
El pasado fin de semana una encuesta en La Vanguardia colocaba a Aliança Catalana, el partido de Silvia Orriols, a solo un par de diputados de Junts, pronosticando para los de Puigdemont un descalabro de proporciones ucédicas, una catástrofe sin paliativos.
Y lo que es mucho peor: una sentencia de muerte a medio plazo, ya que después de ese resultado ni el propio Puigdemont ni su partido podrían frenar lo que a ojos de muchos es un proceso natural: ser sustituidos por una formación política que, en el fondo, no es más que una versión consecuente del separatismo de derechas que, además, enfrenta más en serio cuestiones que ahora están en boca de todos, pero que toda la vida han sido parte de lo que pensaban muchos separatistas… y muy pocos se atrevían a decir, entre ellos la inefable Marta Ferrusola.
Solo unos días después de publicarse ese demoledor sondeo, el Gobierno y Junts sufrieron este martes una severa derrota parlamentaria en la votación para ceder a Cataluña las competencias sobre la inmigración. Era una de las demandas más exigidas por los de Puigdemont, entre otras razones porque les podía permitir marcar un perfil más duro en un tema en el que insiste Orriols y que está siendo la clave de su fulgurante ascenso.
En esta ocasión han sido los votos de Podemos, como los propios de Junts lo han sido en otras, pero la conclusión es la misma: este Gobierno ya es incapaz de aprobar nada relevante en el Parlamento y, en esas condiciones, el papel de los socios separatistas se convierte en papelón.
Esta es otra de las claves de la decadencia cada vez más acelerada de los separatistas, que todo este pasteleo con Madrit está arrastrando al independentismo catalán a una situación de apatía y desmovilización –la cesión de Cercanías no te llena la calle como sí lo hace la promesa de libertarte del yugo españolazo– y lo está haciendo a cambio de casi nada: Puigdemont sigue en Waterloo y la amnistía tiene pinta de que va a encallar en el TJUE, el catalán no es y no va a ser oficial en la Unión Europea, la inmigración no dejará de estar en manos del Estado y todo parece indicar que no habrá financiación especial para Cataluña. Con ese bagaje, ¿de qué te sirven tanto pacto y tanto acuerdo, Carles?
Está claro que el prófugo de Waterloo está haciendo algo muy propio de Sánchez: anteponer sus intereses personales ya no a los de su país, sino incluso a los de su propio partido. Al del PSOE parece que la cosa puede acabar llevándole a una victoria histórica de la derecha, al de Junts todavía le puede salir peor si no espabila: ya no la derrota sino la desaparición, la muerte, el exterminio, político, claro.
Él verá, tampoco es que les vayamos a echar de menos.

