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Cayetano González

Empieza el baile

Aunque Pablo Casado, en un ejercicio tan voluntarista como absurdo, diga que quiere gobernar en solitario, la aritmética electoral a día de hoy es muy tozuda.

Aunque Pablo Casado, en un ejercicio tan voluntarista como absurdo, diga que quiere gobernar en solitario, la aritmética electoral a día de hoy es muy tozuda.
EFE

El nuevo año va a ser un laboratorio electoral de primer orden. Este lunes, el presidente de la Junta de Castilla y León, el popular Alfonso Fernández Mañueco, ha convocado elecciones para el próximo 13 de febrero. La pérdida de confianza en su socio de gobierno, Ciudadanos, que según Mañueco estaba negociando a sus espaldas con el PSOE enmiendas a los Presupuestos y vaya usted a saber si una moción de censura, ha sido el detonante del adelanto electoral.

Es más que probable que haya también elecciones en Andalucía antes del verano, sobre todo si Moreno Bonilla no consigue sacar adelante los Presupuestos debido a la negativa de Vox a apoyarlos. Como en ambos casos lo previsible es que el PP gane al PSOE, aunque pueda necesitar a Vox para gobernar, lo lógico sería que el valenciano Ximo Puig –interpretando o acatando el querer de Pedro Sánchez– convocara elecciones en su comunidad, donde podría volver a ganar y seguir gobernando con Compromís. De esa manera, Sánchez paliaría en parte las dos probables derrotas en Castilla y León y en Andalucía.

2022 se convertiría así en un laboratorio electoral para lo que viene después: en mayo de 2023 habrá elecciones municipales y autonómicas –salvo en el País Vasco, Cataluña, Galicia y las comunidades que las celebren el próximo año–; y, si Pedro Sánchez no las adelanta, a final de ese 2023 sería la gran cita con las urnas en unas elecciones generales cuyo resultado a día de hoy es bastante abierto, aunque prácticamente todas las encuestas –salvo el CIS, faltaría más– dan al PP como el partido ganador, eso sí, necesitado del apoyo de Vox para gobernar. Y aunque Pablo Casado, en un ejercicio tan voluntarista como absurdo, diga que quiere gobernar en solitario, la aritmética electoral a día de hoy es muy tozuda: el PP estaría en la horquilla de los 120-130 escaños, muy lejos por tanto de los 178 de la mayoría absoluta. Le harían falta los 55-60 que las encuestas dan al partido de Abascal.

Hay varias claves a tener en cuenta en estas previsibles elecciones –en Castilla y León son ya seguras– de 2022. Por ejemplo, si Ciudadanos seguirá con su entierro civil, que empezó en las últimas generales y que luego siguió en Cataluña y Madrid. También habrá que ver cómo se articula el posible entendimiento PP-Vox tanto en Castilla y León como en Andalucía, caso de que los resultados arrojen la necesidad del mismo por que los populares no consigan la mayoría absoluta. Y, en tercer lugar, habrá que ver qué fuerza electoral tienen esos partidos de lo que ha venido en llamarse la "España vaciada". ¿A quién restarán mas votos, y en qué proporción?

Todo este panorama electoral se va a mezclar con una situación sanitaria complicada a cuenta de la nueva variante del virus dichoso. Que Sánchez va a volver a los hábitos tediosos y aburridos del Aló Presidente con el que castigó a todos los españoles durante los primeros meses de la pandemia, no hay ninguna duda. La prueba más evidente es que este pasado domingo tuvo el mal gusto de comparecer en Barcelona, en lo que desde Moncloa llamaron una "declaración institucional", sólo para dar la fecha de la Conferencia de Presidentes que tendrá lugar el miércoles. Es un síntoma de que el presidente tiene hambre de cámara. Y si las batallas electorales le van mal, no dudará en volver a la propaganda y a presentarse como el líder que conduce a su pueblo a la tierra prometida, donde la pandemia será derrotada. Lo malo es que hay gente que se lo volverá a creer.

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