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Antonio Robles

Despenalizar la maternidad

Una ley es muy fácil de cambiar, pero los códigos culturales o memes, a decir de Dawkins, resisten generaciones.

Más allá de la polémica ideológica generada por el manifiesto feminista, la mujer soporta una brecha salarial a la baja respecto a los hombres fácil de detectar en tres campos: la penalización de la maternidad, la menor cotización laboral y la menor cuantía en las pensiones.

Una ley es muy fácil de cambiar, pero los códigos culturales o memes, a decir de Dawkins, resisten generaciones. Lo estamos apreciando en nuestra propia sociedad. Desde 1980, las mujeres tienen legalmente los mismos derechos laborales que los hombres, sin embargo, ellas cobran una media de un 13% menos que los hombres. Las mujeres cotizan menos, tienen una vida laboral más corta y, como consecuencia, reciben pensiones un 37% menores que los hombres. La media de las pensiones contributivas de los hombres es de 1.247,46 euros, mientras que la de las mujeres se reduce a 797,50. La cosa se agrava en las pensiones no contributivas; tan solo 357,50, un 78% del total.

Dando por sentado que tal desfase es injusto, es responsabilidad del Estado corregir lo que las hechuras de la cultura y las costumbres se resisten a erradicar. Pero sin culpabilizar a los hombres como grupo social separado como un bloque del mundo de las mujeres, muy al contrario, contemplándolos como parte de un problema, donde el sistema atrapa a hombres y mujeres.

Digámoslo de salida para evitar malos entendidos. El mal no está en que los hombres cobren sueldos dignos, sino en que las mujeres no los cobren; el mal no está en que los hombres ocupen puestos de responsabilidad o poder, sino en que las mujeres, a pesar de estar tanto o más preparadas que ellos, sean relegadas por el sistema; el mal no está en que las mujeres deban abandonar su trabajo o acortar su vida laboral por la maternidad y cuidado de los hijos, sino en que las leyes laborales no contemplen esa merma de oportunidades profesionales y menor cotización social.

Si el problema no está en la incompatibilidad entre hombres y mujeres, sino en la penalización que sufren las mujeres por la maternidad, y cuyas consecuencias inmediatas se traducen en menor vida laboral, menor cotización y, por consiguiente, menor cuantía de sus pensiones, el Estado y las leyes laborales habrían de garantizar el valor añadido que aportan a la sociedad, con prestaciones directas para suplir los años derivados de la maternidad y las cotizaciones respectivas para no mermar las cuantías de sus pensiones. No estoy hablando de suplir las bajas por maternidad y crianza de los hijos que hoy ya están garantizadas para hombres y mujeres por un igual, sino de permutar todas las desventajas que específicamente sufren las mujeres por su capacidad biológica para ser madres en reconocimientos laborales. Demasiadas veces en múltiples empresas, la amenaza de la maternidad deja a las mujeres en desventaja ante un hombre; demasiadas veces, el paréntesis de la baja por maternidad obliga a la madre a acogerse a la reducción de jornada etc.

Si la maternidad es un bien universal del que se beneficia la sociedad entera (no solo las mujeres que la garantizan), si todos los hombres tienen madre, y casi todos pareja, hijas, hermanas, etc., las prestaciones que el Estado garantizase a las mujeres para suplir los daños laborales colaterales beneficiarían a la sociedad en su conjunto. Como ahora lo hacen los presupuestos del Estado para garantizar la sanidad, la educación, la seguridad, las infraestructuras, por ejemplo. No es un gasto del Estado a un colectivo frente a otros colectivos. Es justicia social y un bien social. Eso pone más dinero en el mercado, que a nadie perjudica y a todos beneficia. Si lo comparamos con las pensiones, vemos que sus beneficios no alcanzan sólo a los beneficiarios directos, sino a la sociedad en su conjunto. Lo acabamos de comprobar en la crisis, la pensión de los abuelos ha sido el colchón imprescindible para la supervivencia del entorno familiar.

En este Día Internacional de la Mujer, focalizar el problema en este punto no debe hacernos olvidar otros muchos, el maltrato, la sumisión, la mutilación genital… (Película entera en español: La flor del desierto).

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