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Carmelo Jordá

Cuando Cuca Gamarra te destroza

Sánchez ha perdido por goleada un debate que está creado para que el presidente del Gobierno arrase. Más aún si es un mentiroso compulsivo.

Sánchez ha perdido por goleada un debate que está creado para que el presidente del Gobierno arrase. Más aún si es un mentiroso compulsivo.
Pedro Sánchez, durante el debate sobre el estado de la nación. | EFE

He de confesar que no tengo una gran opinión de las virtudes parlamentarias de Cuca Gamarra, es más, estoy bastante convencido de que en el PP hay diputados con más pericia en el discurso que la exalcaldesa de Logroño, aunque tampoco tantos, no es que el talento se nos salga por las orejas.

Sin embargo, la portavoz popular ha destrozado al presidente del Gobierno en el debate del estado de la Nación de este martes. Lo ha machacado, le ha dado del derecho y del revés, por arriba y por abajo y ha dejado a Sánchez noqueado hasta el punto de que ha sido, sin duda, el peor debate que he visto nunca a un jefe del Ejecutivo.

Lo mismo ha hecho poco más tarde Abascal, en uno de sus mejores cara a cara con Sánchez que ha provocado réplicas en las que el presidente ha llegado a tartamudear repetidamente y ha sido incapaz de hilar su discurso de una forma medianamente razonable. Contra Abascal ha estado tan desastroso que ni ha acertado a insultarle como acostumbra.

Sin embargo, en mi opinión lo sustancial aquí no es que la popular y el de Vox hayan ganado un debate tan importante como este, eso es políticamente significativo, desde luego, pero lo esencial es por qué Sánchez ha perdido por goleada incluso en una contienda parlamentaria que está creada para que el presidente del Gobierno arrase, más aún si es un mentiroso compulsivo capaz de hablar durante hora y media, no decir una verdad ni por error y que no se le mueva una ceja.

Hay varias razones para el estruendoso fracaso de Sánchez y la primera de ellas es, yo creo, que en su soberbia no se lo ha preparado lo suficiente. Tenía en los papeles muchos datos que debía haber tenido en la cabeza y tampoco ha sido capaz de estructurar, aunque fuese en parte, réplicas cuyo contenido era en realidad bastante previsible.

Además, su discurso de la mañana ha sido tan plúmbeo como son siempre esas peroratas, pero en esta ocasión ni siquiera ha sabido ofrecer medidas llamativas que descolocasen a la oposición. Al contrario, sólo ha anunciado lo que todos esperábamos de él: más impuestos con estratosféricas previsiones de recaudación que, por supuesto, jamás se cumplen y si lo hacen es a costa del usuario final, es decir, todos nosotros.

Y ahí hay otro problema, quizá el más importante, del que sólo estamos empezando a ver las consecuencias: atrapado entre las exigencias de sus socios y la situación económica real a Sánchez se le está acabando nuestro dinero y, claro, así es mucho más difícil ir repartiendo a todos los que piden, que son legión.

Finalmente, por si todo lo anterior no fuese bastante, el presidente ha sido un desastre en la forma, con momentos rozando lo grotesco cuando no era capaz ni de mantenerse correctamente frente a los micrófonos para leer penosamente papeles que no aportaban nada o enseñar gráficos que tampoco mostraban mucho. Un horror.

Sea por una cosa, por otra o por todas, este martes ha pasado lo que no esperaba nadie, o al menos yo: que Sánchez ha demostrado no sólo su debilidad política sino un lamentable estado de forma. Una vez más, y esto no es nuevo, lo que tendría que haber servido como primer escalón de la remontada ha sido otra caída de varios metros hacia el abismo. Si algo está claro, en suma, es que cuando Cuca Gamarra te destroza es que estás para el arrastre.

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