mierda que son las redes sociales, y sucede exactamente igual hoy. Así, del mismo modo que estos días todo el mundo dice tener un amigo en Valencia que ha visto con sus propios ojos a los empleados de la Cruz Roja robando los cartones de leche y la comida en los pueblos más afectados por la riada (¿para qué querrán tantos cartones de leche esos corruptos y corruptas de la Cruz Roja valenciana?), en aquel entonces veían brujas volando con sus escobas por la noche. Nada nuevo bajo el sol.

"¿Dónde está el Estado?", tituló melodramático, histriónico y a todas las columnas posibles El País cuando lo del Prestige. El Estado estaba donde podía estar y cuando podía estar, pues, a diferencia de la Divina Providencia, el Leviatán no resulta ser todopoderoso ni tampoco su presencia se debe presumir ubicua e instantánea. Pero la furia popular ya se había desatado y la cosa no iba, claro, de usar el don del pensamiento lógico a contracorriente. Además, cuando el barco se hundió, resultó que Fraga andaba cazando. Aquello llenó más portadas indignadas. Porque si Fraga no hubiese estado de caza aquel día, el chapapote del Prestige nunca hubiese llegado a las costas gallegas. No, nada nuevo bajo el sol.

Nada, absolutamente nada hemos aprendido del 15-M, cuando un partido antisistema estuvo muy a punto de ganar las elecciones. Y no porque les pagase un dictador bananero de Venezuela, sino porque el propio sistema se empeñó en lanzar barro contra el sistema. En aquel instante de estupidez mancomunada de las élites, todo el mundo se hizo anarquista de boquilla. Todo el mundo en el establishment se descubrió gran enemigo de los perversos políticos y del siniestro Estado. No había nadie más antisistema que el propio sistema. Así llegó un tipo como Pablo Iglesias a ser vicepresidente del Gobierno. Pero nada aprendimos. Está claro.

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