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Amando de Miguel

El verdadero mito del reparto

En las fiestas navideñas la corriente dineraria que más contribuye a la igualdad es el ritual de regalos entre personas afines y de ayudas a los necesitados.

El viejo ideal de la izquierda es el de la perfecta igualdad entre los individuos y las clases. Para lo cual hay que ponerse a repartir los bienes de que ahora se disponen, sobre todo los de los ricos. Naturalmente, se trata de un propósito imposible, pero es tal su fuerza que inconscientemente sigue funcionando en las conciencias de muchas personas. Hay ingenuos convencidos de que el sistema de impuestos significa la igualdad social.

Al llegar la Navidad (para algunos pedantes simplemente el solsticio de invierno) reina en España la euforia del reparto a partir de la Lotería, convertida en un organismo oficial. Ya se sabe, aquí todo lo que permanece lo trajo Carlos III. Una vez más se repetirá la cantinela de "los premios de la Lotería han estado muy repartidos". Es algo tan mecánico que da que pensar. Estadísticamente es aproximadamente lo contrario. El juego consiste en empobrecer un poco a casi todos los que han comprado décimos o participaciones para enriquecer súbitamente a unos pocos. Como la operación es perfectamente aleatoria, nadie protesta. Pero se trata de lo contrario de la igualdad y el reparto. Bien es verdad que sarna con gusto no pica. Ahora bien, quien realmente sale más beneficiado de la Lotería es el Fisco, su organizador, pues se queda bonitamente con un porcentaje de los premios. Ya se sabe, en el juego de azar la banca siempre gana.

Las fiestas navideñas, con sus luces, canciones y alegrías, son también la ocasión para otras simpáticas instituciones que también se proponen el ideal de la igualdad y el reparto. Es el caso de la paga extra, las cestas de Navidad o las comidas de empresa. Parecen regalos y, por tanto, se reciben con todos los plácemes. Pero, si bien se mira, funcionan básicamente como formas de retribución diferida y, además, sin interés financiero. Es decir, son realmente lo contrario de lo que pretenden ser: lo que antes no se pagó y se ahorra forzosamente, ahora se devuelve en forma de dádiva. El resultado es que aumenta el contento general. Pero que no se diga que se trata de iniciativas en pro de la igualdad o del reparto.

En las fiestas navideñas la corriente dineraria que más contribuye a la igualdad es el ritual de regalos entre personas afines y de ayudas a los necesitados. Todo lo cual representa un espíritu de altruismo que viene muy bien a esta sociedad bronca y despiadada.

Tampoco está mal que, con ocasión de las pagas extraordinarias y la recogida de beneficios, muchas personas se apresten a viajar o a comer y libar de forma extraordinaria. Un tanto de desmesura ocasional tampoco hace daño. El auténtico reparto es el que se deriva del consumo generalizado, por muchos que repela a la ideología que condena el consumismo. Siempre habrá puritanos o ascetas.

La gran paradoja es que las desigualdades mil de esta sociedad, contando con la oportuna represión de los delitos, constituyen una fuente de progreso. Por lo mismo, la izquierda en España busca desesperadamente algún otro ideal que sustituya el igualitarismo o el reparto. Puede escoger: ecologismo, independentismo, pacifismo, ideología de género, movimiento antisistema, ocupación de fincas o viviendas, etc. Surgirán más derivaciones. La cosa es enredar.

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