
Lo primero que me gustaría decir antes de entrar en materia es que pase lo que pase en partidos como el de anoche, lo que se vive antes y durante encuentros de esta magnitud es una auténtica maravilla. Es un privilegio estar en escenarios así y aunque el desenlace en ocasiones no sea favorable a tus intereses, el Atlético de Madrid y el ambiente del Metropolitano le hacen a uno sentirse un auténtico privilegiado. Eso y el orgullo que deben sentir hoy todos los rojiblancos por su equipo, el cual hizo todo lo humanamente posible para pasar la eliminatoria.
Ahora bien, lamentablemente el Atlético de Madrid juega en Matrix. Así de claro. ¿Recuerdan la película verdad? Era esa en la que existía una realidad simulada, programada, controlada y supervisada en la cual por cierto cuando algo se escapaba al entendimiento, se cambiaba el programa de nuevo y se seguía como si nada. Ahí juega el Atlético de Madrid. Porque me niego a llamar mala suerte a lo que rodea al cuadro rojiblanco en momentos como el de anoche y si me salgo del control de Matrix, aquí estoy con el pecho por delante, saliéndome.
Y claro, jugando en Matrix es realmente difícil derribar muros tan altos como el del Real Madrid. Ojo, el cuadro rojiblanco, aún no sé cómo la verdad, ha derribado ese muro ganándole al conjunto blanco y al Barcelona de Negreira dos Ligas, una Copa, una Supercopa de España y una Supercopa de Europa, sin embargo, todo esto debe considerarse un milagro o quizá un fallo de Matrix que al final se acaba subsanando por otro lado. Todo programa tiene sus fallos y visto lo visto, el Atlético solo puede agarrarse a eso para ganar.
Lo que viví ayer en primer persona en el Metropolitano fue lo más raro que he visto en mi vida. Cuando ocurrió lo del penalti de Julián toda la zona de prensa y los aficionados de alrededor se miraban intentando entender qué había ocurrido para que el tanto marcado por Julián tuviese un color rojo en el círculo y no uno verde. Cuando empezó a llegar la razón de anular tal penalti, iluso de mí, pensé que tenía que ser algo muy muy muy muy claro para pitarlo. La tanda siguió, ganó el Real Madrid y ya con todo calmado me puse a revisar las imágenes. Han pasado horas y sigo sin ver el doble toque de Julián. No lo veo, lo siento. Tengo amigos del Madrid que me pasan imágenes acompañadas de gritos: ¿No lo veeeeeeeeeeeees? No, no lo veo. Pero no lo veo yo, no lo ven la mayoría de seguidores del planeta fútbol e incluso no lo ven diarios como Olé en Argentina, donde se echan las manos a la cabeza buscando una razón para seguir creyendo en este deporte.
La realidad por mucho que Matrix la quiera alterar es que no hay ni una sola repetición donde se vea claramente que Julián toca dos veces el balón. Ni una. Habría que ser muy muy muy muy muy muy muy muy muy muy muy muy muy madridista para estar en el VAR y buscar eso de forma tan milimétrica cambiando así el sino del partido. Muy madridista. Más que Florentino casi. Más que Don Santiago Bernabéu. No se buscó eso en el penalti de Messi del Mundial, por ejemplo. ¿Por qué? Porque nadie hila tan fino, señoras y señores. Nadie hila tan fino si no estás deseando encontrar algo. Algo que, lo siento, no vería ni un halcón a un metro de la jugada porque es inexistente.
Ahora imaginad por un momento que el Atlético pasa a cuartos por un penalti de Mbappé como el de Julián. Sin ninguna repetición donde se vea con total claridad que le pega dos veces. Ahora mismo aún estaría la gente encerrada en el Metropolitano a espera de ser juzgada. Denuncias, campañas, llamadas a UEFA, especiales televisivos, arquitectos trabajando a destajo buscando el error... Pero al revés no pasa absolutamente de nada. Esto acabará quedando en los libros de historia como el doble toque de Julián. Ya ha pasado antes. En Milán se sigue hablando de Juanfran al palo cuando eso fue lo menos importante del partido. El relato lo matará todo para variar y ya escucho llegar a los agentes Smiths.
En fin... al invento le llaman fatalidad y al arte de alterar la realidad, Pupas. El Atlético de Pupas en Champions tiene poco. De víctima real, mucho.