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Amando de Miguel

Los comisionistas que odian a España

El Gobierno de la nación, como un solo hombre, repite la letanía de: “No habrá referéndum de autodeterminación en Cataluña”. Pero ¿y si lo hay?

El Gobierno de la nación, como un solo hombre, repite la letanía de: "No habrá referéndum de autodeterminación en Cataluña". Pero ¿y si lo hay? ¿Y si la Generalidad de Cataluña decide por las buenas separarse de España? El argumento de que los gobernantes catalanes no pueden ir contra la ley (ahora se dice "la legalidad") revela una ingenuidad pasmosa. Un líder independentista tiene que ir contra la ley, incluso con el riesgo de ir a la cárcel. Así ha sido en la mayor parte de los nuevos Estados que lograron la independencia a lo largo de los dos últimos siglos.

Es igual. Se represente o no la comedia del referéndum catalán, el hecho continúa siendo que muchos catalanes no se sienten españoles. Lo mismo se puede decir en el caso de los vascos o los gallegos. Es la mejor demostración de que siguen siendo realmente españoles. Sería absurdo que algunos finlandeses, moldavos o húngaros, por poner un ejemplo, dijeran que no se sienten españoles. Lo lógico sería que a los independistas catalanes, vascos o gallegos la palabra España les resultase tan indiferente como Finlandia, Moldavia o Hungría. Pero no. Los secesionistas simplemente odian a España, a sus símbolos; necesitan expresar tal sentimiento para seguir viviendo.

Algunos lectores críticos seguramente pensarán que con la independencia de Cataluña por lo menos se acabará la murga que nos dan todos los días los de la Generalidad, que más parece Particularidad. Nada de eso. Aunque consiguieran una limitada soberanía (por ejemplo, dentro de una nueva Constitución española), su planteamiento sería entonces exigir cuantiosas indemnizaciones por parte de lo que quedara de España. Vendrían a ser una especie de compensación por los siglos de dominación española sobre la sufrida nación catalana. En cuyo caso siempre surgirían comisionistas, los del tres por ciento. Es proverbial la inteligencia comercial de los catalanes.

Muchos españoles del común se preguntan: ¿a santo de qué les da a algunos nacionalistas por independizarse de España? Muy sencillo: para asegurarse de que ellos y sus descendientes van a seguir mandando en exclusiva. Contémplese el caso de la familia Pujol.

Lo malo del personal que dirige el experimento independentista en Cataluña es su mediocridad. A diferencia de los prohombres del nacionalismo en el siglo pasado, los nuevos mandamases de ahora no parecen capaces de escribir un libro, ni siquiera un artículo. Bien es verdad que la misma tacha podría dirigirse a muchos de los que acaudillan los partidos nacionales. Lo cual confirma la degradación de la enseñanza en España a lo largo del último medio siglo. No hagan caso de esa leyenda de que ahora disponemos en nuestro país de la generación joven más instruida de la Historia. A cualquier cosa llaman chocolate las patronas.

A los gobernantes de Cataluña habría que decirles: sus exigencias de secesión llegan tarde. Véase el último ejemplo de los nuevos Estados balcánicos. Un desastre. No quiero pensar lo que sería el éxodo de cientos de miles de catalanes hacia el resto de España.

Tanta es la barrila que nos dan todos los días los separatistas catalanes que no me extrañaría una respuesta a la desesperada por parte del resto de los españoles. Sencillamente, se quedarían muy tranquilos si España se desprendiera de Cataluña. Todos saldrían perdiendo, pero a veces en la Historia se dan casos de esa irracional conducta.

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