
Qué tópico más imperecedero es el de "la historia se repite". La vuelta del pasado. Qué tiempos aquellos de asesinatos ininterrumpidos combinados con continuas algaradas violentas consentidas por el propio Gobierno Vasco, persecución de políticos opositores, declaraciones infames de los nacionalistas gobernantes exhibiendo una muy civilizada relativización de la violencia, cuando no la justificación sibilina de algunos asesinatos o la farisaica pose de condolencia con otros. El retorcimiento continuo de "la libertad de expresión" siempre favorable a lo terrorista. Cualquier causa enarbolada por los jóvenes subalternos de la empresa asesina era buena para incendiar las calles. La negociación, las "terceras vías", los finales imaginativos de "la lucha armada", el "empate infinito", "los derechos del Pueblo". Enervantes falsos programas de debate político en la televisión pública en los que participaban invitados que tiempo después se descubría eran militantes activos de ETA (uno fue el último dirigente de ETA) y en los que la aparición de algún miembro del "constitucionalismo" era una planificada encerrona, la humillación pública del 8 contra uno. El periodismo del régimen, pero no solo, fue descubriendo términos como violencia de "baja intensidad", a la consentida por el Gobierno (especialmente el de Ibarretxe). "Kale borroka" o la acción de los saboteadores a tiempo completo que solo mataron en alguna ocasión ("accidentalmente" se decía), aunque quemaron enteros a varios ertzainas. "Crispadores" se (nos) llamaba con naturalidad a los opositores cívicos contra ETA, que no querían la paz, preferían que ETA continuara porque les beneficiaba electoralmente. La calle era suya porque una policía autonómica paralizada debía cumplir las consignas de sus jefes: acercarse,pero solo para contemplar el aquelarre de fuego. Cero detenidos. El mejor truco del Gobierno nacionalista fue postularse como "la solución" al conflicto y así se inventó el famoso Plan Ibarretxe: El reconocimiento de la soberanía del Pueblo Vasco terminaría con el terrorismo. Unos asesinados, muchos aterrorizados, otros se fueron y los que quedaron, en libertad condicional. Todo esto esparció el miedo hasta debajo de nuestras camas.El miedo llevó al silencio y el silencio al desistimiento. Y esto les pareció un gran éxito a los perpetradores. Y de ese éxito surgió un aprendizaje que ha llegado hasta nuestros días materializándose, primero en Cataluña, mimetizando paso a paso todo el proceso vasco para su "procés".
Así, ya llevamos un tiempo observando como España se ha infectado del síndrome vasco o del procés, tanto da. Discípulos, que bien aprendieron de aquello, lo ponen en práctica porque, además, teniendo al Gobierno de turno afavor, la cosa no conlleva demasiado riesgo, siempre cabrán amnistías o negociaciones. Recuerdo que alguna vez, en aquellos años, escuché como la más grave de las posibilidades que pudiera llegar al enfrentamiento civil entre vascos. Nada. Ni hubo voluntad ni hizo falta: lamentablemente, ganaron ellos. Consiguieron, entre otras cosas, su impunidad y así quedó lo que quedó, una experiencia fantástica a heredar por los intolerantes de la secta antisistema del tipo que sea dispuesto a ser manejados siempre al antojo de los de arriba, como guiñoles.
Todo esto es, en esencia, la famosa "ventana de Overton", teoría política que describe cómo se puede cambiar la percepción de la opinión pública para queideas consideradas descabelladas sean aceptadas como posibles. Es el suave camino a la normalización de cualquier aberración, por ejemplo, la de vivir las consecuencias de un ecosistema de falsedades orquestadas por quienes nos dirigen. Por ejemplo, la de sobrevivir entre la abrumadora superioridad moral de tantos con tanta retórica hueca. Un nuevo huevo de radicalización guerracivilista parece querer eclosionar para empujarnos al borde de esa ventana abierta al abismo. Ha llovido mucha sangre en este país y deberíamos haber aprendido algo. La historia enseña cómo, lamentablemente, siempre habrávoluntarios para la destrucción (incluso de personas), pero es que ahora los hay con la perspectiva de poder llegar a ministros.
Iñaki Arteta recibió el Premio Libertad 2025 durante la gala del 25 aniversario de Libertad Digital.

