La caída de tensión eléctrica del pasado lunes, que dejó a España sin luz durante más de doce horas, debería propiciar una revisión profunda de nuestro sistema de producción de energía para garantizar que algo así no pueda ocurrir en el futuro. Cualquier gobernante serio emprendería ese curso de acción ante un evento de tal envergadura, pero hablamos de Sánchez y de su agenda ecologista, dos circunstancias que esterilizan de raíz cualquier intento serio de cambiar un sistema que hace aguas por todos lados.
Aunque el Gobierno insiste en que todo se hizo magníficamente bien y que algo así no va a volver ocurrir, lo cierto es que nuestro mix energético, ultradependiente de las fuentes renovables, parte de una descompensación estructural que lo deja inerme ante la llegada de picos extremos de oferta o demanda. Sin una base suficiente de energía nuclear, termodinámica o hidroeléctrica, las únicas fuentes capaces de dar estabilidad a la red de distribución, España depende de la pericia administrativa y el equilibrismo técnico de un operador como Red Eléctrica Española, dirigido por una socialista desnortada que ha demostrado esta semana su profunda incompetencia.
El Gobierno y sus voceros pueden seguir con su parloteo tratando de echar tierra sobre las causas reales del apagón, pero lo que ha quedado demostrado es que el origen estuvo en una abundancia excesiva de energías renovables, que Red Eléctrica no pudo ajustar a la demanda real provocando el colapso de todo el sistema. Con un esquema generador en el que las renovables representan el 70%, los apagones pueden volver a producirse en el futuro como vienen advirtiendo todos los expertos, incluidos los que auditan la labor de Red Eléctrica, cuyos informes anuales señalan esta falla estructural como una de las principales amenazas para la industria y la economía.
Pero Sánchez no va a dar marcha atrás, aunque ello traiga consigo nuevos eventos catastróficos como el que sufrimos el pasado lunes. Están en juego los principios ideológicos de la izquierda radical, por lo que acometer una revisión profunda que rebaje el peso de las renovables en nuestro sistema eléctrico está descartado; al menos mientras Sánchez siga en la Moncloa.
La prioridad del sanchismo y sus socios no es el interés general, sino la profundización en la agenda ecologista global, que tiene en la supuesta lucha contra el cambio climático su principal eje dogmático. Por eso, los planes de Sánchez son aumentar aún más nuestra dependencia de la energía solar y eólica, que pretende elevar hasta el 82% en pocos años a despecho de la alarma de los mercados y las advertencias de todos los expertos.
Siendo esto así, sorprende la parálisis del principal partido de la oposición en un asunto que debería liderar frente a la sociedad española. No solo denunciando las trapacerías del Gobierno y la incompetencia de sus enchufados, como está haciendo el PP, sino proponiendo con urgencia la revisión profunda de un sistema precario, estructurado artificialmente para cumplir con las exigencias delirantes del ecologismo y sus amenazas ficticias.
Pero el PP es víctima de su pasado y deudor de sus compromisos políticos actuales, uno de los cuales es, precisamente, la permanente referencia al cambio climático como el causante de todos los males de las sociedades avanzadas. Mientras no rechace ese constructo propagandístico de la izquierda, su exigencia de responsabilidades al Gobierno socialcomunista carecerá de credibilidad ante una sociedad que ya está harta de pagar las consecuencias de las mentiras del ecologismo radical.