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Sánchez, sin presupuestos y sin vergüenza

Sánchez está dispuesto a gobernar sin presupuestos porque no tiene más proyecto político que el enaltecimiento de su ego y su supervivencia

Pedro Sánchez ha dado sobradas muestras de su falta de respeto por las más elementales prácticas de la democracia. Mantiene a un fiscal general investigado por el Tribunal Supremo, amenaza a los jueces que investigan a su esposa y a su hermano, accedió al poder de la mano de un sujeto como José Luis Ábalos, ha mentido tantas veces que se ha perdido la cuenta y gobierna gracias al apoyo de un golpista fugado en Suiza, otro golpista indultado y amnistiado, del partido heredero de una banda terrorista y de la extrema izquierda. En ese contexto, cabe suponer que tener o no tener presupuestos es la menor de sus preocupaciones.

El presidente del Gobierno desprecia la educación, odia las buenas maneras, ignora la diplomacia y menosprecia hasta tal punto la democracia que no tiene inconveniente en gobernar sin presupuestos. Es más, seguramente crea que es una ventaja en la medida en que se impide el control del gasto y es terreno abonado para las prácticas corruptas tan afectas al socialismo.

Cualquier presidente de Gobierno que se tenga por demócrata no dudaría a falta de presupuestos en dimitir y convocar elecciones, pero ese no es el caso de Sánchez, al que la democracia, la separación de poderes y las leyes le parecen meros estorbos, engorrosos obstáculos a dinamitar en favor de la consecución de su objetivo de detentar el poder.

Carecer de Presupuestos Generales del Estado le evita pasar cuentas, reflejar con transparencia el coste de sus delirantes preferencias y de sus carencias. Tampoco le importa que la Unión Europea le afee la conducta. Sin presupuestos puede hacer trucos y más trucos con el gasto militar, engañar a sus socios y estafar a la oposición. Y no le importa lo que diga la Constitución, la obligación que tiene el Gobierno de presentar un proyecto de cuentas públicas aunque sea para que los demás partidos se lo tumben. Le incomoda sobremanera perder votaciones y la mejor forma de evitarlo es eludir toda iniciativa que comporte su ratificación en el Congreso.

Sánchez está dispuesto a gobernar sin presupuestos porque no tiene más proyecto político que el enaltecimiento de su ego y su supervivencia. Y si para ello tiene que pactar con la extrema derecha catalana las cuotas de menores inmigrantes no acompañados lo hace sin problemas. Es más, lo hace mientras se vende a sí mismo como un valladar frente a la extrema derecha mundial, tal es su desenvoltura.

El líder socialista está dispuesto a batir otro récord negativo. Agotar la legislatura prorrogando durante cuatro años los Presupuestos Generales del Estado. Es un reto que le motiva. El descontrol absoluto del gasto, la vía directa hacia la ruina de los españoles, otra prueba superada por parte del hombre al que despidieron del PSOE por tramposo y logró recuperar su cargo primero y la Moncloa después con una moción de censura defendida por Ábalos. Con semejantes antecedentes, cualquier cosa es posible.

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