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Amando de Miguel

Peripecias de un confinamiento masivo

Lo malo, con serlo, de la reclusión masiva de la población de medio mundo no es la soledad individual. Lo peor es la desorganización de la vida colectiva.

Lo malo, con serlo, de la reclusión masiva de la población de medio mundo no es la soledad individual. Lo peor es la desorganización de la vida colectiva.
EFE

Dicen "confinamiento" porque suena más jurídico, menos oprobioso. Se trata realmente de una encerrona, la más gigantesca conculcación del derecho a moverse, trasladarse, salir, entrar. Es el derecho esencial en una democracia. Su anulación, aunque sea temporal y tasada, se basa en una maniobra necesaria para contener el virus de China, que hoy se enseñorea por todo el mundo. Por eso se dice que el confinamiento es masivo o global. Mal de muchos…

Tengo para mí que la encerrona masiva es una suerte de arresto domiciliario colectivo. Mi amigo José Cuevas me corrige: ahora se dice "localización permanente". La gigantesca restricción de la libertad de movimientos afecta especialmente a los niños y a los novios. Menos mal que se inventaron los móviles, las tabletas y demás artilugios comunicantes. Pero se impone la necesidad de la relación cara a cara.

Son muchos los amigos con los que ahora me carteo de forma asidua. Se han hecho más densas tales comunicaciones. Sospecho que cuando tanto nos relacionamos por vía telemática es para confirmar que seguimos vivos. Algunos de esos corresponsales me envían desahogos literarios muy interesantes, a veces impublicables. Hay quien, como Carlos Díaz, me remite nada menos que el manuscrito de un libro inédito. Es un consuelo y un estímulo. La soledad forzada fue siempre un apremio para la lírica, el intimismo, la prosa crítica. Recuerdo el Diario de Anna Frank.

Lo malo, con serlo, de la reclusión masiva de la población de medio mundo no es la soledad individual. Lo peor es la desorganización de la vida colectiva. Ni siquiera en las guerras se paraliza tanto como ahora la economía. Se acabaron los espectáculos, los museos, las clases presenciales, las manifestaciones, el turismo, las reuniones varias, las fiestas, los deportes, los paseos, el ir de tiendas. En definitiva, añoramos el momento feliz e inútil de salir o quedar con los amigos, vecinos o colegas. Queda así desmantelada la vida social. La sustitución telemática no puede tolerarse más allá de unos pocos días, un par de semanas como mucho.

Determinados ritos democráticos, como los Parlamentos, se reducen a su mínima expresión, más simbólica que otra cosa. Ha sido la oportunidad para que el Gobierno español haga aún más cómodas las conferencias de prensa sin periodistas. El político se sitúa detrás de un atril protector y delante de la cámara de televisión. El personaje va contestando a las preguntas que le plantea una voz en off y que dice recoger las que han remitido los distintos medios (nunca Libertad Digital). El político no toma nota mientras le hacen las gélidas preguntas; ya sabe de antemano que han sido cocinadas. Son las que merecen eso de "me alegro de que me haga usted esa pregunta", que tanto nos recuerda los usos del franquismo. Es la negación de la libertad de prensa, otra que se añade a la general encerrona. Goebbels no llegó a imaginar tal refinamiento de las técnicas de la propaganda política.

La culminación de la propaganda política ha sido últimamente la insólita declaración del Gobierno. Como de pasada, ha señalado que la pandemia del virus chino empezó en España el pasado día 9 (no precisó la hora). Es decir, la fecha se coloca justo después de la gran manifestación feminista, para que no digamos que el multitudinario pasacalle morado fue una decisión irresponsable. Aunque solo fuera por ese detalle, el Gobierno vendría obligado a dimitir. Solo que ese verbo hace ya tiempo que no se conjuga. Tales son las amenidades del poder.

En muchos de los correos de los corresponsales observo un tono pesimista y desmoralizado. Vamos que, a su lado, el gran Murphy quedaría como particularmente animoso. No puede alimentar el ánimo la sospecha de que, con la vicepresidenta primera simbólicamente desaparecida en combate, el vicepresidente segundo se halla más cerca de hacerse con el Poder Ejecutivo. Es una advertencia.

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