
El ciclista es vulnerable en la carretera, como es sabido, pero también lo es cuando participa en una carrera. Es por la vulnerabilidad de una carrera ciclista como la Vuelta a España por la que grupos extremistas decidieron utilizar contra ella sus métodos de coacción violentos. No se hubieran atrevido a reventar un partido de fútbol, pero con los ciclistas pensaron que era pan comido. Kilómetros de carretera ofrecen oportunidades múltiples para invadir la calzada, interrumpir el paso y hacer caer a varios ciclistas o al pelotón entero. La Vuelta era presa fácil y es por eso que eligieron este acontecimiento deportivo entrañable y popular para hacer un boicot miserable. Ese boicot se hubiera podido cortar a la primera, pero no se cortó porque se decidió permitirlo y alentarlo. La ley de los violentos se impuso esta vez en España con el consentimiento y la cooperación de un Gobierno.
Un deporte limpio y esforzado, vulnerable por las condiciones en las que se realiza, fue machacado por cálculos políticos de un extremismo izquierdista y un Gobierno cómplice. El resultado es un desastre para el prestigio de España como organizadora de eventos deportivos y un precedente terrible para las carreras ciclistas. El campeón Michal Kwiatkowski lo expuso con claridad: "A partir de ahora, está claro para todo el mundo que una carrera ciclista puede utilizarse como un escenario eficaz para las protestas y la próxima vez sólo empeorará, porque alguien permitió que sucediera y miró hacia otro lado". Todo el mundo sabe quién lo permitió y quién miró hacia otro lado. Más aún: quién lo justificó y por lo tanto alentó. La primera ministra danesa, Mette Frederiksen, no ha dudado en criticar a Sánchez por "aplaudir a los matones" y arruinar una carrera ciclista. Frederiksen es socialdemócrata. Y, sobre todo, es demócrata y civilizada.
El boicot era absurdo de partida y sus justificaciones, falsas y demagógicas. Después de los bochornosos sucesos en Madrid, el PSOE justificó que se reventara la Vuelta por la violencia en Gaza: una justificación de la violencia política de las que marcan un antes y un después. A la vista de las catastróficas imágenes en la capital, los socialistas se pusieron a lo suyo, a "ganar el relato", y empezaron a contar la falsedad de que toda España estaba muy contenta de que reventaran la Vuelta. Que el pueblo español era admirable y un ejemplo para el mundo porque había salido a fastidiar una carrera y a lesionar a unos cuantos ciclistas. Pero el boicot no fue cosa del "pueblo español" ni de "España" - díganselo a Otegi y su cuadrilla, qué risa - ni de la "sociedad civil española". Fue de quien fue. Minorías engrandecidas por la violencia y la tolerancia gubernativa.
A la mayoría de los españoles no les gusta que se mezcle la política en el deporte y no les gusta que un espectáculo deportivo tan querido como la Vuelta sea agredido y perturbado. Aquí se respeta mucho la manifestación, pero los grupos que causan incidentes violentos causan rechazo, aunque ese rechazo no se exprese abiertamente por temor. Sánchez y su corte de asesores han metido la pata hasta arriba. Poco conocen España. Caeréis por esto, Pedro. Merecidamente.
