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Carmelo Jordá

"Los malos" de Oltra

Se va porque no le queda otro remedio, pero no crean que muestra una pizca de arrepentimiento.

Se va porque no le queda otro remedio, pero no crean que muestra una pizca de arrepentimiento.
Mónica Oltra. | Europa Press

Era imposible. Incluso para esta izquierda absolutamente inmoral y que está convencida de tener derecho a todo, la situación de Mónica Oltra era tan insostenible que este martes ha tomado la decisión que no debía haber pasado del jueves a primera hora de la tarde, como muy mucho.

Ahí quedan para los anales de la vergüenza las frases grandilocuentes de apoyo de los últimos días, los papelones que algunos han hecho en Twitter defendiendo lo indefendible y la fiestecita que se corrió su partido como si en vez de una imputación les hubiera caído un premio del Gordo.

Se va porque no le queda otro remedio, pero no crean que muestra una pizca de arrepentimiento, la más mínima señal de que por acción u omisión algo puede haber hecho mal, o siquiera cierta comprensión de cuál es su situación real, más allá de sus fantasías de una conjura de la ultraderecha en la que estarían metidos la Fiscalía y los jueces del TSJV, ni más ni menos. No, la tía dice que se va "con la cara bien alta" y lamentando que ganen "los malos".

Hay que tener la cara más dura que el acero.

Por supuesto, no estoy diciendo que Oltra sea culpable de nada, no estoy haciendo lo que ella hizo con Camps o con Barberá por asuntos infinitamente menos graves que el suyo, pues no había ninguna menor abusada. No, eso lo decidirán los jueces, no los periodistas y mucho menos aún la propia Oltra con su justicia modelo embudo. Pero los jueces sí han dirimido ya lo que ocurrió bajo su responsabilidad –no sólo era su marido, sino que era su consejería– y, amén de que eso ya sería suficiente para que alguien con decoro se fuese a su casa, que la Justicia tenga fundadas sospechas de que maniobró para encubrirlo la descalifica completamente como representante político que, además, hasta hoy seguía al frente de la misma consejería, es decir, siendo responsable de los niños tutelados por el Estado en la Comunidad Valenciana.

Y aun así "los malos" seguían siendo otros y, por tanto, ella se ve a sí misma militando entre "los buenos". Es repugnante, pero no sorprendente, pues esa es la visión que la izquierda suele tener de sí misma: gente que se ha posicionado en la trinchera correcta y sólo con eso ya están predestinados a salvarse, a que "los malos" sean los de enfrente, a que sus actos no tengan relevancia y, por tanto, no generen consecuencias.

Mucho más que una preocupación social, la izquierda es un paraíso moral en el que vivir sintiéndote en el Edén, en el que no hay pecado posible. Lo suyo sí es sentirse el pueblo elegido, pero al menos podrían dejar de comer manzanas, no sea que estén podridas… como ellos.

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