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Lo peor que puede pasar, que nos puede pasar a todos, es que cunda la sensación de que aquí no se atreve a ir a elecciones nadie.

Lo peor que puede pasar, que nos puede pasar a todos, es que cunda la sensación de que aquí no se atreve a ir a elecciones nadie.
Gritos a Mazón | EFE

Que el funeral de Estado por las víctimas de la DANA sería una encerrona para Carlos Mazón, era muy fácil de prever. Igual que el hecho de que la, para muchos, cada vez más, incomprensible permanencia de Mazón en el cargo es una encerrona para el PP. Con esto no estoy negando que llamarle asesino sea una barbaridad, ni que una valoración ecuánime de lo sucedido en Valencia el 29 de octubre de hace un año tendría que pedir cuentas a unas cuantas Administraciones, no sólo a la Generalitat valenciana. Pero también a la Generalitat valenciana. Y más vista la incapacidad de su todavía presidente para explicar qué hizo y dónde estaba en las horas más negras de aquella tragedia.

Que la comparecencia de Pedro Sánchez en el Senado sería un circo de tres pistas (significativamente, sólo 24 horas después del circo del funeral de Estado en Valencia…) también era muy fácil de prever. Sánchez no se quiere ir ni con agua caliente. Como no se van a ir los representantes de Junts de los organismos públicos estatales donde han pillado cacho.

¿Tanto cuesta irse? La polarización política provoca escenarios grotescos. A veces, crueles. Es verdad que a menudo el relato predomina sobre la realidad, que el que le echa más arrojo, o menos escrúpulos, es el que sale con su cuerpo en triunfo, y que hay culpas que se reparten como los cartones en el bingo. Que la utilización partidista tanto de la corrupción como de las desgracias puede llegar a dar vergüenza ajena. Pero es que todo eso entra en el sueldo, entra en la complejidad del cargo. Las víctimas de la DANA tienen todo el derecho a perder los papeles y hasta la cabeza cuando presencian estos tristes espectáculos. Igual que los damnificados por el apagón, por las "mejoras" del servicio ferroviario o por los hachazos a los autónomos. Cuando los presuntos gobernantes, más que buscar o proponer soluciones, se limitan a acusarse unos a otros de los problemas como niños pequeños, al final ya no es que dé exactamente igual quién tiene razón; pero sí cunde una sensación lacerante de anarquía (anarquía muy cara, porque los responsables de crearla cobran del erario público…) y sobre todo, de abandono. Se siembra el germen de una desconfianza donde arraiga lo más desesperado de la antipolítica.

Lo peor que puede pasar, que nos puede pasar a todos, es que cunda la sensación de que aquí no se atreve a ir a elecciones nadie. Que todos creen que gobiernan de prestado y que la confianza que una vez obtuvieron en las urnas ha caducado como un yogur. Ya está bien de legislaturas de goma, de oportunismo demoscópico en lugar de oportunidad democrática, de que los Parlamentos sean listas de espera y no cámaras donde se trabaja por el bien común. La tentación del Santa Rita, Rita, Rita, el voto que se da no se quita, hace muchísimo daño. Destila la sospecha de que basta con alcanzar el poder por las buenas una vez para luego ya no soltarlo nunca. No vaya a ser que ganen los "otros".

¿De verdad creen que nadie se da cuenta de los alardes del gobierno cuando entra como elefante en cacharrería en la independencia judicial o en la de los medios de comunicación? Que conste que las tensiones entre poderes, cuarto poder incluido, han existido siempre. Lo que no siempre se ha visto, la novedad, es el descaro. El ataque a cara descubierta, sin disimular. Jactándose incluso de recurrir a trampas para seguir gobernando en precario.

La explicación de que se pueda hacer eso y seguir contando con un colchón importante de votos hay que buscarla en lo que comentábamos antes: cuando todo vale para parar a los "otros". Es posible que Sánchez incluso gane apoyos, no los pierda, forzando así las costuras del sistema. Porque las gentes a las que eso ofende no le han votado nunca. Y los que sí, pueden llegar a pensar, oye, si otra manera no hay, pues qué se le va a hacer, que más cornadas da la ultraderecha.

Lo que hay que romper es esa dinámica guerracivilista, esa peligrosa idea de que unos son herederos del Frente Popular…y los otros, entonces, ¿de quién? ¿Se ve por dónde voy? Cueste lo que cueste hay que salir de ese pozo, de ese vértigo pavoroso. O eso, o nos hundiremos sin esperanza en un barro eterno. Eterno.

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