
Tan poco verosímil resulta que se ajuste a lo cierto todo ese variado surtido de golferías en la órbita del Gobierno, el que acaba de airear el mercader de Zamora, como que sea falso el alegato en su integridad. Como suele ocurrir en estos asuntos de mangoneo y contabilidad creativa, lo más probable es que haya de todo, verdades genuinas mezcladas con mentiras de bulto, en las airadas verbosidades depuestas tras el paso preventivo por la cárcel. Y es que, al igual que un sastre es un sastre y un bombero es un bombero, un comisionista es un comisionista. Y en ese viejo oficio suyo, casi tan viejo como el que tiene fama de ser el más antiguo, para poder cobrar suele ser costumbre que también haya que repartir.
Al punto de que, si las cosas no funcionasen así, resultaría algo más que difícil entender qué demonios pintan los comisionistas de Zamora mediando en negocios financiados con dinero institucional donde su onerosa presencia, a priori, no haría falta para nada. El toma y daca, ya se sabe. Si Sánchez no tuviera una flor en el culo, el Gobierno podría caer por esto. Pero resulta que Sánchez acarrea un genuino parque botánico bajo la base de la columna vertebral. Así, no hay otro Ejecutivo en toda Europa que vaya perdiendo en las encuestas pese a presentar un cuadro macroeconómico excelente (en apariencia).
He ahí la paradoja. Porque lo que va a salvar al Gobierno en este match ball va a ser curiosamente eso, su profunda debilidad en las encuestas. No se olvide que a Sánchez lo sostienen en el poder dos populismos menguantes, el independentismo catalán y el izquierdismo woke peninsular. Ambos tan en horas bajas que ninguno de ellos podría cargar ahora con el estigma de haber abierto las puertas del Consejo de Ministros a Vox. Por mucho que Pablo y Carles le tengan ganas a Pedro, eso supondría su condena a muerte simultánea. Seguro. De ahí que, cante o no cante la Traviata el mercader de Zamora, no lo puedan tumbar. Lo dicho, todo un jardín botánico.