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Amando de Miguel

La peste china

Vamos a dejarnos de chuminadas con lo del dichoso coronavirus.

Vamos a dejarnos de chuminadas con lo del dichoso coronavirus. En todo caso en castellano sería virus corona. Aunque son ganas de ocultar su verdadera naturaleza. Se trata del virus de Wuhan, la peste o la plaga que nos llegó de China y se aposentó en todo el mundo.

Efectivamente, la clave está en Wuhan, China, sede de una potente industria vírica, como parte de lo que antes se llamaba 'guerra bacteriológica'. Solo que las bacterias son ya poca cosa; son mucho más efectivos los minúsculos virus. En este caso a los investigadores se les fue la mano con un virus de diseño. En la fotografía plana aparece con un halo o corona. Lo fundamental es que se trata de un virus con una asombrosa capacidad de contagio (no de transmisión, otro eufemismo).

Lo primero que hay que hacer es integrar una comisión internacional de científicos para que se instale en Wuhan y examine sobre el terreno la naturaleza y estructura del virus descontrolado, por mucha corona que le pongan. Solo así se podrá llegar pronto a diseñar una terapia mínimamente eficaz. Si el Gobierno chino se negara a tal investigación internacional y a proporcionar la infinitud de datos que debe de atesorar, las Naciones Unidas impondrían severas sanciones contra China, por ejemplo, expulsándola de la organización.

En el entretanto, el pavoroso problema de atajar (ahora se dice "contener", otro eufemismo) la pandemia corresponde a la limitada soberanía de cada país. Al menos en España, la situación es tan peliaguda, y está empezando, que no hay más remedio que cortar por lo sano. Se impone declarar el estado de sitio, pero con la necesaria decisión de encargar el mando de la operación a las fuerzas armadas, esto es, el Ejército. Como primera medida, deberán repatriarse inmediatamente todos los efectivos desperdigados en las diferentes misiones, repartidas ahora en diferentes países.

La decisión de militarizar la lucha contra la epidemia parece razonable si se tiene en cuentas que las autoridades civiles han demostrado ampliamente su ineficiencia en este terreno. Solo una autoridad militar ad hoc (es decir, mientras dure la situación de catástrofe y siempre por medio de las Cortes Españolas) es capaz de tomar las decisiones pertinentes. Una de las primeras medidas debería ser cerrar las fronteras nacionales e incluso algunas interiores. Esa medida solo puede ser efectiva si la controlan los militares, con las policías a sus órdenes. Habría que dejarse de pamplinas, como la de la "contención reforzada" de la retórica oficial. ¿Cómo vamos a encontrarnos en la fase de "contención reforzada" o de "refuerzo contenido" si la curva de la epidemia no ha hecho más que empezar, se encuentra en su pendiente de ascenso? Quizá no llegue a "progresión geométrica", como se dice, pero sí a una progresión descontrolada. Y eso que los casos de las estadísticas son realmente los diagnosticados, no los reales. Se debe sospechar que el alcance verdadero de la epidemia es más amplio de lo que señalan las estadísticas. La canciller alemana ha asegurado que al menos el 60% de la población alemana será alcanzado por el contagio. En Alemania nadie se ha alarmado, pues se trata de una verdad estadística en términos de probabilidad.

Aparte del malestar orgánico, la peste china obliga a suspender la mayor parte de los intercambios económicos y las relaciones sociales. Es lo que suele suceder en las guerras. De ahí que, al hallarnos con el equivalente moral de una guerra, debemos confiar en que la operación de detener la epidemia la dirijan los militares.

Cabría la alternativa de que la batalla contra la peste china la dirigieran las organizaciones internacionales. Pero todas ellas son perfectamente ineficientes. ¿Alguien me puede decir para qué sirve la OCDE y cuánto cuesta? Lo mismo digo de la Organización Mundial de la Salud, que, por otra parte, en castellano debería ser Organización Mundial de la Sanidad. Después de un par de meses de incidencia de la peste china, ahora el mandamás de la OMS declara enfáticamente que estamos ante una "pandemia global". La montaña parió un ratoniche. Es claro que la pandemia solo puede ser global, como indica el prefijo pan-. Se trata de una simple etiqueta. Estas cuestiones de nomenclatura solo satisfacen a los pánfilos, que ahora llamamos "buenistas". Es lo que se lleva.

Las autoridades civiles que hasta ahora se han encargado de luchar contra la peste china en nuestro país nos han inundado con la patochada de los mensajes de tranquilidad, que solo sirven para alarmar aún más a la doliente población. Los pretendidos expertos o científicos que se prodigan en los medios para tranquilizarnos nos llenan de pavor con su nesciencia.

En definitiva, la lucha contra la peste china en cada país se convierte en una auténtica guerra; tendrán que dirigirla los militares, que para eso los hemos formado. Para empezar, es el único cuerpo de altos funcionarios que está acostumbrado a operaciones de carácter internacional.

En España

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