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En el fondo es culpa nuestra

En el Universo Rufián un terrorista y torturador como Arnaldo Otegi está en el lado de los tolerantes y el tipo al que su banda de sádicos asesinos secuestró, en el de los intolerantes.

En el Universo Rufián un terrorista y torturador como Arnaldo Otegi está en el lado de los tolerantes y el tipo al que su banda de sádicos asesinos secuestró, en el de los intolerantes.
Europa Press

Hace dieciséis años que fue derribado por última vez el único Toro de Osborne de Cataluña, que estaba situado en una colina visible desde la A-2 a su paso por El Bruch. El separatismo lo tumbó por cuarta vez en poco más de cinco años. La última vez había estado en pie nueve meses, la anterior, una semana. El total de detenciones por la cuádruple destrucción de una propiedad protegida por ley como bien de interés cultural ascendió a la hermosa cifra de cero.

El Toro de Osborne como símbolo de España es también esto. Es la renuncia a hacer cumplir la ley y a que el nacionalismo pague por una ristra de delitos que, si fueran butifarras, ya podrían rodear la Tierra a la altura del Ecuador. Es dejar la decisión de qué se puede hacer y qué no en el espacio público en manos de un puñado de lunáticos que odian profundamente a cuatro quintas partes del país: los que no comparten los delirios xenófobos de Puigdemont y Arnaldo Otegi.

Pero en el fondo es culpa nuestra. Durante años el nacionalismo catalán inundó hasta el último rincón del paisaje regional con sus símbolos. Hasta el último árbol del último monte estaba cubierto del plástico amarillento con el que se exigía la impunidad para el populismo golpista de Puigdemont, y todos los ayuntamientos en manos del separatismo izaron esteladas pagadas con el dinero del contribuyente, separatista o no, para escoltar calles y carreteras. Se cortaron vías de tren, se saboteó el aeropuerto, se destruyó el centro de Barcelona durante semanas, trescientos policías fueron heridos, y al menos tres de ellos recibieron la incapacidad absoluta permanente por las heridas que sufrieron. ¿Reacciones populares en contra de aquella intolerable invasión del espacio común y de los permanentes atentados contra la convivencia? Albert Rivera e Inés Arrimadas arrancando lazos entre los insultos indepes y un puñado de anónimos que se dedicaban a cosechar esteladas de las farolas de algunos pueblos. La reacción institucional ya la conocemos: garantizar la impunidad del golpismo.

Cuando la izquierda acabó con la Vuelta a España porque había un equipo propiedad de un judío usó exactamente los mismos argumentos que escupían los indepes para cortar las vías del AVE: estamos defendiendo el bien y luchando contra el mal. Si te parece mal cómo luchamos por el bien, es que estás a favor del mal. Es una argumentación pueril y ridícula que por sí sola debería garantizar una granizada de porrazos sobre los cretinos en cuestión, pero Españita es como es y en ambos casos, el antisemita y el antiespañol, los cafres recibieron el apoyo explícito del gobierno, el de España unos, el de Cataluña otros.

No ha habido un solo caso en toda la historia reciente de España en la que la derecha se haya atrevido a hacer no ya lo mismo, sino la millonésima parte de una fracción de un uno por ciento de lo que la izquierda y sus aliados nacionalistas hacen a diario. Y resulta que es la única forma de hacer que la izquierda y sus aliados nacionalistas y terroristas dejen de dar el coñazo y respeten la neutralidad del espacio público. Los escraches eran el jarabe democrático de los de abajo hasta que empezaron a hacérselos a Pablo Iglesias e Irene Montero, que procedieron entonces a colocar un ejército de trescientos Guardias Civiles entre Villa Tinaja y unos señores haciendo sonar el himno de España en el altavoz del móvil. Desde que el acoso público al adversario político dejó de ser exclusivo de la izquierda, ya no quieren que se haga. Qué cosas.

"Los tolerantes tenemos que ser intolerantes con los intolerantes para que la tolerancia siga existiendo"; eso dijo hace poco Gabriel Rufián parafraseando la paradoja de la tolerancia de Popper; es bastante obvio que su formación intelectual y política se reduce a un Pictoline viral de Twitter para adolescentes pajilleros. Hace unos años unos indepes golpearon y tiraron por las escaleras del metro a un tipo por llevar una bandera de España. Rufián lo justificó porque la camiseta de la víctima supuestamente era de un grupo musical de extrema derecha. En la cabeza de Rufián y en la de todos los que son como él, que son la inmensa mayoría de las personas de izquierdas de España, en la escena en la que unas bestias le revientan la cabeza a un señor que pasaba por ahí, los tolerantes son los agresores y el intolerante es el que acaba con la cara cubierta de sangre.

En el Universo Rufián un terrorista y torturador como Arnaldo Otegi está en el lado de los tolerantes y el tipo al que su banda de sádicos asesinos secuestró, en el de los intolerantes. Los homenajes a etarras los hace gente muy tolerante y los que se quejan de ello son intolerantes. O sea fascistas. O sea gente que merece ser golpeada. En algún momento esto tiene que cambiar. No es normal que Vito Quiles o cualquier político del PP no puedan pisar las universidades catalanas mientras una tipa que dirigía al periódico de ETA se pasea impunemente por Madrid. Seguramente los proetarras se pensarían homenajear a asesinos en sus barracas de mierda si alguien les metiera fuego. Es bastante probable que el PSOE dejara de reventar pruebas ciclistas usando a colaboradores del terrorismo y a futuros asesinos islamistas si como respuesta les llovieran bostas de vaca y huevos podridos en la fiesta de la Rosa. Nadie obligaría a reponer la placa homenaje a una sabandija sanguinaria y asesina como Largo Caballero si cada vez fuera destruida a martillazos. El independentismo catalán no serraría las patas del Toro de Osborne si a las 24 horas alguien llenara de estiércol el Foso de las Moreras. Antes de que al responsable del departamento legal de esta casa le dé un jamacuco, no estoy llamando a usar la violencia contra nadie. Yo quiero que todas las partes cumplan la ley y respeten al contrario. Simplemente expongo un hecho: hoy día el 100% de la violencia política organizada es de la izquierda y el nacionalismo hacia la derecha antinacionalista. Quien acabó con una pedrada en la cara fue Rocío de Meer, no Pablo Iglesias, a quienes los etarras reventaban mítines era a Ciudadanos, no al PSOE ni al PNV, y quien no puede poner un pie en las universidades catalanas es una persona decente como Cayetana Álvarez de Toledo, y no un golpista enloquecido como Oriol Junqueras. Si la ley no actúa para impedir los constantes atropellos de la izquierda y el nacionalismo contra la gente normal, al final acabarán actuando otros. Y ya sabemos cómo acaba eso.

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