
El 23 de junio es, como mínimo, la fecha que marca el final de curso para el Atlético. Ese día el conjunto rojiblanco jugará en Estados Unidos contra Botafogo el último partido de la fase de grupos del Mundial de Clubes y si sigue ofreciendo espectáculos fuera del Metropolitano como los que lleva firmando toda la segunda vuelta, ahí sí estarán realmente de vacaciones.
Anoten la fecha de nuevo: 23 de junio. No antes. Puede que después si, ojalá, logran hacer algo grande en el Mundial, pero seguro que no antes. Así que algunos amigos de los paseos, les guste o no, quieran o no, no están de vacaciones y van a tener que seguir entrenando y jugando, como mínimo, un mes más. Hoy jueves, por ejemplo, a currar. Mañana viernes, nuevo entrenamiento. El sábado, previa de partido y el domingo choque ante el Betis. Después de eso, algún descanso más y de nuevo a Gerona para jugar contra el equipo de Míchel el fin de semana que viene. Y cuando acabe la Liga, sorpresa, seguirán sin vacaciones. Algo podrán hacer para darles descanso, pero nanai a la playa y los mojitos... Nada de vacaciones fijas. A currar de nuevo. ¿Por qué? Porque, guste o no, les motive o no, queda el Mundial de Clubes.
La realidad es que les guste o no, les motive o no, no van a tener vacaciones así que quizá sea hora de hacer real eso que tanto les gusta decir a los jugadores y los entrenadores en los documentales y entrevistas. Esa famosa frase de "a mí no me gusta perder ni en los amistosos" que tan bien queda sobre el papel y tan mal te deja luego si no lo cumples. Si eso es verdad, el Atlético debería sentir las derrotas y aún más las formas de caer derrotado, porque no es normal que los aficionados colchoneros tengan la sensación eterna de revivir el mismo partido fuera de casa. Leganés, Getafe, Cornellá, Gran Canaria, Pamplona... Para los equipos grandes son campos donde se ganan títulos, pero para este Atlético parecen Marina D´Or, ciudad de vacaciones.
El 2-0 ante Osasuna es un partido propio de un equipo blandito, inocente y cansado de jugar desde hace un mes si no es en el Metropolitano con su gente. Jugadores desaparecidos, partidos que se van por inercia, líderes que agachan la cabeza sin dar un solo grito y un entrenador que ha probado todos los onces posibles y sigue sin encontrar en el campo la intensidad que tanto busca. El Cholo tampoco está en su mejor momento, eso es indudable, pero le piden que ponga a Sorloth y Julián y los pone. ¿Resultado? Nada. ¿Le pidieron que sentase a Koke. Lo hizo. Nada. Griezmann, suplente en Pamplona. Nada. No gustaba Lenglet por su fallos. Lo quitó. Y nada. Balance final: nada, nada, nada y nada de nada. ¿Quién lo paga? El aficionado. Hincha, por cierto, que le guste o no, motivado o no, sigue pagando su cuota de socio para ver a su equipo. Así que si esto es un problema de motivación o de traumas por lo sucedido este curso, seguro que menos motivados y más traumatizados están los seguidores del Atlético.
La conclusión es que empieza a ser inaguantable este Atlético de Madrid y esto va más allá de los fallos estructurales de la plantilla patrocinados por la inacción de la directiva años atrás. También va más allá de la indudable falta de calidad en algunos puestos. Esto, ojo, también patrocinado por el "vender antes de comprar" que dejó tres veranos de fichajes paupérrimos. Al Atlético le sobran lemas y buen rollo y le faltan hechos y agresividad competitiva. Eso o no vender el pollino de que en ese vestuario hay campeones que solo saben ganar y odian perder. Atlético, motivado o no, no estás de vacaciones así que ejerce como un equipo laboralmente activo o empieza a limpiar del vestuario a los fans de vivir en un balneario anual.