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Amando de Miguel

La significación de las instituciones

Ya no nos parece raro que los presidentes de Gobierno (de España o de cualquier región) ingresen en la linajuda casta de los millonarios.

Mi amigo, José Antonio Martínez Pons, mallorquín de pro, me da la pista para interpretar el régimen acaudillado por el insigne tirano Sánchez. Sus fieles van a continuar en el machito de por vida, aunque el Gobierno haya de ceder el banco azul a la derecha, en unas inminentes elecciones. La idea es ir reservando los puestos directivos de las ONG y similares, que tanto abundan en la sociedad civil. Es lo que se llama "puertas giratorias". Por su parte, el taimado Sánchez se asegura el futuro, mediante, un empeño parecido en el mundo de los organismos internacionales. No le faltará rumbosa pitanza, siguiendo los pasos de su predecesor, Zapatero. Ya, no nos parece raro que los presidentes de Gobierno (de España o de cualquier región) ingresen en la linajuda casta de los millonarios.

Se podría aplicar, aquí, la fecunda distinción teórica de mi maestro Robert K. Merton, entre "funciones manifiestas" y "latentes" de muchos elementos de la sociedad. La función manifiesta de las ONG y similares (multitud de agencias, fundaciones, cátedras universitarias, etc.) es la de impulsar el espíritu solidario con los más necesitados. Se dicen "no gubernamentales", pero, viven del apoyo y los dineros de los Gobiernos. Las funciones latentes son diversas, entre ellas, la de servir colocando a los políticos, cuando concluyen sus mandatos oficiales, por razones del juego democrático. Los franceses se refieren al pantouflage para tales finísimas operaciones. Suponen una salida cómoda para los gobernantes, cuando dejan de serlo.

La distinción entre las funciones manifiestas y latentes se puede aplicar a un sinnúmero de situaciones sociales. Por ejemplo, en España, los sindicatos y patronales son instituciones de la economía de mercado para canalizar los conflictos laborales. Pero, en la actual situación española, los principales sindicatos y patronales, que reconoce y financia el Gobierno, sirven para apoyarlo, políticamente, un poco bajo cuerda. Sus dirigentes se ven tratados como privilegiados "agentes sociales"; en realidad, sirven de correas de transmisión de la política gubernamental. Curiosamente, ese papel hace que recuerden a sus equivalentes "verticales" de la época franquista. Nada más "vertical" que el poder político.

La dualidad entre las funciones manifiestas y las latentes encaja, como un guante, en la sociedad española. Son continuas las disparidades entre la letra y el espíritu de las leyes. "Del dicho al hecho hay un gran trecho", dice la sabiduría popular española de todos los tiempos. Esa es la explicación de la general desconfianza que suscitan los discursos y declaraciones de los mandamases de turno. Los altos cargos no "juran" su nueva posición, cuando acceden, felizmente, a ella; les basta con "prometer", un verbo difuso, un tanto pueril, que no obliga a nada. Da lo mismo decir que no va a haber un referéndum para la autodeterminación de Cataluña. Pocos días después, se precisa que será un referéndum consultivo, orientativo o con cualquier otro adjetivo despistante.

Un vicio muy común de las instituciones más diversas, públicas o privadas, es que todo el mundo entiende que sus dirigentes se van a aprovechar de ellas para su medro personal o familiar. Se llega a la osadía de suponer que la Constitución acoge, con naturalidad, la eventual independencia de ciertas regiones. No es casual que se haya llegado al despropósito de considerar las regiones españolas como "comunidades autónomas", cuando no son, realmente, ninguna de las dos cosas.

El movimiento hacia la independencia de una región significa poco para el conjunto de los contribuyentes, los que, antes, se llamaban "pueblo". En cambio, los dirigentes secesionistas verán incrementar, sustancialmente, su peculio, sobre todo, si lo saben colocar en "paraísos fiscales". Por ese lado, dejan de ser provincianos.

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