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Amando de Miguel

El verdadero estado de la nación

Hemos copiado muchos ritos de la democracia norteamericana, la más antigua y modélica del mundo.

Hemos copiado muchos ritos de la democracia norteamericana, la más antigua y modélica del mundo. Por ejemplo, las primarias, que aquí no son tales, pues no se cuenta con el registro previo de votantes. Sin el cual, las llamadas primarias son más bien secundarias .Ni siquiera han llegado a eso las recientes asambleas de militantes del PSOE para elegir a su candidato madrileño. La prueba es que (oh casualidad) sale elegido el nombre que previamente había sido propuesto por el jefe, púdicamente llamado "secretario general". En el PP son menos retorcidos: los candidatos los nombra directamente el jefe. Si los partidos fueran un poco más democráticos en su funcionamiento no harían falta primarias.

La imitación más sonada de los usos políticos norteamericanos es el llamado "debate sobre el estado de la nación". En los Estados Unidos todo parte de un concienzudo informe que elabora cada año la oficina del presidente, literalmente, sobre "el estado de la Unión". Es decir, punto por punto, cómo se manifiesta la vida colectiva en los aspectos económico, político, cultural, etc. de los que a sí mismos se llaman “americanos”. El documento -un grueso volumen- sirve para el debate parlamentario.

No hay traducción sin traición. En España, el "debate sobre el estado de la nación" no es tal sino el debate sobre el Estado. Pero como el Estado se reduce a los partidos políticos, el famoso debate acaba siendo un lucimiento de los líderes en el Congreso. Este año, además, hay dos partidos emergentes que acaparan la atención del público: Ciudadanos y Podemos. Sin embargo, no están representados en el Congreso. El resultado es que el debate en el Congreso resulta más artificioso que nunca.

Recientemente he publicado un libro, El cambio que viene (Stella Maris), en donde intento reflejar las transformaciones que están teniendo lugar en la sociedad española. Pues bien, en las entrevistas que me hacen los periodistas para promover la lectura del libro (gracias les sean dadas) solo me preguntan sobre los cambios políticos. Es más, de todos ellos, casi únicamente sobre el fenómeno de Podemos. También a mí me interesan esas manifestaciones de la vida colectiva, pero el cambio que viene es mucho más que eso. En la vida pública española la política no lo llena todo. Es solo una parte y muy frágil. Baste decir que, si la corrupción alcanza a todos los partidos con poder, en el caso de Podemos también aparece, aunque antes de tocar poder. Es todo un récord.

El auténtico debate sobre el estado de la nación debería girar sobre lo que piensan los españoles. Para eso se tendría que echar mano de las encuestas que oportunamente se levantan. Pero, por desgracia, tales sondeos solo se preocupan de asegurar cuántos escaños o votos van a tener unos u otros partidos. Aparte del error que contienen esas anticipaciones, especialmente cuando se hallan alejadas de la fecha de los comicios, lo fundamental sería estimar cómo piensan los españoles. Por ahí se podría otear la verdadera salida de la crisis, y no los datos macroeconómicos que se nos sirven trimestralmente. A ver cuándo nos vamos a convencer de que la crisis no es solo económica.

Puesto a imitar a los norteamericanos, espero que en este definitivo año electoral prescindamos de los mítines a los ya convencidos para establecer debates en los medios. Pero debates sin las rigideces habituales, con una plástica algo más amable. Ya sé, es mucho pedir.

En España

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