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Antonio Robles

Chacón, la rancia

¿De qué nos habla esta trepa, cuando ha hecho toda su carrera política de cómplice del nacionalismo para despojar de derechos lingüísticos a la población castellanohablante?

El último Caballo de Troya del catalanismo se llama Carmen Chacón. Los votos del PSC de Maragall para imponer a Zapatero, aviso para navegantes.

Su reconversión interesada no debería confundir a nadie. Decía en la SER: "Los socialistas nos equivocamos primando el discurso territorial al discurso social". Unos días antes, en el pueblo almeriense de su padre gritaba: "Mi origen tiene que ver con mi causa y la causa del socialismo no tiene fronteras".

Si hay algo en esta chica del PSC que me pone en guardia al presentar su candidatura a la secretaria general del PSOE, es su primera intención: demostrar que su padre nació en Andalucía. Toda una exhibición de credenciales: territorialidad frente a ciudadanía. Es la constatación inconsciente de la fuerza telúrica de su ideología nacionalista. Como catalanista, no se ha podido substraer a la influencia que cree tener el ser de aquí o de allá. Por eso, priorizó la superstición territorial (eligió el pueblo de su padre para asaltar la dirección del PSOE), a escenificar como prioridad las ideas de contenido social. Aunque la palabrería social tratara de ocultar la escenificación territorial, el striptease de Olula del Río, desnuda sus auténticas prioridades.

De hecho, su ideología socialista hace años que fue sustituida por la superstición del nacionalismo en las mismas siglas del PSC, donde el trazo de la C de Cataluña aparece más grueso que la P de partido o la S de socialismo.

Acostumbrada a hacerse valer ante el PSOE con el hecho diferencial catalán, o sea, con el chantaje territorial, cambia el discurso ahora, consciente de que es precisamente ese discurso el que le barre los pasos del PSOE en España. Pero no lo elimina, solo lo transforma: saca ahora a sus abuelos andaluces, castellanos y aragoneses, como siempre los había ocultado para exhibir limpieza de sangre en Cataluña. Y sin ruborizarse, añade: "con estos antecedentes se desconfía muy pronto de las fronteras y se aprende que nadie es mejor o peor por nacer en un lugar o en otro". Como dice la sentencia, "excusatio non petita, accusatio manifesta".

Si tanto le molestaban las fronteras, ¿por qué no ha denunciado en Cataluña la obsesión del Gobierno de la Generalitat por levantarlas cada día? Si tanto le preocupan las causas sociales, ¿por qué no ha denunciado en Cataluña el despilfarro identitario frente a los recortes sanitarios? ¿De qué nos habla esta trepa, cuando ha hecho toda su carrera política de cómplice del nacionalismo para despojar de derechos lingüísticos a la población castellanohablante y no ha dicho ni mu cuando su propio partido ha impuesto multas por rotular en castellano, que ni siquiera Pujol se había atrevido a imponer? ¿Acaso ha dicho esta boca es mía cuando desde el Gobierno de la Generalitat y sus medios públicos de comunicación se alimenta "la pedagogía del odio" contra España, o amenazan con echarle un pulso al Estado mediante el "derecho a decidir"? Si tanto aborrece las fronteras, ¿por qué no ha denunciado el incumplimiento de las sentencias judiciales de su propio partido contra la inmersión en las escuelas, en nombre de las fronteras culturales?

Si de verdad cree que es un error primar los territorios a las políticas sociales, ¿por qué no desenmascara el chantaje del "pacto fiscal", cuyo modelo económico prima el territorio sobre el ciudadano?

Pena de chica conversa por conveniencia, que va de renovadora pertrechada con las ideas más rancias. Y al fondo, Maquiavelo.

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