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La misteriosa cacicada de Extremadura

Con la cacicada de designar a Gallardo a toda costa, se ha exhibido con crudeza que el alma que rige el socialismo es la arbitrariedad, el capricho o el interés personal de su máximo dirigente.

Con la cacicada de designar a Gallardo a toda costa, se ha exhibido con crudeza que el alma que rige el socialismo es la arbitrariedad, el capricho o el interés personal de su máximo dirigente.
Pedro Sánchez y candidato imputado, Miguel Ángel Gallardo, este domingo en Cáceres. | EFE/Jero Morales

No nos referimos a ninguna de las expuestas por Felipe Trigo en Jarrapellejos. Tampoco a la que blandió el socialista Andrés Saborit para tapar las vergüenzas del PSOE cuando la huelga de Castilblanco en la II República. Tampoco a alguna referida al señorito Iván, el de Los Santos Inocentes, que Miguel Delibes no situó en geografía determinada alguna pero que muchos imaginan que se perpetraron en alguna parte de la fosca Extremadura.

Ni siquiera a la cacicada – así la llamó el propio Juan Carlos Rodríguez Ibarra -, de declarar el día 8 de septiembre como día de Extremadura, cacicada bendita que pretendía unir a los extremeños bajo un símbolo común. Asumir que tal sólo podía serlo la Virgen de Guadalupe le costó disgustos por su izquierda pero sosegó a sus derechas. En todo caso, la cacicada se consumó, aceptada por la mayoría absolutísima de la Asamblea de Extremadura, con la excepción de los comunistas.

Pero para cacicada misteriosa, la de Pedro Sánchez, cacicada además "colonialista", impuesta desde fuera de la región en un tiempo en el que se exalta tanto el Estado de las Autonomías. Claro queda que, para el Puto Amo, no ya los extremeños que por supuesto, sino que ni siquiera el PSOE extremeño puede disponer de una cierta libertad a la hora de elegir a su propio candidato en las elecciones regionales.

De este modo, la izquierda extremeña y, singularmente, el PSOE, han tenido que tragarse a Miguel Ángel Gallardo Miranda como candidato a las elecciones que se están celebrando en estos momentos en que escribo. Ni siquiera el fogoso otrora Rodríguez Ibarra se ha atrevido a desafiar al cacique de Ferraz y de esta manera, por vez primera en la historia conocida, un imputado, con juicio fijado con febrero, ha sido considerado la mejor opción electoral de los socialistas extremeños.

Nadie puede negar, si se piensa un poco, que estamos ante una cacicada histórica, por lo fea, por lo tremenda y por lo que va a significar cuando se consume el desastre anunciado para la izquierda extremeña. Pero ante todo estamos ante una cacicada misteriosa que se suma a la cacicada de colocar al hermanísimo a dirigir la música estruendosa del choteo de la Diputación de Badajoz y a las sucesivas de Gallardo de hacer renunciar a una diputada y a cuatro socialistas al escaño dejado libre por aquélla para obtener el aforamiento y elevar el juicio al Tribunal Superior de Justicia de Extremadura.

Misteriosa, sí, porque ordenar que un imputado con fecha firme para juicio oral como candidato a la Junta de Extremadura por el PSOE es una decisión muy perjudicial para todo el partido, sobre todo el extremeño. Es que una designación así se ha cargado el código ético de la propia organización que exige "la suspensión cautelar automática de la afiliación de las personas incursas en un proceso penal respecto de los cuales se haya dictado auto de apertura de juicio oral por un delito relacionado con la corrupción". Ese es el caso de Gallardo. De libro.

Con la cacicada de designarlo a toda costa y por encima de todo, se ha exhibido con crudeza y claridad que el alma que rige el socialismo español es la arbitrariedad, el capricho o el interés personal de su máximo dirigente. Es imposible creer que los sociólogos del PSOE, de Tezanos al más humilde augur municipal, no conozcan que esta decisión demuestra que Pedro Sánchez quiere que su partido pierda las elecciones. Lo de resistir y resistir para vencer, ya no cuela.

¿Por qué querría perder el Puto Amo las elecciones extremeñas con un resultado arrollador como el que ha pronosticado hasta el CIS? Una inteligente lectura estratégica es la que señala que el máximo interés de Pedro Sánchez no es sólo perder las elecciones en Extremadura, sino también las de Aragón (con otra pésima candidata como Pilar Alegría, la comensal con el apestado Salazar), las de Andalucía (con la acorralada María Jesús Montero) y todas las que hagan falta para dejar como única posibilidad de frenar a las derechas crecientes con su reelección salvadora al frente de otro gobierno Frankenstein.

Pero ni siquiera ese maquiavélico diseño explica el misterio de la cacicada extremeña de Pedro Sánchez. Para que Gallardo fuera el candidato se han tenido que pisotear costumbres, advertencias, destinos de no pocos aspirantes a diputados, cobijos miles de afines que esperan el futuro inmediato con miedo insuperable y esperanzas de recuperar el control político de una región, seguramente por una década o más.

Para que triunfara esta misteriosa cacicada no hay más remedio que acudir a la relación Gallardo-Sánchez. ¿Qué sabe Gallardo de Sánchez, qué datos tiene el contratante del hermano del presidente sobre su familia, de qué pruebas dispone o qué carácter tiene su peculiar circunstancia de bienhechor del compositor de la danza de las chirimoyas? ¿Qué ha obligado a Sánchez a sostener a un imputado como candidato?

Que se haya sacrificado a toda una federación regional en medio del silencio sepulcral e inmoral de todos sus dirigentes, tiene que tener alguna explicación suficiente. La más plausible es la que considera que, si le es preciso para sobrevivir huyendo hacia adelante, estamos ante un tipo que es capaz de cargarse a su propio partido y a la izquierda en general. Lo está haciendo. Es lo único que explica su misteriosa cacicada extremeña.

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