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Antonio Robles

Sánchez ha desarmado al constitucionalismo

Es como si en plena batalla tus propios generales siguieran las instrucciones del enemigo.

La indignación y el miedo ante la falta de escrúpulos de Pedro Sánchez ha llevado a millones de españoles a temer por su futuro. O al menos a la pérdida de derechos que hasta la fecha garantizaban la Constitución y la permanencia de España como nación histórica no discutida ni discutible. De golpe, todos los fantasmas del pasado más tenebroso que parecían definitivamente superados han irrumpido entre nosotros como algo posible y real. La Transición ejemplar, ahora es un escollo al que hay que derribar, y todas nuestras convicciones y seguridades democráticas dadas por supuestas han sido puestas en duda.

Participo del pesimismo. Y daré una sola razón entre las muchas que jalonaron la investidura: Sánchez nos ha desarmado ante el nacionalismo al aceptar su marco mental. Es como si en plena batalla tus propios generales siguieran las instrucciones del enemigo sin más propósito que su supervivencia.

Hablo de guerra cultural, la que ha conquistado mentes y logra que cientos de miles de personas sigan consignas de odio a España y se indignen en nombre de naciones que no existen. Y justo cuando el constitucionalismo toma conciencia de la farsa, y comienza a cuestionar el relato nacionalista y sus mentiras, Sánchez asume su lenguaje y compra sus argumentaciones. Justo cuando medios e intelectuales equidistantes o callados despiertan, cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores comenzaba a desmentir con eficacia la propaganda de desprestigio en el extranjero, cuando el mismo Jefe del Estado pone pie en pared en defensa de la soberanía nacional, y el Poder Judicial encarcela a los máximos instigadores de la secesión, Sánchez lo cuestiona. Justo cuando la hegemonía moral del nacionalismo se desmoronaba día a día, acepta el marco mental del nacionalismo, lo incorpora a su discurso y nos deja sin armas para combatirlo desde el Estado. El relato que habríamos de combatir, ahora será el lenguaje del propio Gobierno. ¿Cómo contrarrestar ahora su propaganda? ¿Cómo desenmascarar ante la Justicia europea los procedimientos antidemocráticos, si el Gobierno ha negociado con un condenado por secesión en nombre de argumentos del condenado?

Hay quien piensa que el presidente es tan desleal que acabará engañando a los propios nacionalistas. Y con ello se conforman. Démoslo por hecho. Pasan por alto que, independientemente del cumplimiento o no de las promesas hechas en el pacto, el mero hecho de haber aceptado su lenguaje es en sí mismo la peor de las cesiones. Porque ese universo mental es el que legitima la ilegalidad de su relato. Y eso es lo que nos desarma. No importa lo que sea el mundo en este tiempo de la posverdad, sino cómo lo vemos. Y lo veremos como nos lo hagan ver.

Con su actitud, ha normalizado sus objetivos, legitimado sus métodos y blanqueado su supremacismo. Además de mezquino, ignora el alcance de sus actos. Con esa legitimación ha asumido su discurso, el relato, su lenguaje (derecho a decidir, presos políticos, plurinacionalidad, nación de naciones, plurilingüismo, conflicto político, desjudicializar la política, amnistía, mesa bilateral de diálogo, diálogo, diálogo…). Y con ello ha trasladado su lenguaje y todos sus objetivos a la política nacional. La consecuencia es la neutralización de cualquier intento de desenmascarar sus mentiras a nivel nacional e internacional, porque él mismo ya formará para de ellas. O si quieren, porque ha asumido su defensa. ¿A dónde podremos acudir a partir de ahora?

Todo se dilucidará en la mente de las nuevas generaciones. Y Sánchez las ha abandonado al populismo peronista y al supremacismo identitario. Ambos enemigos de la ciudadanía cívica. O logramos una cuña española en la izquierda, o esta izquierda antiespañola acabará con España.

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