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Agapito Maestre

Los escenarios del coraje

Desde el año 2002, la última vez que visité Venezuela, no he dejado un solo día de pensar en la dignidad del pueblo de Venezuela.

Desde el año 2002, la última vez que visité Venezuela, no he dejado un solo día de pensar en la dignidad del pueblo de Venezuela.
Cordon Press

Desde el año 2002, la última vez que visité Venezuela, no he dejado un solo día de pensar en la dignidad del pueblo de Venezuela. Jamás he olvidado las palabras que me dijo una camarera, una gran señora del hotel Tamanaco, mientras hablábamos del régimen que estaba instalándose en ese bello país. Me miró fijamente a los ojos y dijo con convicción: "Los venezolanos acabaremos con estos miserables". Durante estos veinte años no he dejado un solo día de pensar en ella. Llevo veinte años esperando el cumplimiento de esa promesa. Y, por fin, creo que ese día está cerca, porque el entusiasmo de esta señora ha conseguido extenderse a toda su nación. Sí, todos los escenarios y cábalas posibles que se hagan sobre el futuro de Venezuela no serán nada, mera palabrería, si olvidan lo fundamental: el entusiasmo de un pueblo oprimido por su liberación.

Además, eso nos da vida a los ciudadanos del mundo libre. Porque miles de lecciones tenemos que aprender de los venezolanos, demos las gracias a ese gran pueblo. La señora del hotel Tamanaco ha cumplido su promesa. Felicidades. Y despreciemos a sus legitimadores. Que los partidos chavistas españoles, o sea, aparecidos con el dinero de la tiranía de Venezuela, apoyen el régimen de Maduro entra dentro de la normalidad. No es menester que digan nada, porque todo el mundo sabe bien quiénes son y qué representan. Son fantasmas y representan la muerte. Son la escoria del mundo libre. Los votantes de estos partidos no deben merecernos otra consideración mejor que la que damos a sus dirigentes. Todos son criminales de guante blanco. La cosa es clara: quien no apoye al pueblo venezolano contra el tirano Maduro, contra el crimen organizado de los castristas, es un miserable. Y, lo que es peor, no tiene agallas nada más que para esconder su cobardía. Frente a la ruina de Maduro, frente al crimen y la extorsión, Juan Guaidó, el legítimo presidente de Venezuela, ha traído al mundo algo único para sobrevivir con dignidad en un régimen tiránico: entusiasmo, garra y pasión para salir de la esclavitud.

Repitamos, pues, las veces que haga falta que sin pasión por afirmarse en un mundo injusto, sin el coraje de vencer al tirano, sin voluntad de un continuo esfuerzo por hacer cosas, sería imposible el sencillo pero iluminador programa de Guaidó: cese del usurpador del poder, conformación de un Gobierno de transición y celebración de elecciones libres. La política de la desilusión y el desengaño ha sido, finalmente, derrotada en Venezuela. Su lugar lo ocupan hoy el entusiasmo, el coraje y las ganas de vivir. Ese entusiasmo es la nueva moral que vincula a diferentes generaciones de venezolanos. Es la nación, el pueblo, quien se ha levantado contra la tiranía. Este tymos, esa fuerza popular nacida de las entrañas de una gran nación, no hay cañones que lo paren ni bicho humano, aunque sean parecidos a los Iglesias y Errejones o como se llame ese fulano del Partido Ameba de la izquierdona madrileña, que se atreva a criticarlo en las televisiones de Sánchez.

Mientras que Maduro, como sus esbirros, provoca náuseas y desafección ciudadana, Guaidó trae entusiasmo por la vida, un entusiasmo que genera aún más entusiasmo en los observadores del proceso. Por eso, millones de personas han salido a las calles no sólo para apoyar a los venezolanos sino para defender la democracia en el planeta. Venezuela no es solo una causa para los venezolanos sino para todo el mundo libre. Salimos, sí, a las calles para apoyar la lucha de los venezolanos y para criticar a los Gobiernos reticentes con la causa de la democracia. La lucha para derrocar al tirano Maduro será difícil, pero la batalla moral está ganada. No siempre las causas morales son razones perdidas. Por eso creo que Rusia y China son ya poca cosa para detener la fuerza más grande que tiene un pueblo: el coraje. El entusiasmo de Venezuela solo podrá enfrentarlo el crimen organizado del régimen castrista. Rusia y China desaparecerán de Venezuela a poco que se lo proponga Trump. Pero los criminales de Cuba tardarán un poco más en salir. Es su último refugio. El castrismo se la juega en Venezuela. La extorsión, el embauque y el asesinato, junto con sus refinados métodos de tortura, harán el trabajo sucio. ¿Quién hará el crimen de guante blanco? Obvio. Los Gobiernos que siguen dando treguas a Maduro.

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