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Agapito Maestre

Miedo al vacío

Sí, sí, decenas de periodistas repiten hasta la saciedad que España entrará, si es que no está ya, en una etapa terriblemente convulsa. Trágica.

Muchos miembros de los círculos del poder político, que nada tienen que ver con los círculos de Podemos, construyen "análisis" sobre el futuro inmediato de España que asustan. Dan miedo no tanto por su catastrofismo como por su estulticia. Quizá la desesperación ante el vacío que reflejan las encuestas para sus intereses los está llevando a decir imbecilidades. Son ya legión los políticos que, ante una posible hecatombe electoral, no dejan de soliviantarnos con desquiciadas "teorías" que no aguantan una mínima objeción. Entre esas terribles elucubraciones, que nos trasladan los aún poderosos políticos a los ciudadanos de a pie, hay una que no me resisto a dejar pasar, sobre todo porque es muy seguida por periodistas e intelectuales de todo pelaje y condición. Sí, sí, decenas de periodistas repiten hasta la saciedad que España entrará, si es que no está ya, en una etapa terriblemente convulsa. Trágica.

En efecto, son muchos los medios de comunicación que le dan voz, a veces gritos y griterío, a esos políticos de los círculos más cerrados del poder, o sea a los más poderosos, que no dejan de comparar la actual situación que vive España con uno de los períodos más convulsos y terribles de nuestra historia, a saber, la Segunda República española. Esto es falso. Es una mentira que oculta lo real. Basta un sencillo ejemplo para destrozar tal comparación demagógica, o peor, llena de miedo al vacío que reflejan las encuestas electorales para el año 2015. La Segunda República llegó a España, en verdad, porque todos los partidos políticos repudiaron al Rey. Alfonso XIII tuvo que partir para el exilio, porque prácticamente todo el establecimiento político, es decir, los partidos políticos de la época lo expulsaron. Por el contrario, hoy, después del discurso de Navidad del rey Felipe VI, todos los partidos políticos, incluso Podemos, están contentísimos con lo dicho por el joven Monarca; nadie del establecimiento político, sí, ni un solo partido político importante de nuestra democracia ha hecho una objeción al discurso real, incluso han estado de acuerdo en que escondiera la bandera nacional. Hacía décadas que no se conocía un consenso tan grande en torno a una figura institucional…

No contemplo, pues, la posibilidad de que Felipe VI, después de las municipales del año 2015, imite la conducta de su bisabuelo. Por otro lado, tampoco veo en el horizonte de la cultura española, o sea, entre los grupos de intelectuales y escritores, a esa vanguardia que pida, como lo hicieron en su tiempo Ortega y Gasset, Marañón, Pérez de Ayala y otros, una Tercera República. En fin, amigos, tengo cien ejemplos y otros tantos argumentos para destruir tamaña comparación demagógica, fruto, sin duda alguna, de la desesperación de unos políticos que no se atreven a reconocer lo evidente: España atraviesa la peor crisis del sistema político, es decir, del sistema de partidos políticos de su historia. Eso es todo.

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