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Hacienda no somos todos

El gobierno identifica a colectivos con intereses homogéneos y buen músculo de voto, les echa calderilla, y esa calderilla se la hace pagar a las clases medias y productivas.

El gobierno identifica a colectivos con intereses homogéneos y buen músculo de voto, les echa calderilla, y esa calderilla se la hace pagar a las clases medias y productivas.
Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. | Europa Press

No irá tan bien España cuando a nadie, menos a los colocados en la Administración, le llega ni para pipas. Las varas de medir el crecimiento económico, el del empleo, la inflación, etc, recuerdan a las básculas trucadas o incluso al relleno de algunos sujetadores. Subir las pensiones y el SMI es una manera indirecta de reconocer eso. El homenaje que la "hiprogresía" rinde a la realidad, que no necesariamente a la virtud.

Otra cosa es que sea un homenaje hecho de migajas que encima nos salen carísimas. Las cuatro perras que les suben a pensionistas y perceptores del SMI nos hacen sudar sangre a todos los demás. No sólo a los empresarios que pechan con las cotizaciones. También a los autónomos, el coto privado de caza favorito de Hacienda. Lo que ocurre se puede resumir así: el gobierno, lejos de defender seriamente el interés general, identifica a determinados colectivos con intereses homogéneos y buen músculo de voto, les echa calderilla, y esa calderilla se la hace pagar a las clases medias y productivas, preferiblemente por la puerta de atrás.

El brutal choque entre los dos ¿socios? del supuesto gobierno más progresista de la Historia, a cuenta de si la subida del SMI debe o no debe tributar, ha llevado para variar el tema a la puerta principal. A la puerta grande. Ha hecho visible que una mano lava la otra, y las dos, el bolsillo de todos.

Subir el SMI de la manera que se hace, sacándose de donde se saca, puede ser una trampa demagógica, como apuntábamos. Pero que la mitad de la subida se la lleve Hacienda es ya directamente una burla. En la práctica, lo que más sube es la mordida de la piraña administrativa que crea muchos más problemas de los que resuelve. Acabamos de vivir en Cataluña una revuelta payesa que el gobierno Illa sólo ha conseguido desactivar prometiendo una rebaja significativa de la burocracia que ahogaba las explotaciones agrarias y dejaba en papel mojado cualquier ayuda que se les prometiera. ¿Se dan cuenta? El papeleo que tan caro nos sale sólo sirve para justificar la multiplicación de cargos de designación directa, creación de nuevos organismos a cual más confuso y más inútil, etc. Si tú te quieres, digamos, empadronar en tu casa, abrir un negocio, cobrar una dependencia, te hacen ir de la ceca a la meca, ignorando olímpicamente que con las nuevas tecnologías muchas cosas se podrían resolver en un pis-pas en una ventanilla única. O incluso sin las nuevas tecnologías: bastaría con que todos llamaran a Hacienda, la única que mueve el culo para enterarse de todo.

Luego critican a Milei por su motosierra o a Elon Musk porque amenaza con hacer limpieza de funcionarios públicos. Pero ocultan que gran parte de los sobrecostes de la Sanidad pública se van a pagar sobresueldos, no a cubrir déficits dramáticos de asistencia. O que a los enfermos de cáncer se les regatean fármacos porque son muy caros. O que los enfermos de ELA siguen esperando que se cumpla la ley que les prometieron, por supuesto sin memoria económica acorde y sin presupuestos a la vista. Podrían arreglarlo con partidas extraordinarias si quisieran. Pero no quieren. Tienen otras prioridades. No debería extrañarles que la gente empiece a preguntarse en todas partes, no sólo en Argentina o en Estados Unidos, si tantos servidores públicos como tenemos valen lo que cuestan.

Hacienda no somos todos porque siempre pagamos los mismos. Ahora pueden pasar dos cosas: que la sorprendente decisión de subir el SMI, pero llevarse la mitad en impuestos, se mantenga, o que decaiga por la ofensiva combinada del PP, de Podemos y de otros partidos, ¿socios? del gobierno incluidos. Pero es igual. Si ganan unos, pagaremos. Si ganan otros, pagaremos por otro lado. O nos pondrán otros impuestos o nos quitarán servicios.

Como nota a pie de página: una vez más, Pedro Sánchez parece que se lleva un revolcón, pero en el fondo se acerca a su objetivo. Hace tiempo que el actual presidente del gobierno sabe que Yolanda Díaz es un cadáver político y que Sumar se hunde. A plomo. Si se hubiera hundido más despacito, es posible que Sánchez hubiera adelantado elecciones ya, para atajar la previsible pérdida de su mayoría de bloqueo. Pero el hundimiento ha sido tan rápido que ahora esa opción ya no existe. Ahora el PSOE ya tiene que ir a por todas. A machacar a Sumar. Y a intentar quedarse con todos los votos suyos que pueda. Una parte de esos votos volverá a Podemos, cómodamente retornado a la adolescencia sin responsabilidades institucionales, mientras la camarada Yolanda se ahoga en su propio vómito. Si sale del gobierno, se la come Pablo. Si se queda, se la come Pedro.

Pero una parte de los votos de la izquierda volverán al redil socialista, porque la gente empieza a estar muy harta de ministros comunistas que o son unos falsos, o no sirven para nada, o las dos cosas. Sánchez ha empezado a poner los cuernos a sus propios socios de gobierno con otros que técnicamente no lo son pero que le ayudan a darse baños de centralidad. Es verdad que algunas concesiones a Puigdemont en temas nacionales y territoriales pasan factura. Pero cuando se entienden en cuestiones más económicas, como lo que pasó con el dichoso decreto ómnibus, quieras que no se centran el uno al otro. Sánchez parece más normal y Puigdemont más influyente. ¿Alternativas? Buena pregunta del cordero para su madre.

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