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Irrepetible

La capacidad de Huertas de pensar, con casi 42, con esa certidumbre mientras el corazón late a 180 y el marcador y el reloj aprietan es inusual.

La capacidad de Huertas de pensar, con casi 42, con esa certidumbre mientras el corazón late a 180 y el marcador y el reloj aprietan es inusual.
acb Photo / E. Cobos

¿Cuántas veces, querido lector, ha escuchado durante la narración de un partido eso de ‘¡Esto es para enseñarlo en las escuelas!’? Vaya por delante que me parece bien que los locutores deportivos se preocupen por la mejora de las categorías inferiores, pero es la citada una frase que quizá se usa demasiado a la ligera. Me ha resultado curioso escucharla alguna vez en situaciones como un alley-oop que requieren de un potencial físico de esos que raramente pueden encontrarse en los centros de formación.

Sin embargo, efectivamente no todo lo que sucede en una cancha profesional es algo que no se pueda enseñar quienes empiezan a botar un balón (o a darle patadas, que no es este asunto exclusivo del baloncesto). Queridos entrenadores de cantera: pónganle a sus jugadores y jugadoras vídeos de Marcelinho Huertas. El base brasileño se convirtió este jueves en el jugador más veterano de la historia en jugar un partido de Copa del Rey. Lo hizo con 41 años, 8 meses y 16 días y firmó una exhibición que cabría ser calificada de descollante si no fuera porque el paulista nos ha acostumbrado a este escenario. 22 puntos, 6 asistencias y 6 rebotes firmó en los cuartos de final coperos para, con 30 créditos de valoración -¡su mejor actuación en una Copa del Rey, a los 41!-, ejercer de verdugo de un Barça (91-86) que parecía llegar en línea ascendente a la cita de Gran Canaria pero que se asoma de nuevo a días de cuchillos largos tras descoserse de forma inaceptable desde que Kevin Punter se lesionó en el hombro al poco de comenzar la segunda mitad del partido.

Pero este artículo es para hablar de Huertas, no de ese Barça zozobrante. Me permito asegurar que el fenómeno de ‘Marce’ no lo he visto nunca en mi vida al menos a este lado del Atlántico. Recuerdo algunos cuarentones dando un nivel aceptable en el baloncesto europeo, pero nunca haciéndome dudar de si estaban en el mejor momento de forma de su carrera. Solo el caso de ‘Chichi’ Creus, motor de aquel TDK Manresa capaz de ganar una Copa y una Liga ACB a finales de los noventa, podría resultar semejante. Pero, aunque sé que esto resultará polémico, pues Huertas no ha llevado de momento al La Laguna Tenerife a semejantes hitos, sí que pienso que la regularidad del brasileño es, en mi opinión, ya superior a la del catalán. Marcelinho es el mejor jugador de su equipo día sí y día también. Para muestra, en el último partido de los aurinegros antes de la Copa (polémica victoria 77-78 en Murcia), se fue hasta los 28 puntos y 7 asistencias. Da igual, incluso cuando numéricamente no brilla, que es muy pocas veces, su equipo juega a lo que él dicta.

Lo más alucinante de este fenómeno que llegó a España hace dos décadas jugando a un ritmo frenético y que lleva años reconvertido en maestro del bloqueo y continuación, es su certeza en la toma de decisiones en la cancha. Se hace difícil pensar en un jugador que tenga tanto tiempo el balón en las manos, que sea el que decide tantas veces a qué juega su equipo, y que se equivoque tan pocas veces. Y equivocarse no es fallar un tiro o meterlo. Es tomar una mala decisión, tirar cuando no corresponde, pasar a donde no se debe o excederse en el bote, por poner tres ejemplos de situaciones que uno tiene la sensación de que prácticamente nunca le suceden a esa cabeza privilegiada que es la de Marcelinho Huertas. Su capacidad de pensar, a los casi 42 años, con tal nivel de certidumbre mientras el corazón le late a 180 pulsaciones y el marcador y el reloj de partido aprietan es francamente inusual. Nunca vista, seguramente. Por momentos, pareciera que hasta la defensa que le asignen le da igual. Como ejemplo, vean el partido de cuartos copero: ya podía Joan Peñarroya ponerle un defensor más pequeño como Juan Núñez, o dos mucho más grandes y físicos, como Tomas Satoransky o Justin Anderson, que Marcelinho Huertas no se equivocaba.

Estamos ante un jugador irrepetible. Paladeen, aficionados, cada sorbo del sensacional base brasileño. En buena lógica podría no quedarle mucho tiempo a este nivel, por mucho que, como dirían los modernos, ‘troleara’ el pasado verano a los excépticos al renovar con La Laguna Tenerife... ¡por dos temporadas! Y por qué no, qué más da el DNI cuando se juega ese nivel. Si le le ve jugar y sin saber su edad, ni por asomo nadie se plantearía una retirada del brasileño.

Lo que hay que meditar, en este caso sí, es poner vídeos de Huertas en las escuelas. Para explicar qué es un base, poco mejor que ver al cuarentón aurinegro y su casi interminable repertorio: toma decisiones exquisita, dirección de juego impecable, manejo de balón, aceleraciones, frenazos y, claro, una capacidad de pase maravillosa. ¡Incluso en salto, porque hasta es capaz de llevar la contraria una y otra vez a esos que aseguran que pasar desde el aire siempre merece castigo en el baloncesto! Un consejo final: la próxima vez que escuchen ese mantra, contesten citando Marcelinho Huertas. El irrepetible.

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