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Cayetano González

El odio que ETA sembró

Ojalá los ciudadanos castiguen con su voto a todos aquellos partidos que amparan, justifican, comprenden o se ponen de perfil ante los actos de violencia.

Viendo las caras, las miradas, los gestos de odio que irradiaban este fin de semana los manifestantes de la izquierda abertzale contra los actos electorales de Vox y de Ciudadanos en San Sebastián, Bilbao y Rentería, la pregunta de si ETA ha sido completamente derrotada parece que tiene una respuesta clara: en su rama operativa, sí, gracias a la abnegada y brillante actuación sostenida en el tiempo de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Pero en todo lo demás, la banda terrorista está más viva que nunca.

Han sido tantos años sembrando odio, dolor, miseria moral y humana, que eso no puede desaparecer de la noche a la mañana. El daño causado por ETA en la sociedad vasca ha sido inmenso, empezando por las víctimas que generó. Produjo una degradación moral, social, tremenda. ETA ha sido y sigue siendo un proyecto totalitario, incompatible por tanto con la democracia. Tendrá que ser la propia sociedad vasca, si quiere y si puede, la que se enfrente a esta dictadura que durante años ETA intentó imponer con las armas, y que ahora persigue con otros métodos, como los que se han podido ver este fin de semana, o desde las instituciones, de donde sus representantes deberían ser expulsados ilegalización mediante.

El odio a España sembrado por ETA, que asesinó a 857 personas exclusivamente por ser españolas, ha dado sus frutos. Por eso Santiago Abascal, Albert Rivera, Pablo Casado, Maite Pagazaurtundúa, Fernando Savater y muchos más son considerados unos seres extraños que van al País Vasco a provocar. Da lo mismo que un hermano de Maite, Joseba, fuera asesinado por ETA, o que la familia Abascal haya estado durante muchos años en la diana de la banda terrorista. A los amigos de ETA eso les importa una higa. Les ven como unos "españolazos" de m… que no tienen derecho a hablar en el País Vasco.

El problema se agudiza cuando se analizan las reacciones del resto de partidos ante estas agresiones. El PSE se sitúa en la equidistancia. Es verdad que poco se puede esperar de un partido cuya secretaria general, Idoia Mendía, sigue en el cargo después de haber brindado con Otegui en una cena en vísperas de Nochebuena. ¿Y el PSOE? Una suave condena a estos actos de violencia, no sea que los de Bildu se molesten después de haber apoyado hace unos días los decretazos en la Diputación Permanente del Congreso, o que necesite sus votos después de las elecciones. ¿Y el PNV? Como siempre. Postura mezquina, para no incomodar a quienes son sus hijos descarriados, no sea que eso le perjudique en las próximas citas electorales. Lo de Podemos no merece la pena ni comentarlo. Su vileza moral cada día queda más al descubierto.

Los actos de violencia, desgraciadamente, ya no son patrimonio de la denominada "izquierda abertzale". En Cataluña, sus hermanos de los CDR también hacen su labor, animados por Torra. La pasada semana fue el acoso violento en la Universidad Autónoma de Barcelona a Cayetana Álvarez de Toledo. Antes lo habían sufrido Inés Arrimadas o el popular Alejandro Fernández. Y en las últimas horas otro acto de violencia en Baleares, contra la farmacia del exdirigente del PP, y candidato de Ciudadanos al Parlamento Europeo, José Ramón Bauzá.

No sé si es más un deseo voluntarista que otra cosa, pero sería muy sano que el próximo día 28, en las elecciones generales, y el 26 de mayo, en las municipales, autonómicas y europeas, los ciudadanos castiguen con su voto a todos aquellos partidos que amparan, justifican, comprenden o se ponen de perfil ante los actos de violencia. Y también a los que pactan o admiten sin rechistar el apoyo de los violentos. No les debería salir gratis. En nuestras manos está.

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