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Como pollos sin cabeza

Desde antes del tristemente famoso "apagón" veo al presidente Sánchez en continua alerta, sin tiempo para detenerse, ver y pensar antes de opinar.

Desde antes del tristemente famoso "apagón" veo al presidente Sánchez en continua alerta, sin tiempo para detenerse, ver y pensar antes de opinar.
Europa Press

Quizá los más jóvenes no hayan oído antes esta expresión, propia del lenguaje popular, que identifica a aquellos que van de un lugar a otro con prisas, sin un destino u objetivo claro y sin saber para qué tanto movimiento. Es decir, los caóticos, carentes de organización y sin rumbo determinado.

Su referencia configura a personas que, aún con grandes virtudes, no parece aconsejable confiarles responsabilidades, porque, según y cómo, quizás queden en el olvido en su primer momento.

El problema, precisamente, puede plantearse cuando, por razón de cargo o función específica, aquellas están obligadas a asumir responsabilidades, sencillas o complejas, pero que, en ambos casos, se espere tengan fiel cumplimiento en tiempo y forma.

¿Puede esto darse en personas de gobierno, que requieren sosiego y tiempo para estudiar los problemas, valorar las soluciones, y tomar una decisión, acorde a los intereses generales? Yo, sin que sirva de ejemplo, tengo profundas dudas.

Desde antes del tristemente famoso "apagón", veo al presidente Sánchez en continua alerta, sin tiempo para detenerse, ver y pensar, antes de opinar y publicitar su opinión que, naturalmente, tiene interés para todos los españoles.

La primera declaración, del presidente del Gobierno, aquel día, que yo recuerde, fue con la intención –digo yo que así sería– de tranquilizar a la nación, inquieta por el suceso, y problematizada por lo que a cada uno le hubiera podido suceder, caso de encontrarse en un ascensor, en un tren eléctrico…

No dudó el señor Sánchez en atribuir la razón de ser del corte –apagón– a los operadores privados; suponemos porque lo que buscan es su beneficio y no la seguridad del suministro –un tic social-comunista, que bien podría contentar a sus socios de gobierno–. Quizás, ese mismo tic pudo impulsarle también a acelerar la guerra contra las centrales nucleares, empeñándose en cerrarlas todas.

Por lo visto, la central nuclear es capitalista, afirmación que, de ser cierta, hace que nos preguntemos para qué tanto viaje a la República Popular China, sin enterarse de que allí –comunistas– operan 55 unidades con una potencia de 53.181 MW; más cerca, en Rusia –también comunistas, que yo sepa– hay operativas 37 unidades con una potencia de 27.727 MW; y, en nuestra vecina Francia, paraíso de los comunistas españoles, hay operativas 56 unidades, con una potencia de 61.370 MW.

Con razón, las nucleares españolas han reaccionado al proyectado desmantelamiento declarando que, en el apagón, "no fuimos ninguna rémora sino todo lo contrario", para quien esté interesado.

España, y Sánchez, contrariamente, han estado subvencionando la producción de fuentes renovables (las verdes), que parece sí han tenido algo que ver con nuestro apagón.

Es más, que tal peligro estaba ya advertido en el informe de REE cuando, ya en mayo de 2024, reclamaba atención en los "Criterios Generales de Protección del Sistema Eléctrico Español", por la entrada masiva de renovables en nuestro mercado. Informe que, según la información disponible, lo tiene el propio presidente, aunque ya sabemos que no tiene tiempo para todo.

Pese a ello, eludir la responsabilidad es lo último que se espera de un gobernante.

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