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Amando de Miguel

El abuso de la democracia

La República fue una democracia fracasada.

La democracia no es más que un sistema, bastante ingenioso, de proceder a la selección de los gobernantes a través de elecciones regulares para la representación en el Parlamento. Es un instrumento útil, como puede ser el sistema métrico decimal.

A partir de ahí, la democracia sustantiva es, realmente, otras muchas cosas. Dado su prestigio, se utiliza como adjetivo para justificar multitud de operaciones ideológicas o interesadas con el fin de mantenerse en el poder a toda costa. Por ejemplo, la llamada "memoria histórica", en España, no es más que una añagaza política para hacer ver que la guerra civil de 1936 la ganaron los republicanos. En consecuencia, la perdieron los franquistas o fascistas. Por eso tiene que desaparecer de la escena cualquier recuerdo de la (larga) época de Franco. Espero que no se atrevan a dinamitar los embalses ("pantanos"), aunque producen energía eléctrica de la manera más barata, limpia y sostenible. Puestos a dinamitar las obras públicas del franquismo, cabría aplicar la piqueta a las instalaciones del trasvase Tajo-Segura, que, por cierto, fue un proyecto de la República. Por lo mismo, se podría borrar de la historia la etapa de la industrialización y el "desarrollo", a partir de los años 60 del siglo pasado.

La maldita memoria histórica trata de resaltar los fusilamientos por razones políticas desde el lado franquista. Para ello se olvidan los perpetrados por la República, por ejemplo, en Paracuellos del Jarama. (Por cierto, uno de los fusilados en esa ocasión fue un primo mío, adolescente). En el fondo, si solo interesan las víctimas de un lado, aquello no tuvo que ser una guerra civil. Pero el hecho es que lo fue, y de la forma más brutal, pues morían más en la retaguardia que en los frentes.

Cabe una operación aún más sibilina. Consiste en dinamitar el Valle de los Caídos, con la gigantesca cruz, las ciclópeas esculturas de la Piedad y los cuatro Evangelistas, la monumental basílica entera. Se levantaría la pirámide de escombros más llamativa de la historia. Puede que fuera un motivo de atracción turística, dada la singularidad del hecho. De forma simbólica, se trata de otro homenaje a la República, que, como es sabido, empezó con la quema de iglesias al mes de su proclamación. El aquelarre se montó, al mismo tiempo, en varias ciudades de España, lo que manifestaba una gran predeterminación. Lo curioso es que no hubo ninguna persona procesada por tales desmanes.

Cabe, incluso, que se propicie una especie de revancha o venganza, como homenaje a los republicanos fracasados, aunque ya no quede ninguno. Lo que produce una repulsa moral es que para esa operación se utilice el adjetivo democrático. Se quiere ocultar el hecho, verdaderamente trágico, de que la República fue una democracia fracasada.

La treta más engañosa es reservar la calificación de democráticas para el conjunto de acciones emitidas por el actual Gobierno socialista. En cuyo caso todo lo que se oponga a ellas se considerará "fascista". Es decir, se trata de revivir, a trancas y barrancas, la dialéctica de la guerra civil de 1936. Ya es fatalidad.

Se parte de la consideración estadística de que, en España, son democráticos los partidos con escaños en las Cortes Generales. Se presume que cada uno de ellos intenta representar a todos los españoles, desde su particular ideología. Ahora bien, sucede que unos cuantos partidos (singularmente, vascos y catalanes) solo pretenden representar a una parte territorial de los españoles. Es más, muchos de sus dirigentes no se consideran españoles, sino vascos, catalanes, turolenses o lo que sea. Es más, casualmente, los partidos vascos o catalanes son los que apoyan al Gobierno socialista, obrero y español. Áteme usted esa mosca por el rabo.

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