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Amando de Miguel

Una simpática costumbre vergonzante

No olvidemos que la principal industria española es el turismo, tanto interior como exterior. Cuantas más fiestas, más movimiento de viajeros y más consumo.

Durante los primeros días del año se produce en los hogares españoles el grato uso de recibir calendarios de las más diversas procedencias. Constituyen un simpático objeto de regalo más que de compraventa. Son siempre bien recibidos, y no solo porque se hallan libres de impuestos. Lo primero es cómo disponerlos en las distintas piezas de la casa. Lo segundo requiere mayor cuidado. Se trata de estudiar con alguna parsimonia en qué días de la semana van a caer los distintos acontecimientos regulares del año entrante. De esa forma se pueden ir adelantando planes de vacaciones, escapadas, reuniones familiares y otros holgorios. Pero sobre todo lo más misterioso y agradable es que se pueden anticipar los varios puentes que nos reserva el año. Es una sagrada costumbre que se ha establecido entre nosotros por encima de (ahora se dice "más allá de") las regulaciones laborales y académicas. Los mayores beneficios de los puentes los aprecian los estudiantes y profesores de todos los grados, tan atribulados ellos. Se comprende, tan abrumadora debe de ser la tarea de enseñar o aprender. No es menor ventaja la que consiguen los sindicatos al hacer coincidir las huelgas con ciertos puentes, para así molestar lo más posible al personal y presionar mejor a los empresarios. En definitiva, parece que casi todos ganan algo.

Retengan esto. El próximo Día de la Constitución cae en jueves, y el sábado es la Purísima (la onomástica de Inmaculada Colau, la alcaldesa de Barcelona). Se forma así un estupendo puente de varios ojos. Claro que antes de esa fecha puede que se haya producido la promulgación de un nuevo texto constitucional. Tanto como su contenido, importa mucho que la nueva fiesta de la Constitución se coloque en un día próximo a otro feriado. La cosa es hacer puentes como sea. Recordemos que en la tradición romana el pontífice o constructor de puentes era un título de gran estima. Por eso se dice del Papa que es el "Sumo Pontífice".

Más benéficas casualidades del año 2018. El Pilar cae en viernes, de nuevo una grata combinación para realizar alguna escapada de varios días y así despedirse del verano. Venturosamente la próxima Navidad cae en martes, lo que facilita un notable acueducto desde el día de la Lotería.

Los madrileños estamos de suerte. La celebración del 2 de Mayo (la de una derrota, pero así somos) cae en miércoles, pero el día anterior es la fiesta del Trabajo. Así que el lunes 30 de abril inaugura otro hermoso acueducto de casi una semana.

De poco sirven las meritísimas campañas para racionalizar los horarios o los profundos estudios sobre la productividad laboral. Los puentes se incorporan a nuestras tradiciones para aumentar los días de asueto. No conozco a ningún ateo o escéptico que se oponga a dejar de trabajar en las festividades religiosas incorporadas a nuestras costumbres nacionales.

Lo mejor que puede hacer la Administración Pública es oficializar el estado de los puentes de cada año. Supone la aceptación respetuosa del carácter aleatorio del calendario, el que determina acontecimientos variables tan decisivos como el Carnaval o la Semana Santa. Siempre es bueno que las leyes respeten las costumbres. No olvidemos que la principal industria española es el turismo, tanto interior como exterior. Cuantas más fiestas, más movimiento de viajeros y más consumo.

Una innovación reciente ha sido la de poner la jornada electoral un jueves, como se ha hecho en los últimos comicios catalanes. Ello ha supuesto cerrar los colegios ese día y facilitar un cierto relajo laboral. No estaría de más que la iniciativa se extendiera a las múltiples elecciones que vamos a tener los españoles en este venturoso año 2018. Es más, la insulsa jornada de reflexión antes de los comicios bien podría ser declarada día festivo. Sería la forma de que las reflexiones fueran más concienzudas.

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