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Antonio Robles

Esas pequeñas cosas

Un gobierno medieval sobre un pozo de petróleo y un gobierno radical de izquierdas hundido en la miseria. Los dos sin respeto alguno por la mujer.

Un contraste. Esas pequeñas cosas que procuran la dicha. El detalle de Michelle LaVaughn Robinson en Arabia Saudí con su cabello al aire. Detalles. El primer gobierno de Tsipras en Grecia sin mujer alguna. Ni una sola. Detalles.

Detalles aparentemente insignificantes ante espectáculos tremendos de crueldad y sangre en guerras y atentados, corrupciones y hambre.

Detalles que comparan actitudes y resaltan contrastes. La primera dama de EEUU, Michelle Obama, junto a su marido, el presidente del país más poderoso de la tierra, llega a Riad vestida con ropas de colores alegres y sin velo. Vienen a dar su condolencia al nuevo monarca saudí, Salmán Saúd, por la muerte de su hermano, el rey Abdalá. Les reciben docenas de representantes de Arabia Saudí, ninguno de ellos mujer. Ni una sola mujer. Detalles. Como en Grecia. Un gobierno medieval sobre un pozo de petróleo y un gobierno radical de izquierdas hundido en la miseria. Los dos sin respeto alguno por la mujer.

Detalles. Syriza, partido de izquierdas radical, nuestro Podemos, pacta con Griegos Independientes, una escisión de Nueva Democracia, partido homófobo, racista, antisemita y reaccionario en temas morales y religiosos. Todo por la patria. Pero en la patria no caben las mujeres. En su pacto no hay rastro de ellas. Detalles. En Arabia Saudí, tormenta contra Michele por no llevar velo. En España, la izquierda calla ante el pacto contra natura de Syriza. Detalles.

Detalles, esas pequeñas cosas que definen los comportamientos. Siempre he creído que en los pequeños gestos de heroísmo cotidiano reside la grandeza. Y la realidad. Desconfío de los grandes principios y las declaraciones universales. Karl Marx quería salvar el mundo y fue incapaz de evitar la muerte por hambre de tres de sus hijos. Los ecologistas de salón dan la vara con las ballenas, pero después son incapaces de apagar la luz de su despacho abierto a cristaleras infinitas. Son las pequeñas cosas, casi siempre en voz baja, las que construyen la humanidad. Como el detalle de Rosa Parks, la joven costurera que en 1955 se negó a levantarse del asiento del autobús donde iba a su trabajo reservado a los blancos y que fue el inicio del final de la segregación racial en EEUU. Como el maestro que se dirige a sus alumnos en Cataluña en castellano con la insolencia de su dignidad sin dejarse amedrentar por la presión social del nacionalismo. Como la señora de ochenta y dos años desahuciada, en huelga de hambre, ahora, cuando parecía que no volvería a padecerla. Como el joven de izquierdas que deja una moneda al parado de la esquina mientras los suyos arreglan el mundo sin fijarse en su rostro por considerar incompatible la justicia y la caridad... Es indignante comprobar cómo Jordi Pujol se haya pasado la vida dándonos lecciones morales, incluso presidiera una "Asociación para el Estudio de la Ética y los Valores" -creada por él mismo-, y en realidad nos haya estado estafando toda la vida. Hay tantos detalles… y tantas contradicciones… ¡tan poca honestidad!

¿Qué mundo es ese que me ofrecen quienes ni siquiera tienen en cuenta la mitad del mundo? ¿Qué respeto por la humanidad se da en un Estado donde las mujeres no pueden conducir, no pueden caminar ni viajar solas, ni estudiar ni trabajar sin el permiso del hombre (mahram, una especie de tutor), un varón de la familia responsable legal que a menudo es de menor edad que ellas y una formación menor? Tampoco se pueden casar con un hombre no musulmán, mientras que ellos pueden hacerlo hasta con cuatro a la vez sin considerar su religión, raza o cultura. Si quieren divorciarse han de alegar motivos fundados ante un juez, mientras a los maridos les basta con repudiarlas en público.

Son esas pequeñas cosas que a veces pasan tan desapercibidas, tapadas por tanta soflama. Michelle Obama fue Rosa Parks en Arabia Saudita. En Grecia, será la realidad.

En España

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