
La semana pasada salió Sánchez a escena en dos grandes actos para exhibir sus poderes: homenaje a las víctimas de la riada de hace un año y, de paso, culpar de todos los males a Mazón y al PP, primero; y, en segundo lugar, asistiendo al Senado para reírse del propio Senado, algo muy propio de los tiranos romanos. "Es un circo", dijo Sánchez, en la Comisión del Senado que investiga la corrupción de su amigo y colaborador Koldo. Trataban de interrogarle y él repetía con risa a lo Nerón: "Es un circo". He ahí la esencia del régimen sanchista: el desprecio del diálogo y, naturalmente, la entronización de la "acción directa", o sea, de la violencia contra una comisión de investigación. La primera vez que el presidente pronunció ese improperio debería haberse detenido la sesión y, naturalmente, ser expulsado de la cámara por falta de respeto a la institución. No se hizo. Entonces, cabe decir que el PP, o el presidente de esa Comisión, un senador del grupo del PP, contribuyó de modo decisivo a la entronización del dictador en el Senado.
El tirano hizo ostentación de su poder. Lo pagará caro la Oposición. Ya lo está pagando, porque pocos esperan que la inteligencia política del PP logre expulsar del poder al liberticida Sánchez. Y, sin embargo, caerá el presidente de esta singular "tiranía". Sin duda alguna, será derrotado por la propia inercia de la tiranía. Nadie sabe cómo y cuándo caerá, pero todos intuyen que será de mala manera. Se llevará por delante medio Estado de Derecho y, por supuesto, la peregrina idea que todavía albergan algunos bien-pensantes, vinculados a la dirección del PP, acerca de que el PSOE podría llegar a ser un partido político normal. Falso.
El Estado de Derecho en España, seguramente, podrá rehacerse alguna vez, entre otras razones, porque el propio Estado de Derecho no es algo acabado de una vez por todas y para siempre, sino que es una institución jurídica, moral y política en permanente construcción. Aún tiene fuerza este Estado, especialmente en los niveles básicos de la Justicia, para rehacerse sin ficciones políticas. Otra cosa, sin embargo, es el PSOE; no creo que consiga nunca ser un partido normal, desde el golpe de Estado del 11-M, su relación ha sido muy fluida con los partidos políticos vinculados al terrorismo de ETA, con los violentos secesionistas catalanes y, en fin, con todas las fuerzas políticas proclives a la acción revolucionaria y violenta. La amistad del PSOE con los regímenes criminales de Maduro, en Venezuela, y Díaz Canel en Cuba, es conocida en el mundo entero. El apoyo de los socialistas a los regímenes totalitarios no pasa desapercibido para nadie.
En verdad, el PSOE se despidió hace tiempo de sus leves señas de identidad socialdemócratas; el PSOE, partido más o menos dialogante que contribuyó a la reconciliación entre los españoles de la Transición, desapareció hace tiempo para instalarse en los postulados de la vieja entente revolucionaria entre socialistas, comunistas y separatistas, que acabaría definitivamente con la idea de nación española. Y en eso estamos. El PSOE está en el poder gracias al apoyo de quienes quieren destruir España. Por lo tanto, nadie se extrañe que el PSOE tenga en la "violencia", en la fuerza, su "última razón" de existir. Por eso admira la expresión "acción directa", decretazo y "tente tieso". "Gobernaré", ha repetido Sánchez, "sin Ley de Presupuestos, sin Parlamento" y, seguramente, sin el tristísimo apoyo del delincuente Puigdemont… Desprecia, sí, todo lo que sean las formas de comunicación civilizadas, mata todas las mediaciones políticas, pasa de las normas y, en fin, ridiculiza todos los usos intermedios para aclarar y dar razón de cualquier cosa. Odia la democracia liberal, quizá la forma política que mejor representa la voluntad de convivencia entre los hombres. Él es el dueño de la violencia. Y acusa de "fascista" a quien se le opone.
La violencia, sí, es propiedad del PSOE y la ejercerá sin piedad. Nadie dude de esa otra mitad del Estado de Derecho, esa que aún funciona con decencia y diligencia, podría dictar antes de lo que muchos creen que el PSOE está financiándose irregularmente. No será fácil probarlo en términos jurídicos, aunque pocos pongan en cuestión que su financiación es tan ilegal y obscura como la carrera profesional y política de Sánchez. Pero nadie se extrañe que, cuando esas pruebas se pongan sobre la mesa, el PSOE reaccionará con toda la agresividad y violencia que ha caracterizado su historia. La base de la tiranía sanchista se construye, como las de las viejas tiranías, abusando de su autoridad para satisfacer sus propios intereses en lugar del bien común. Y, sin embargo, a Sánchez le tembló la mano en el "falso interrogatorio" del Senado, o sea, caerá.
