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Pájaros de cuenta

En la España democrática nacida de la Transición siempre ha habido pájaros y, cómo no, pájaros de cuenta.

En la España democrática nacida de la Transición siempre ha habido pájaros y, cómo no, pájaros de cuenta.
Pedro Sánchez y José Luis Ábalos durante la pandemia. | LD/Agencias

Escribió Miguel Delibes unas páginas acerca de los pájaros de cuenta. Pero lo hizo sobre los de verdad, bípedos plúmeos y, en concreto, sobre el cuco, la grajilla y el cárabo. El cuco, ya se sabe, pone sus huevos en los nidos de los demás para que se los incuben. La grajilla es una robapera. En realidad roba toda clase de frutas, sobre todo, ciruelas y cerezas. El cárabo, carnívoro, se come, entre otras especies, a los pequeños pájaros como el pinzón u otras menudencias aladas. O sea, es caníbal.

Pero esos pájaros de cuenta no son malos ni buenos. "Estas aves actúan por instinto, obedecen a las leyes naturales, aunque, a los ojos de los hombres, algunas de sus acciones puedan parecer buenas y otras reprobables". Por ejemplo, el comportamiento de los tres protagonistas de Delibes ofrecía al escritor aspectos positivos y negativos. Los pájaros humanos son harina de otro costal.

Pero cuando entre nosotros hablamos de pájaros de cuenta no nos referimos a los pájaros de la ornitología, sino aquellos tipos, y tipas, humanos que han cometido algún delito, principalmente robo o estafa, u otros tipificados en el Código Penal, o que es capaz de cometerlos. O sea, unas personas de las que se debe desconfiar. Unos granujas, vamos. A veces se les quita el "de cuentas" y se dice sencillamente que tal tipo o tipa es un pájaro o pájara.

Ya habrán adivinado que todo esto viene al mensaje de Pedro Sánchez a su entrañable Ábalos del alma de la Marisú, sentando la tesis de que la ministra de Defensa, y ante jueza, Margarita Robles, es una pájara. Como en español no hay otro sentido que el antedicho, lo que ha debido querer decir el presidente del Gobierno es que su ministra es una pájara, alguien en la que no se puede confiar, a pesar de lo cual la ha mantenido en la cartera de Defensa, esa que quería eliminar el mentiroso, durante siete larguísimos años. Y lo que puede quedar.

Lo que está muy claro tras la lectura de estos mensajes entre el Puto Amo y el entonces vice Puto Amo es que ellos sí que son unos pájaros, y no sólo porque sean elementos de cuidado ante los que habría que haber tenido una cautela que se olvidó a Susana Díaz, cuyo fracaso fue letal para España, sino que son realmente unos pájaros de cuenta, esto es, pájaros que han cometido, presuntamente, delitos solos o en compañía de otros si damos crédito a las instrucciones judiciales.

Es entonces cuando se vienen a la cabeza otros pájaros, los de Daphne du Maurier, convertidos por Alfred Hitchcock en una pesadilla para los habitantes de un pueblecito no muy lejos de Londres, tal ver en su suroeste, en el entorno de Cornualles. Sin previo aviso, el número de pájaros comienza a aumentar y de pronto comienzan a atacar a los seres humanos sembrando al final la incertidumbre de si logran o no su propósito de acabar con ellos.

Cuando uno piensa en España, es licito sentir la sensación de que una bandada de pájaros de cuenta se ha percatado de que la democracia como sistema político, no muy atinadamente desarrollado a partir de la Constitución, es un campo abonado para atacar a su población mediante la violación de las normas, el atraco y, fíjense en el blanqueamiento de los etarras, en el crimen, como los pájaros de cuenta de Delibes.

En la España democrática nacida de la Transición siempre ha habido pájaros y, cómo no, pájaros de cuenta, pero nunca tantos sobrevolando el destino de la nación y desde luego, nunca en tanta cantidad animados por un deseo irrefrenable de destruir a los ciudadanos, destrozando sus raíces, su posibilidad de convivencia, su derecho a la continuidad y su necesidad de un destino común, compartido y mejor.

Desde 1978, los pájaros del nacionalismo nos hicieron creer que eran respetuosos con el ordenamiento constitucional, lo que se demostró un graznido barato en cuanto tuvieron la oportunidad. Los comunistas parecieron entonar el gorjeo de la reconciliación, pero refundados por el bolivarianismo han vuelto a las andadas.

Los socialistas que nos hicieron creer, no sin sospechas por sus comportamientos ya desde 1982, que iban a ser fieles a la democracia como sistema de creencias y conductas, nada más llegar al gobierno comenzaron una tarea de picoteo inmisericorde de sus pilares jurídicos y políticos. Espinosa de los Monteros salva a Felipe González de esta quema. Supongo que sabrá por qué.

Por el otro lado, las varias derechas que prometían una defensa a ultranza de principios e instituciones, comenzaron a aceptar la incubación de los huevos ideológicos de los demás, siguieron aceptando el robo y el expolio como procedimiento (como los demás) y aceptaron ser cómplices del envilecimiento general de una España que consentía que Otegui y sus buitres arbitraran el destino nacional.

Llevamos cuatro décadas con pájaros en los aleros del gobierno y la Constitución esperando el momento para acabar definitivamente con la nación española. Pero nunca hubo tantos y tan peligrosos. Podemos preguntarnos, como du Maurier de sus terribles aves, cómo se ha almacenado en sus cerebros, sus picos y sus ojos ese instinto de destruir a España, no solo como Estado democrático, sino como Nación. Pero es mejor que nos preguntemos si tenemos algún remedio para evitar que nos destruyan "con toda la certera y demoledora precisión de unas máquinas implacables".

Mira por donde ahora se acerca un congreso del PP. A lo mejor se les ocurre algo para espantar a tanto pájaro, también a los que tienen en su tejado. "Defensa de la verdad y de cada persona", acaba de escribir Isabel Díaz Ayuso como prólogo al libro de Esperanza Aguirre, Una liberal en política. Sería menester un desarrollo ilusionante y que pueda creerse, porque de fe estamos ya cortitos. Rajoy dividió el partido en tres. ¿Será posible el milagro de un tres en uno con tanto pájaro suelto?

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