
Desde que en 1977 se votó libremente por primera vez, nunca una frase de un líder de la derecha había provocado una conmoción tan súbita y un rugido de satisfacción en sus propias filas como la de Feijóo el miércoles 9 de julio de 2025. Se refirió a los prostíbulos de Sabiniano Gómez, el suegro de Sánchez, de los que se habría "beneficiado a título lucrativo" el presidente. Pero fue, más allá de lo literal, una verdadera moción de censura al mayor activo político de la izquierda, la "superioridad moral" de la que ha presumido siempre, y que la derecha política, no la sociológica, ha asumido con estúpida obstinación. La frase de Feijóo fue inesperada, pero hacía mucho tiempo que el PP la estaba esperando. De ahí la reacción improvisada, entusiasta, frenética, inagotable.
Literalmente, respondiendo a las insidias de Sánchez, Feijóo dijo esto:
"¡Ha tenido el cuajo de compararse conmigo! ¿Pero con quién está viviendo usted? ¿Pero de qué prostíbulos ha vivido usted? ¡Partícipe a título lucrativo del abominable negocio de la prostitución!".
Y un bramido como venido del pasado sonó en las filas del grupo parlamentario del PP. ¿Era para tanto? ¿Era algo desconocido? ¿No era del dominio público el negocio prostibulario de la familia Gómez, de Sabiniano, padre de Begoña, y sus hermanos? ¿No se habían publicado datos concretos en los medios digitales desde hacía años? Más aún: ¿no había tratado de recopilar esos datos el mismísimo Oscar López, enfrentado a Sánchez en unas primarias?
Enderezar el "plano inclinado" de la opinión pública
¿Por qué, pues, tuvo ese eco inmediato la frase de Feijóo, por qué fue celebrada como una liberación en la derecha, hasta el punto que las fuentes usadas por los periodistas habituales –Lamet, Morodo, etc.– contra la derecha liberal no se atrevieron a criticar al presidente del PP. En las redes, sí, como de costumbre, pero en los medios de estos enemigos de la derecha liberal, ni palabra. ¿Tan importante había sido esa frase? ¿Tan nuevo había sonado lo ya conocido? ¿Hasta el punto de marcar un antes y un después en el "plano inclinado" que Cayetana Álvarez de Toledo viene denunciando como el mayor problema de la derecha para llegar a la opinión pública? Pues sí. Hasta ese punto. De ahí la conmoción. De ahí también el desconcierto de la izquierda, del Gobierno y su sicariato mediático, y el nulo efecto de sus ataques en una derecha que se ha sentido eufórica, liberada del larguísimo cautiverio que le han impuesto sus líderes.
¿Y por qué ha sorprendido tanto y por qué ha tenido ese efecto de sorpresa la frase de Feijóo? Porque nadie la esperaba precisamente en él, y menos todavía tras el congreso del partido que ha sido un fervorín digno del más acendrado maricomplejinismo, sin renovación, sin ideas, sin una sola intervención de tipo moral, intelectual o estratégica. Continuidad y centrismo, valga la redundancia, Rajoy en el escenario y rajoyismo en la dirección del partido, una especie de burocracia de la siesta y una clara política de alejamiento de la línea liberal del PP de Madrid.
No era lo deseado por los tres mil asistentes, que dedicaron la mayor ovación del cónclave a Cayetana cuando Feijóo anunció que la proponía para entrar en el segundo nivel de la dirección, mero premio de consolación para el sector liberal, el de Ayuso, claramente marginado en favor de los chanquetes, los cerebros desportillados de la campaña Verano Azul 2023. Si Feijóo convertía la dirección real del partido en algo parecido a un hórreo, era del último que cabía esperar una ruptura con el gran tabú impuesto por él mismo sobre Begoña y el corrupto entorno de los Sánchez-Gómez.
Feijóo corrige a Feijóo
Hay que recordar la primera frase de Feijóo al déspota, en el Senado, que fue: "Yo no he venido a insultarle", en ese estilo que los modorros de la prensa llaman moderado, y es sólo prueba de un catetismo indocumentado. Ya en el Congreso, sobre todo a medida que se concretaba la traición al régimen constitucional, Feijóo ha ido endureciendo su discurso, de ahí que, cuando desempolvó la ridícula palabrería centrista en el congreso del PP, la depresión se adueñase de los liberales, que se veían otra vez condenados a un discurso clamorosamente fracasado en la derecha hace ya veinte años.
Y de pronto, en lo que parecía un calentón contra la grosería de Sánchez, zas, los prostíbulos del suegro y el beneficiario de la sórdida explotación. Fue la frase justa y en el momento justo, ante la que nada contestó el yerno de Sabiniano y contra la que la Izquierda ha tardado demasiado en responder, y de forma francamente ridícula. Criticar el uso de la familia contra un rival político es lo último que pueden reprochar a nadie los obsesivos y delictivos linchadores de la familia de Ayuso. En realidad, la izquierda siempre ha creído que la derecha, al menos el PP, no se atrevería a hablar de sexo, menos aún, de sexo prostibulario, y contra el mismísimo presidente del Gobierno y su familia política. ¿Cómo iba a creerlo si Feijóo se negó a llamar a declarar en el Senado a Begoña Gómez, mientras Ayuso, la llamaba a la Asamblea de Madrid? Calumniaron a su mujer y a su hermana, Feijóo apretó los dientes y calló. Pero cuando nadie lo esperaba, entró a matar y a caballo. Un rejonazo de muerte.
El voto femenino y el liderazgo de la alternativa
Un efecto inmediato ha sido el del hundimiento del voto femenino al PSOE, que tenía una gran ventaja sobre el PP. Todo lo que se ha publicado sobre la costumbre de robar dinero público para el revolcón privado ha ido calando, al repetirse una y otra vez, como el verdadero respeto a las mujeres de esta pandilla de sebosos acosadores sexuales, que usa los cargos de partido y de Gobierno para encenagarse en el sexo más zafio y rastrero. Que tras el número del gallo de Morón con sus gallinitas de partido, en el que Sánchez anunció que expulsaría del partido al que pagara por el sexo, se descubra, o, mejor, se destape, que él mismo ha sacado gran provecho del negocio de la trata de personas, hombres y mujeres, adultos y menores, es algo que perdonará la mayoría de los de la secta, pero ni todos ni todas.
El cálculo electoral no ha de imponerse ahora a la razón moral, el PP debe combatir la supuesta superioridad moral de la Izquierda y proclamarse, por derecha y española, infinitamente superior a la progrez, de progre y de hez. No se trata de arañar votos de género sino de imponer el discurso nacional y ético a la dictadura del número. Lo que supone destruir la superioridad moral de la izquierda no se detiene en unas elecciones, sino que vale para siempre, en el momento en que España se debate, sin metáforas, entre la vida y la muerte. La fe en la victoria, la fe en sí misma, es lo que la derecha necesitaba. Estamos ante el cambio estratégico más importante desde 1977. No lo dejemos moderar, centrar, matizar o archivar nunca más.
