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¿A qué hora cae el Gobierno?

Resolver una crisis colosal con ayuda de Montero, que olvidó pasar por la fábrica el día del reparto de cerebros, conduce irremediablemente a la melancolía

Resolver una crisis colosal con ayuda de Montero, que olvidó pasar por la fábrica el día del reparto de cerebros, conduce irremediablemente a la melancolía
El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez. | EFE

Suele ocurrir. Lo más interesante de las tertulias son los comentarios que se producen durante la publicidad. Hace unos años, compartiendo tertulia con un expolítico que entonces estaba en activo, me quedé asombrado cuando, durante la pausa publicitaria, aprovechó para instruirnos a los demás en el noble arte del delito, confesando allí mismo una irregularidad que no por pequeña resultaba intrascendente, sobre cómo se libraba de las multas de tráfico. No haré leña del árbol caído, que a fin de cuentas el hombre acabó en prisión por otros asuntos no tan pequeños -¡no se podía saber-, pero sirva el ejemplo para ilustrar la sensación de impunidad con la que algunos viven en la parcela de poder que les otorga la democracia. Solo así se explica la exhibición delictiva frente a cámaras, técnicos, y compañeros de tertulia; breve recordatorio para bocazas: por lo general, lo que ocurre en la pausa también queda grabado aunque no se emita.

Así, lo más revelador de la última semana no lo hemos conocido por la UCO sino por un micrófono abierto que su protagonista creía cerrado. En comunicación con la vicepresidenta María Jesús Montero, la periodista de la Ser confiesa en antena por accidente cómo están las cosas en el PSOE: "Están perdidísimos", dice. Y es verdad en todas sus acepciones. Están perdidos porque no saben ya ni qué decir, y están perdidos porque no hay nada que puedan hacer ya, salvo vender a plazos las letras rojas y montar en Ferraz una sauna. Cualquiera que ose exhibir esas siglas, ya sea para una alcaldía, para una comunidad, o para una próxima candidatura nacional cargará con la leyenda negra del partido hecha realidad, y su logotipo se verá ataviado con la tipografía de El Padrino y coronado con una cabaretera de neón con poca ropa.

La situación de Sánchez es complicada porque él mismo se ha encargado de rodearse de inútiles, quizá porque se siente más cómodo con sus iguales. Los dos listos de confianza, Ábalos y Cerdán, están fuera de juego, si bien al hasta ayer secretario de Organización del PSOE le cae mejor el calificativo de listillo. Lo que te queda alrededor entonces es María Jesús Montero y Felix Bolaños.

Resolver una crisis colosal con ayuda de Montero, que olvidó pasar por la fábrica el día del reparto de cerebros, conduce irremediablemente a la melancolía. Y, en cuanto a Bolaños, no hay más que verlo, avanza con paso firme hacia el abismo mientras se pregunta en la intimidad de la noche un día y otro: ¿cómo demonios he terminado aquí? En todo caso, dudo que esté en condiciones ya de proponer un plan magistral para salvar a Sánchez, ni que quiera hacerlo. Quien más, quien menos está pensando ya en mañana, y si no lo hace va siendo hora de que lo haga porque, lo sé porque lo he vivido, los gobiernos que no caen en elecciones, se derrumban de la noche a la mañana del modo que menos te lo esperas.

La escena teatral que vivimos ayer, con un Sánchez maquillado para Halloween balbuceando disculpas con los carrillos cayéndole sobre los pies, es improvisación desesperada de un genio del asunto, tal vez el renacido Redondo, aunque no descarto que el guion fuera de Almodóvar, y aunque sirve para ganar unas horas o días, solo empeora las cosas cuando todo termine de explotar, a medida que vayan saliendo nuevos audios e informes.

Apuesta Sánchez todo a la carta de su buena estrella, que los futuros informes de la UCO salpiquen también a importantes empresarios e incluso a políticos de otros partidos, lo que distraería la atención sobre el jefe de la trama, y permitiría al presidente fingir una necesidad de reescribir las reglas del juego limpio democrático, anunciar proyectos de humo, y vivir del cuento hasta 2027, mientras sus colaboradores –y quizá alguien más cercano aún- entran o salen del talego.

Un buen amigo lo habría convencido hace tiempo de que se marche, pero dudo mucho que la compleja personalidad de Sánchez sea compatible con una amistad sana. Y, como todo se basa en intereses, que a su vez dependen de que el tipo siga atornillado en La Moncloa, ninguno de sus colaboradores o socios de Gobierno le sugerirá la huida. Yo, precisamente porque no soy su amigo, tampoco le aconsejo dimitir, pero por otras razones: ahora que ha empezado la demolición total, queremos disfrutar del espectáculo, con él en el foco hasta verlo finalmente caer, para que sienta un poco del daño infinito que ha hecho y sigue haciendo a España y a todos los españoles. Y aquí no servirá ningún espectáculo de plañideras. Nadie te obligó a ser un traidor. Nadie te obligó a rodearte de ladrones. Nadie te obligó a vender España a las minorías antiespañolas. Nadie te obligó a hacerlo todo mal. Fue tu decisión. Y es tu responsabilidad.

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