
La intervención de Aizpurua en el Congreso, en la última sesión de control, fue escalofriante y vista en frío, sin sonido, siniestra. Lo llevan, indeleblemente, en el rostro y el gesto. Mientras la de EH Bildu soltaba su agria alocución sobre la conducta de grupos que llamaba ultras, fascistas, franquistas y neonazis, la pregunta que iba creciendo era la de cómo se puede ser tan inconsciente o, como dijo mejor Iñaki Arteta, tan insolente. Sus acusaciones eran reversibles. Quitabas las etiquetas que ella ponía y estaba hablando de su mundo, del mundo proetarra. Y cuando mencionó a "encapuchados", el asombro se multiplicó. Los encapuchados están en su historial. En el historial de ETA, en el de sus colaboradores y cómplices, en el de una Aizpurua que entrevistaba a dirigentes de la banda terrorista encapuchados. Hasta hace unos años, los encapuchados por antonomasia eran, en España, los jefes de la organización del terror. ¿Ya no?
Pese a los esfuerzos encomiables de asociaciones e instituciones, la historia criminal de ETA se está desvaneciendo en un olvido nada casual. ¡Ya no existe!, claman los interesados en pasar página, que reaccionan a cualquier recordatorio acusando a los que no olvidan de desear que ETA siguiera matando. Pero los interesados en pasar página de los crímenes de ETA han organizado la celebración de un año dedicado a impedir que caigan en el olvido los crímenes de la dictadura franquista, sin que les moleste que dejara de existir hace 48 años, y no dejan de explotar esa memoria histórica de un pasado mucho más remoto. No es tampoco por azar que Bildu se pone a hablar de franquismo. Se apunta a la reescritura de la historia que inició el PSOE porque así reescribe la suya. Busca legitimar la historia criminal de ETA en que "luchaba contra la dictadura"
La historia real es otra. La banda terrorista cometió la gran mayoría de los atentados y asesinatos cuando ya había democracia en España. No bajo la dictadura de Franco, sino después. Especialmente en la década de los 80, los años de plomo. Esa es la realidad. ETA fue, sobre todo, una amenaza para la democracia española y para la libertad. En su libro "Patriotas de la muerte", Fernando Reinares recoge testimonios de miembros de la banda que lo dicen claramente. Como el de un vizcaíno que se unió a ETA en 1971: "yo no he sido antifranquista. ETA no es ni ha sido nunca antifranquista. Ni ha luchado por la democracia española. ETA es un grupo nacionalista que lucha por la liberación de Euskadi y punto". El nacionalismo separatista por encima de todo. Les daba igual que en España hubiera una dictadura o una democracia.
Frente a Aizpurua, un PSOE que no fuera el que es habría recordado a los herederos de ETA su historia real, que es la historia de ETA contra la democracia. Pero en vez de hacer eso, les deja que se pongan la medalla del antifranquismo con la que tapan la verdad de lo que fueron. Y de lo que son. Porque este PSOE colabora en el blanqueo de Bildu, respondió, obsequioso, Sánchez que va a publicar en el BOE el catálogo de lemas y símbolos franquistas para que sean retirados. En cambio, los homenajes a criminales de ETA que se suceden en el País Vasco no se retirarán. El resultado de esta cooperación es que los herederos de una banda criminal pueden dar lecciones de democracia en el Congreso con la complacencia del Gobierno. Es la victoria moral del terror.
