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Antonio Robles

Un cantamañanas recorre España

Pablo Iglesias se está pegando un festín electoral a base de explotar la cloaca corrupta en que chapotean nuestros políticos.

Pablo Iglesias se está pegando un festín electoral a base de explotar la cloaca corrupta en que chapotean nuestros políticos. Se ha limitado a señalar el mal, y a sus responsables. Disculpa al pueblo, le hace creer que él no es parte del problema, sólo quien lo padece. Un reduccionismo de éxito que todos los populismos han explotado en la historia. La gente prefiere mimos y seguridades a regañinas y dudas. El cantamañanas de Posemos lo sabe y lo explota. Estamos ante el mayor fraude, el que viola la buena fe de las gentes y desvalija sus sueños. ¿Quién es él para dar lecciones de ética a nadie, si no respeta el derecho de los ciudadanos a no ser manipulados?

El tráfico ilegal de ideologías que ha desplegado en su corta vida política ha culminado con su pretensión de hacerse con el espacio socialdemócrata del PSOE. Y como debía vender la moto a sus socios comunistas de IU, ha tenido el descaro de atribuir a Marx y Engels su novísimo espacio socialdemócrata.

La indignación por tal falta de vergüenza intelectual se lo atribuyen algunos a su oportunismo político, otros a su chulería, y los demás a su ignorancia. Creo que se lo debemos atribuir a su falta de escrúpulos. Cierto es que ha demostrado ya en varias ocasiones su ignorancia, como cuando confundió la reivindicación de la vía del 151 del estatuto de autonomía de Andalucía con un referéndum de autodeterminación. No es este el caso. Pablo Iglesias no puede ignorar la ideología revolucionaria de Marx, ni la radical diferencia entre el Partido Socialdemócrata Alemán, que él mismo ayudó a impulsar en su tiempo para que la clase obrera lograra el poder, y desde él imponer los principios revolucionarios del marxismo, con la posterior socialdemocracia reformista, no revolucionaria, que se impuso tras la segunda guerra mundial en el norte de Europa y está en el inconsciente colectivo actual.

Pablo Iglesias calla que en el seno de aquel Partido Socialdemócrata Alemán de 1879, como posteriormente en el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, fundado en 1898, se enfrentaron dos corrientes, una revolucionaria, con los principios marxistas, que dio origen a diferentes partidos comunistas, y otra reformista, origen de la socialdemocracia actual y en nada coincidente con los objetivos revolucionarios de Marx y Engels, y mucho menos con el leninismo de la dictadura del proletariado de los partidos comunistas..

Marx no quería renunciar a la participación política, como propugnaban los anarquistas, para conquistar el poder político, ocupar los parlamentos y hacer la revolución con los principios de su doctrina. Por eso Marx y Engels ayudaron a impulsar la creación de partidos, entre ellos el socialdemócrata alemán. El nombre no hace la cosa.

A sabiendas de que los objetivos de Marx al impulsar ese tipo de partidos nada tienen que ver con el concepto socialdemócrata que flota hoy día en el imaginario colectivo, Pablo Iglesias muestra una mala fe difícil de calificar. Si Bárcenas es un corruptor de los bienes públicos, Pablo es un corruptor de la verdad debida a los electores. ¿En qué se diferencia de él?

No es una anécdota, es un procedimiento. Su astucia se ha convertido en un fin. Horas después volvía a demostrarlo al sobreacturar contra Albert Rivera. Le acusó en el programa de Jordi Évole de ser partidario de las dictaduras por haber declarado que la inseguridad y la arbitrariedad del gobierno de Maduro ni siquiera garantizaban la estabilidad de las dictaduras.

Hay que tener mala fe y ganas de confundir para pasar por alto el matiz. La cuestión es arruinar al otro a sabiendas de que el adversario político nunca quiso decir lo que sabe que no dijo.

Pablo Iglesias quiere el poder. Y por lo que se ve, sin importarle los medios. No le importa la verdad, ni respeta al adversario, su objetivo es ganar a cualquier precio. Estamos ante una cloaca retórica perfumada de humanismo. Es peligroso.

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