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Comodín nuclear

Nunca hemos estado tan cerca de volver a las ramas de los árboles.

Nunca hemos estado tan cerca de volver a las ramas de los árboles.
Europa Press

PRIMERA EVIDENCIA: Tras el apagón, un hecho ha quedado claro: Sin comodín nuclear, y en su defecto, de la energía hidráulica y la proveniente del ciclo combinado de gas no se puede garantizar la estabilización de la red eléctrica si su fuente proviene mayoritariamente o exclusivamente de energías renovables, tipo eólica y solar.

Ideología contra hechos. El gobierno de Pedro Sánchez antepone la ideología a la ciencia. Su empecinamiento y el de sus compis podemitas siguen instalados en aquella campaña de los años 70 de "Nucleares, No Gracias", que convirtió a la energía nuclear en enemigo número uno de la humanidad. Desde entonces, y a pesar de las evidencias, la mayoría de la población sigue creyendo que la energía producida por las centrales nucleares contamina. A pesar de la evidencia de que es completamente limpia. La sombra de los residuos radioactivos, los posibles accidentes y la amenaza de la guerra nuclear no ayudan a espantar sus fantasmas.

Nadie antepone la energía nuclear a las renovables, al contrario, sería ideal que lo fueran en un 100%, pero hoy por hoy es científicamente imposible garantizar la estabilidad del sistema de distribución de energía eléctrica sólo con las renovables. De ahí el apagón del lunes. Y los que vengan, si siguen empeñados en convertir en religión lo que sólo son hechos.

SEGUNDA EVIDENCIA: Pedro Sánchez lo ha vuelto a hacer. Toda la parafernalia de la comparecencia estuvo encaminada a ver cómo engatusar a los ciudadanos con sus chismes en lugar de darles la información de sus causas, y sus posibles soluciones. En una palabra, sacudirse de encima toda responsabilidad y embarrar el campo de juego. En este caso, dejando colgado en el aire un posible ciberataque y responsabilizando a las energéticas privadas. O sea, mintiendo. Si el fantasma del ciberataque fue la hipótesis inicial de cualquier ciudadano, enseguida se descartó por los propios técnicos de Red Eléctrica. Seguir sosteniendo la sospecha, sólo es sacudirse de encima las propias pulgas, sobre todo, teniendo en cuenta que es el propio Estado el accionista mayoritario de Red Eléctrica con una participación del 20 % y su presidenta, Beatriz Corredor, una exministra socialista sin cualificación para el cargo, colocada por Pedro Sánchez nada más llegar al Gobierno en 2018.

TERCERA EVIDENCIA: La más útil y pedagógica, una bendición del cielo para una sociedad ociosa y confiada, que desconoce por completo la fragilidad de su vida. En un instante, cinco segundo escasos, y toda la riqueza, abundancia, seguridad, y comodidades que le rodeaban, podrían desaparecer. Las nuevas tecnologías nos facilitan la vida, pero no nos la garantizan. Cuanto más y mejor estamos, más débiles somos. Hoy, un campesino de la Edad Media podría sobrevivir mejor que cualquier urbanita actual tras un ataque masivo al sistema eléctrico, al envenenamiento de aguas o al desplome de satélites artificiales. Dependemos de tanta tecnología que los ciudadanos de a pie no controlamos nada, somos tantos millones hacinados en ciudades de adoquines, que lo peor no sería carecer de lo básico: energía, agua corriente, comida; sino los otros. Nosotros mismos.

Podemos ser altruistas ante la desgracia del vecino durante unas horas, comportarnos como la civilización nos ha enseñado a lo largo de milenios, pero bastará que las necesidades propias o del entorno familiar más cercano sean amenazadas más de tres días, para convertirlos en enemigos despiadados. ¡Y somos tan inconscientes de ello..!

Lo decía ya en 1929 Ortega y Gasset a propósito del S.XIX en el capítulo de "La rebelión de las masas", "La época del señorito satisfecho":

La civilización del siglo XIX es de índole tal que permite al hombre medio instalarse en un mundo sobrado del cual percibe sólo la superabundancia de medios, pero no las angustias. Se encuentra rodeado de instrumentos prodigiosos, de medicinas benéficas, de Estados previsores, de derechos cómodos. Ignora, en cambio, lo difícil que es inventar esas medicinas e instrumentos y asegurar para el futuro su producción; no advierte lo inestable que es la organización del Estado, y apenas si siente dentro de sí obligaciones. Este desequilibrio lo falsifica, lo vacía en su raíz de ser viviente, haciéndolo perder contacto con la sustancia misma de la vida, que es absoluto peligro, radical problematismo.

Lo que aún no sabía Ortega es que vendría un día, en que "el señorito satisfecho" que percibe la abundancia, pero no su coste, se ha convertido en tan bobo, que la exige por el mero hecho de nacer. Y en tan analfabeto que se cree un sabio por el mero hecho de poseer pantallas digitales donde puede encontrar todo. Sin reparar que hay que entenderlo, y en sospechar que en un instante le pueden cortar la luz. Nunca hemos estado tan cerca de volver a las ramas de los árboles.

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