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El coste de la disidencia

Si quienes podemos hacer algo bajamos los brazos por miedo, el sanchismo destrozará las instituciones democráticas sin la menor oposición.

Ayer, a eso de las 20:30, recibí un inesperado regalo de cumpleaños. Era un SMS de la Agencia Tributaria en donde me requerían un modelo que no estoy obligado a presentar por mi situación personal, lo cual no tiene sentido y me alarmó de sobremanera.

Curiosamente, quince días antes había presentado una denuncia ante esa misma Agencia Tributaria contra David Sánchez por presunta simulación de residencia fiscal y contra Pedro Sánchez por presunta cooperación necesaria, y un mes antes había presentado otra denuncia contra Silvia Intxaurrondo por presunto fraude fiscal. Como el lector se podrá imaginar, no estoy afirmando en modo alguno que haya causalidad entre ambos hechos, pero sí que la casualidad en el transcurso de los mismos me llama poderosamente la atención.

En otro orden de cosas, hace dos años el director de comunicación del Partido Socialista, Ione Antolín, publicó un tweet en el que afirmaba que me iban a denunciar por incitación a la violencia. ¿El motivo? Simplemente señalé su irresponsabilidad al publicar en redes sociales un vídeo de la sede de Ferraz en donde se veían las caras de sus trabajadores, lo que me pareció una temeridad por el momento de crispación social que vivíamos debido a la aprobación de la amnistía. Previamente a esto, yo llevaba días acudiendo a las manifestaciones de Ferraz y publicando vídeos y vivencias con cientos de miles de visualizaciones en redes sociales, por lo que creo él lo malinterpretó interesadamente para intentar callarme y me dijo textualmente: "prepara la cartera, que lo vas a gastar en abogados". Por fortuna, dichas afirmaciones quedaron en nada, pero el matonismo que se desprende usando la maquinaria de un partido de gobierno para ir en contra de un ciudadano particular es simplemente atroz.

Días después, lacayos vinculados a su formación doxearon mi perfil profesional en redes sociales e intentaron perjudicarme laboralmente presionando para que me despidieran de mi fuente de ingresos principal, lo cual me causó un serio trastorno. Por suerte, fue otra cuestión que volvió a quedar en nada, pero el miedo y el vértigo que sientes cuando eres consciente de que te has puesto en el disparadero del régimen es algo que sólo conocemos los que lo hemos sufrido.

Para más inri, hace unos meses recibí un mensaje anónimo por Twitter en donde un individuo me amenazaba con publicar vídeos y fotos íntimos si no dejaba de escribir lo que este calificaba como "cosas fachas". No me dejé achantar e hice público el mensaje animándole a que lanzase lo que tuviera, ya que yo no tengo nada de lo que avergonzarme. Como ya me imaginaba, fue otra situación que volvió a quedar en nada, pero francamente ya sólo les falta dejarme la cabeza de un caballo en la almohada de mi cama.

En consonancia con esto que me ha pasado, hace unas pocas semanas el sanchismo y su equipo de opinión sincronizada ejecutaron una campaña mediática brutal en contra del juez Luis Sanz, un profesional excepcional que ha puesto el cuerpo para defender la independencia de la justicia. ¿Su pecado? Haber participado en una mesa redonda sobre las reformas judiciales en el acto de presentación de Atenea, la plataforma de Iván Espinosa de los Monteros. Supuestamente, el juez estaba mostrando falta de imparcialidad, cuando simplemente estaba dando su opinión técnica sobre una reforma que afecta a su ámbito. Esta campaña es especialmente hipócrita teniendo en cuenta que, hace pocos días, Conde Pumpido —presidente del Tribunal Constitucional— se reunió en un hotel con Zapatero y con José Blanco a la vista de todos y sin el menor recato.

Podría citar muchos otros ejemplos, pero en el que más considero que merece la pena detenernos es en el de Lupe Sánchez, una fantástica abogada que consiguió que el Tribunal Supremo condenara a Irene Montero por calumniar al exmarido de María Sevilla. Lupe, además de letrada, es una brillante comunicadora que lleva años denunciando las tropelías de Sánchez, lo cual ha llamado la atención de la apisonadora de Ferraz y ha provocado que todos los medios presidenciales vayan en su contra por simplemente aceptar los casos que le plazcan y ejercer su actividad profesional con total libertad. Si defiende al Rey Emérito, al novio de Ayuso o al juez Peinado es simplemente porque está especializada en el ámbito legal de la defensa del derecho al honor, por lo que señalarla por ello es un grave atentado contra nuestro Estado de Derecho y contra nuestras libertades fundamentales más básicas.

Como me imagino que también le pasará a Luis y a Lupe, mi familia está seriamente preocupada por mí y me avisan continuamente de que me estoy jugando mucho, que me ha costado una barbaridad llegar hasta donde estoy y que no merece la pena ponerlo todo en peligro por defender aquello en lo que creo. Soy consciente de que, en gran medida, tienen razón y desde aquí les pido perdón por los desvelos que les causo, pero a los que nos duele España y amamos a este país no somos capaces de quedarnos quietos ante la destrucción institucional a la que estamos asistiendo.

Decía Rosa Díez en una entrevista que sólo se planteó abandonar el País Vasco cuando ETA intentó atentar contra su marido con un paquete bomba. Sin embargo, este le respondió algo así como: "Rosa, y si nosotros nos vamos, ¿quién va a seguir haciendo lo que hacemos?"

Pues eso es justamente lo que yo me pregunto: si quienes podemos hacer algo bajamos los brazos por miedo, el sanchismo destruirá las instituciones democráticas sin la menor oposición, por lo que resistir hoy es un deber cívico para evitar ser la Venezuela del mañana. La disidencia tiene un precio, pero el silencio lo cuesta todo.

En España

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