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Llevar reloj en Barcelona: la culpa ya no es de Colau

No en vano la seguridad pública en los gobiernos de la dirigente de la extrema izquierda estaba en manos del PSC.

No en vano la seguridad pública en los gobiernos de la dirigente de la extrema izquierda estaba en manos del PSC.
El presidente de la Generalitat, Salvador Illa,junto al alcalde de Barcelona, Jaume Collboni (i), el seguicio popular hasta el Ayuntamiento. EFE/Alejandro García | LD/Agencias

En Barcelona ya no se puede llevar reloj por la calle. La Ciudad Condal se ha convertido en la capital mundial de los nuevos "relojeros", que es como llaman los Mozos a los delincuentes especializados en el robo de pelucos de lujo. A los turistas no parece que les importe demasiado, pero el fenómeno empieza a impactar en el público local. El modus operandi es el de toda la vida, pero con una violencia extrema si hace falta. Sólo les falta sacar un arma de fuego. Todo llegará.

Los ladrones ya no piden la hora, sino que marcan a sus víctimas y tras comprobar la categoría del reloj se abalanzan sobre ellas como auténticas hienas. En la terraza de un restaurante del Ensanche dos delincuentes tipo armario ropero se llevaron un "rolex" por el procedimiento de derribar varias mesas y agarrar por el cuello al infortunado propietario del reloj. Momentos antes, un individuo se había acercado a la mesa pidiendo tabaco.

Otro caso parecido se registró en un aparcamiento privado en la zona alta de Barcelona. Tres tipos asaltaron a un minusválido para arrancarle el reloj, otro "rolex". El hombre ha contado que poco antes de regresar a su domicilio en coche había advertido en la calle la presencia de tres sujetos que le dieron mala espina. Los mismos que le siguieron y le asaltaron.

El personal de un bar de la calle Enrique Granados tuvo la gentileza de acompañar hasta el portal de su vivienda, cercana al establecimiento, a un cliente que había sido detectado por uno de estos relojeros cuando se estaba tomando una copa en la terraza. Evitaron así el palo. Estas situaciones no son en absoluto infrecuentes y ya no hace falta ir por la Barcelona turística para sufrirlas.

Hay barceloneses que evitan a toda costa cruzar la Diagonal en sentido descendente. Para ellos, atravesar la antigua avenida del Generalísimo es como para los antílopes cruzar el Serengueti. Pero ya ni eso les libra de la exposición a los cocodrilos, los leones y los leopardos que se adentran Ensanche arriba y por encima de la Diagonal si es menester para perpetrar sus robos.

La culpa ya no es de Colau sino de los ingentes esfuerzos de las nuevas autoridades socialistas por perpetuar y honrar el legado de la exalcaldesa. No en vano la seguridad pública en los gobiernos de la dirigente de la extrema izquierda estaba en manos del PSC.

En este contexto lo más recomendable es pasar desapercibido. Aparentar cierta dejadez y grisura. No llevar reloj es la norma número uno. Lo mismo sobre collares, alianzas, nomeolvides y demás. Cartera, nunca. En cuanto a los móviles, los más económicos y siempre ocultos. Lucir buenas prendas o corbata tampoco es seguro. La ropa más barata, sencilla, oscura y holgada, por ese orden, es lo mejor en todos los casos. Más o menos como para ir a una manifestación del Sindicato de Inquilinos.

Todo esto sucede en una Barcelona en la que con ciertas precauciones se puede ir a pie si se cumple el requisito de parecer pobre y resultar invisible. Pero hay otra Barcelona en la que es mejor ni entrar. La última moda en el histórico barrio de La Mina (que oficialmente pertenece al municipio de San Adrián del Besos pero que es tan Barcelona como el Raval o Pueblo Seco) es exhibir armas de fuego por el procedimiento de utilizarlas en la vía pública. El último tiroteo entre miembros de los Gordos y de los Cascabeles por el control de la droga ha revitalizado la nefasta fama de la versión catalana de las Tres Mil Viviendas.

El barrio que vio crecer a El Vaquilla había perdido fuelle en el mapa de las "no-go area" nacionales en favor de zonas como la Cañada Real y la Cañada de la Muerte. O la misma Font de la Pólvora, en Gerona, donde un tiroteo con armas de guerra causó dos muertos la pasada verbena de San Juan.

En este apartado, la Generalidad socialista también se afana en mantener la inexistente política de seguridad ciudadana de sus antecesores independentistas con una eficacia absoluta. ¿Qué se puede esperar del cuerpo de policía autonómica que permitió la "fuga" de Puigdemont? Pues eso, que miren para otro lado.

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