
Mi experiencia profesional como magistrado y abogado, en el Ministerio Fiscal como Fiscal General del Estado, y en la actividad política, en los tres poderes del Estado, me han permitido conocer y tratar a los juristas de más reconocido prestigio de la Carrera Judicial y Fiscal de los últimos cincuenta años, algunos de los cuales he considerado inteligentes, eruditos y hasta sabios, que viven en una dimensión inaccesible a los demás, de los que les separa una diferencia cualitativa, pero para mí el jurista más completo de las Carreras Judicial y Fiscal ha sido Manuel Marchena, presidente de la Sala Segunda del Tribunal Supremo hasta su cese por cumplimiento del plazo para desempeñar dicho cargo. Lo descubrí cuando era Fiscal en la Audiencia Provincial de las Palmas, y ya entonces se me reveló como un hombre integérrimo, sin mácula alguna de subjetivismo, de tal manera que, desde entonces, ha sido para mí el paradigma del buen juez, del que hablara José María Martínez Ruiz "Azorin" en su libro Los Pueblos en el que, el gran escritor de la generación del noventa y ocho, afirma que "La Justicia pura y limpia de egoísmos es una cosa tan rara, tan espléndida, tan divina, que cuando un átomo de ella desciende sobre el mundo, los hombres se llenan de asombro y se alborotan". Creo sinceramente que la noble tarea de administrar y legislar es igualmente constitucional y digna que la de juzgar, pero ésta exige al juez la más estricta observancia de unos valores y principios con más rigor, si cabe, que al legislador y al administrador. Esos valores y principios los ha encarnado ejemplarmente Manuel Marchena, que, al cuestionarse su independencia, renunció a su candidatura como presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, dando una lección de dignidad, independencia y ética. El profesor Alejandro Nieto, en su libro sobre El desgobierno judicial, distingue entre los siguientes tipos y estereotipos de jueces, el juez justo, para el que su tarea consiste no sólo en aplicar la Ley sino en hacer justicia, de acuerdo con la ley, e incluso a pesar de ella, aunque nunca contra ella, con una vocación a la que no regatean esfuerzos y toda clase de sacrificios laborales y personales, y, sobre todo, imbuidos por la más sublime ética profesional. Un símbolo ejemplar de estos jueces justos ha sido Manuel Marchena, fiel al lema del buen magistrado: "Escuchar cortésmente, responder sabiamente, y decidir imparcialmente".
Manuel Marchena es el segundo magistrado canario que preside una Sala (de lo Penal) del Tribunal Supremo, ya que el primero fue el abogado del Estado tinerfeño Manuel Cerviá Cabrera, que presidió la Sala III y IV del alto Tribunal. Se doctoró en Derecho con una tesis sobre El Ministerio Fiscal: Su pasado y Su Futuro, que fue defendida el día 1 de marzo de 1990 en la Universidad de la Laguna, obteniendo la calificación de Apto cum laude, sin duda, en mi opinión, el mejor trabajo de los muchos que he leído sobre el Ministerio Fiscal. Consumado publicista, ha sido autor de numerosas ponencias en mesas redondas y congresos, y de trabajos jurídicos. Con un curriculum académico brillante, ha escrito varios libros, y ha sido el Fiscal de Sala más joven de la historia del Ministerio Fiscal, tras desempeñar el cargo de Fiscal Jefe de la Secretaría Técnica de la Fiscalía General del Estado, en la que conformó la doctrina legal del Ministerio Fiscal. Presidió la Comisión redactora del anteproyecto del Código Procesal Penal, que, lamentablemente, no se presentó para su debate y aprobación en el Congreso de los Diputados. Pero donde realmente se ha revelado Manuel Marchena como un extraordinario jurista es como Magistrado del Tribunal Supremo, cuyas sentencias son lecciones magistrales de Derecho.
Hace tiempo califique a Manuel Marchena, como la "pluma magistral" del Ministerio Fiscal, que ahora lo es también de la Carrera Judicial, tras el fallecimiento del magistrado Rafael de Mendizábal, unido como Marchena a mi vida personal, profesional, y política, de quien el catedrático de Derecho Administrativo Alejandro Nieto dijo que era "la pluma magistral de la Carrera Judicial", y en el prólogo al libro de éste sobre el Tribunal de Cuentas, que "sus sentencias más famosas en la jurisdicción contencioso-administrativa y constitucional –que son un referente para todos los profesionales del Derecho y le han colocado en la tribuna de la Magistratura Española— son un modelo de prudencia, sentido de la justicia, y de auténtica jurisprudencia, que pueden parangonarse con los grandes juristas como Holmes, Cardozzo, Lewellyn y Frank". Manuel Marchena ya es también un digno émulo de estos grandes juristas, que, como ellos, pasará a los Anales de la Justicia.
Cabe destacar un cierto paralelismo entre Torcuato Fernández Miranda, artífice jurídico de la transición política como autor de la Ley de Reforma Política; entre Rafael Mendizábal, artífice jurídico de la transición judicial, como creador y presidente de la Audiencia Nacional, a la que calificó de "buque insignia y portaviones de la Justicia", y como genio jurídico, que con astucia política y osadía hizo posible que la resolución de legalización del Partido Comunista por el Ministerio del Interior, basada en un informe del que fue autor, se entendiera como la ejecución de la sentencia del Tribunal Supremo; y entre Manuel Marchena, artífice jurídico que, como presidente de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, ha sido el garante del Estado de Derecho y salvaguardado la Constitución de sus ataques y vulneraciones.
Normalmente a los jueces y tribunales se les conoce por sus sentencias y resoluciones judiciales, a las que tienen acceso preferentemente los justiciables personados en un procedimiento judicial y los profesionales del Derecho. A los abogados y fiscales se les conoce por sus informes orales. Manuel Marchena, además de sus sentencias, que producen a veces en el lector un cierto deslumbramiento por su racionalidad cartesiana, claro lenguaje literario y técnica jurídica insuperable, se le conoce también por los cursos sobre temas jurídicos que ha impartido en la Universidad y en diversos foros, especialmente, por sus amenas conferencias de jurista culto, que han sido recibidas con admiración por la solidez de sus argumentaciones y la profunda convicción que transpiran.
Pero, sobre todo, Manuel Marchena pasará a la historia judicial española por haber presidido la Sala Segunda del Tribunal Supremo en el juicio oral del procés, sin precedentes, televisado durante meses y contemplado por millones de justiciables, que enjuició a los independentistas catalanes, condenados por sedición sin votos particulares. Dirigiendo el debate forense e interrogando a los testigos y a los acusados era un prodigio en ese gran teatro del mundo que es el foro. Soberbio Marchena, en el juicio oral que presidió, garantizando la libertad de expresión, los sagrados fueros de la defensa y de la inocencia, que diría Alonso Martinez en la excelente Exposición de Motivos de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, y la imparcialidad, con la dosis justa para impresionar, convencer y alcanzar las más altas metas de independencia, respeto y obediencia!, logrando la claridad del debate.
Contrasta el juicio del procés con el celebrado ante el Tribunal de Garantías Constitucionales, de composición más política que jurídica, por el delito de rebelión militar de la Generalitat contra la República el 7 de octubre de 1934, en el que se permitió a Companys, el principal acusado, increpar al Fiscal, y al público asistente cortar los informes de los abogados con aclamaciones y aplausos, como dejaron constancia el gran maestro del Derecho Penal Luis Jimenez de Azua, uno de los abogados defensores, y Ossorio y Gallardo, el orador forense más grande que ha tenido el foro español, defensor de Companys, a pesar de lo cual se condenó, con votos particulares, a cada uno de los autores de la rebelión militar a la pena de treinta años de reclusión, posteriormente indultada por el Frente Popular, y a la revocación del Estatuto de Autonomía de Cataluña, penas muy superiores a la condena por el delito de sedición dictada en el procés.
Pero, sobre todo, siguiendo el consejo del emperador Maco Aurelio a los que detentan poder, Manuel Marchena se ha conducido con un aire de simplicidad, de bondad, de entereza, de gravedad, de seriedad, amante de lo justo, benévolo, sincero en el afecto, y constante y esforzado en el cumplimiento de sus obligaciones. Me siento orgulloso de haber sembrado un pequeño grano que con el tiempo ha alcanzado la soberbia talla profesional de valioso jurista, académica y humana de Manuel Marchena.
Eligio Hernández, magistrado jubilado y ex Fiscal General del Estado.