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25 millones de vergüenzas

No me fio en absoluto de una ministra de Sanidad que ha tardado años en pasar por el aro y financiar un medicamento que puede salvar la vida a decenas de niños españoles enfermos de leucemia.

No me fio en absoluto de una ministra de Sanidad que ha tardado años en pasar por el aro y financiar un medicamento que puede salvar la vida a decenas de niños españoles enfermos de leucemia.
EFE

Ahora que Mónica García ha accedido a financiar el fármaco para el tumor infantil más frecuente, tras un bochornoso intento de librarse de hacerlo que ha durado meses y que ha causado un dolor inmenso a las familias afectadas, es hora de hacer algunas consideraciones sobre el odio profundo que este Gobierno no oculta hacia todos los españoles. Es el Gobierno de la muerte, fascinados por abortos y eutanasias, pero con un desprecio nauseabundo por la vida de los demás, más aún por la vida de los menores con enfermedades graves, a los que les niegan una y otra vez tratamientos innovadores, y a cuyo paso estos cretinos okupas de coche oficial deberían besar repetidas veces el suelo, aspirando un poco de la dignidad y la belleza que no conocerán en toda su maldita vida.

Convengamos que, de la estratosférica cifra de dinero público que el Gobierno arroja a la pira de su insaciable maquinaria, el más loable de los destinos es la atención sanitaria, y más aún la atención sanitaria de niños con enfermedades graves. Con una falta de sensibilidad que define al personaje, la ministra Mónica García mantuvo desde febrero la negativa a financiar el blinatumomab, anticuerpo fundamental para tratar de salvar la vida a niños con leucemia linfoblástica aguda. Me ahorro calificativos que me merece la señora y que laten a esta hora en mi cabeza, por si están ustedes leyendo y desayunando a la vez.

Justificó esta maldad García con una lluvia de argumentos inverosímiles, descalificaciones a la oposición –que sin duda es exactamente lo que importa a las familias de los niños con cáncer—, y con balbuceos sobre la sostenibilidad del sistema sanitario. Es decir, vetaban el medicamento por falta de presupuesto. Y es esta última objeción la que me inflama ardorosamente las nobles localizaciones. Porque en esta saqueadísima nación hay pasta para absolutamente todo, para lo más enloquecido que puedas imaginar, menos para lo importante. ¿Cómo se lo explico, García?

Señora, que su Ministerio gasta más de 130 millones de euros al año en financiar, promover, y casi imponer el aborto en todas sus modalidades.

Señora, que su Gobierno regaló 60 millones de euros a la corruptísima OMS, responsable de ocultar junto a China el origen y la verdadera dimensión del coronavirus, solo porque Trump decidió abandonar esa inútil organización.

Señora, que su Ministerio compró a unos chinos 500.000 batas desechables por 11 millones de euros, abonando 16,7 euros por unidad cuando en el mercado se ofrecían 0,30 euros; que solo le falta arrojar fajos de billetes por la ventana del ministerio.

Señora, que su Gobierno destinó mil millones de euros a comprar material sanitario durante la pandemia, pero solo justificó la entrega a comunidades autónomas del equivalente a 256 millones, mientras tenemos sobradas razones para preguntarnos si los 748 desaparecidos estarán escondidos bajo la cama de una suit de Paradores.

Señora, que si no fuera por el voto en contra de la oposición, habría salido adelante su estúpida idea de crear una Agencia Estatal de Salud Pública poniendo al frente de la misma a Fernando Simón, el inútil que hizo que la pandemia fuera devastadora, insoportable y ruinosa para España, dejando a la nación en coma desde entonces.

Señora, que su momento más memorable al frente de Sanidad fue la lucha histérica e histriónica contras las sombrillas que ponen "Heineken" o "Estrella Galicia", incluso aunque sean 0,0%, que es el modo que idearon tiempo atrás las cerveceras para burlar las trabas que tanto divierte poner a los políticos al sector privado desde sus cómodos sillones ministeriales.

Señora, que sin necesidad de buscar mucho en las mil partidas despilfarradoras de Sánchez, su Gobierno ha pedido que el catalán, el gallego y el euskera sean lenguas oficiales en la UE, comprometiéndose a asumir íntegramente los 132 millones de euros al año que cuesta a Europa esta gilipollez; millones y millones de euros más de lo que costará el tratamiento de blinatumomab a los niños enfermos. Pero, claro, ¿qué es más importante?

Se lo diré yo. Lo más importante es su dimisión. Que se largue a casa. Porque, no sé ustedes, pero yo no me fio en absoluto de una ministra de Sanidad que, a pesar del clamor social, la movilización periodística, y el consenso médico, ha tardado años en pasar por el aro y financiar un medicamento que puede salvar la vida a decenas de niños españoles enfermos de leucemia. Que el retraso de años en los que se ha atrincherado en estúpidos argumentos, sabiendo que cada día es crucial para salvar la vida de un niño con cáncer, define íntegramente, no al político, sino a la persona.

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